Avancemos con la marea!!


Avancemos con la marea!

El movimiento se expresa hoy como una marea incontenible que resiste el formidable embate de los poderes financieros que coligados con un gobierno cómplice quiere arrastrar a la argentina a un destino de colonia. Esta marea no tiene una clara conducción que la transforme en una alternativa liberadora, pero sirve de contención a las ansias oligárquicas de retrotraernos a la argentina de la Década Infame. Dispersa, contradictoria y heterogénea se expresa en forma permanente a través de hechos políticos que aparecen desconexos en lo coyuntural pero que están unidos en una firme expresión de resistencia.

Esta marea nos contiene, nos expresa y abriga nuestras esperanzas de liberación que presionan a las corroídas dirigencias políticas que no pueden traducir en poder político esta tremenda potencia. No son los canales de la  democracia liberal lo que podrían ordenar semejante caudal y por lo tanto la resistencia se desborda en forma desordenada a la espera de una nueva conducción política que pueda expresarla y que surgirá tarde o temprano para llevar a la Argentina a su destino de grandeza.

Expresábamos en un documento anterior que la Argentina entraba en una coyuntura política enmarcada por urgencias y emergencias. Decíamos que la emergencia era la recomposición del Movimiento Nacional y la urgencia la confrontación electoral con el Macrismo cuyo plan de acción lleva a la Nación hacia una disolución colonialista.

En este marco señalábamos la responsabilidad de los sectores dirigenciales del movimiento que deberán tratar de articular un frente patriótico para evitar la colonización de nuestra Nación. Explicábamos en el documento que más allá de esta urgencia coyuntural la tarea fundamental de la militancia era impulsar la Unidad del Movimiento Nacional articulando una nueva forma de democracia política que permitiera la elevación de la cultura social del pueblo, en un sendero de solidaridades crecientes que pudiera terminar en la conformación de una gran solidaridad nacional, que determinaría la consolidación institucional de la gran Unidad de la Nación (Ver documento completo).

Sin embargo la acción va generando detrás de esta coyuntura electoralista una serie de sucesos políticos que es necesario analizar. Es importante que las urgencias electorales no desdibujen los debates imprescindibles para la consolidación de una nueva forma de democracia en un plazo más estratégico. Es evidente que la Argentina marcha hacia una época de transición de los esquemas demoliberales hacia nuevas formas de representación ciudadana.

Han pasado ya 36 años desde el comienzo de las democracias coloniales que han demostrado su ineficacia para revertir los lazos del colonialismo. La irrupción esperanzadora de Néstor y Cristina Kirchner ha generado una politización de la comunidad visibilizando a los clásicos enemigos de la Nación que debe ser profundizada superando las limitaciones que provocaron la nefasta aparición del mamarracho colonial de Macri y sus secuaces.  El movimiento nacional debe definir nuevas formas de ejecución que reordenen la reconstrucción del Movimiento y lo ponga en marcha. Para ello debemos caracterizar nuevamente las herramientas que nuestros enemigos hoy desarrollan para impedir la consolidación de un proceso de liberación. Desde la Fundación hemos caracterizado las nuevas fuerzas antagónicas como Las Dos Democracias: una democracia colonial que nos somete y una democracia nacional y popular que debemos construir para liberarnos.

Ya por los sesenta Perón señalaba que la revolución peronista había cumplido con la etapa doctrinaria. El pueblo supo con su lucha transformar los principios doctrinarios del Movimiento Nacional en una cultura popular que hoy subyace en el sentir de nuestro pueblo a la espera de poder proyectarla en un nuevo Modelo de país. Obviamente no son las instituciones liberales las que pueden promover la articulación de las ansias creativas de nuestra comunidad.

Hoy el movimiento debe poner en debate y tratar de profundizar los modelos institucionales que propone para superar la fosilización de las democracias coloniales y lograr la siguiente etapa de la revolución justicialista que es la toma del poder.

Se debe romper la pátina liberal que lo ha aprisionado al no poder generar alternativas institucionales consecuentes con el pensamiento revolucionario de Perón. Un gobierno progresista, keynesiano, y que favorezca a los humildes o por lo menos se preocupe por ellos, es siempre preferible a este mamarracho macrista que sufrimos. Sin embargo tampoco resolverá el tema de la construcción de un poder político independiente y soberano sino puede impugnar la institucionalidad liberal y desarrollar un proceso de unidad de las fuerzas populares para consolidar una nueva democracia. El movimiento nacional como expresión de los trabajadores argentinos y de las nuevas generaciones, fiel depositario de la esperanza de la construcción de una nación justa libre y soberana puede impulsar la necesidad del cambio profundo que la nación necesita.

Mientras avanzamos con esta marea liberadora, con esta esperanza que es nuestro movimiento nacional en reconstrucción, apuntamos una serie de hechos que concitan nuestra atención y que consideramos importantes para debatir, ya que son sustanciales en la consolidación de esta nueva lucha cultural. Porque como dice el viejo refrán: “árbol que nace torcido nunca su tronco endereza”.

1. Documento de la XXI Jornada de Pastoral Social, Arquidiócesis
de Buenos Aires.

Este importante documento (ver documento) inspirado en la senda revolucionaria del pensamiento del Papa Francisco tiende a “Construir un nuevo Pacto Social para el cuidado de la Casa Común en el siglo XXI”.

Para lograrlo propone una rehabilitación de la política alentando “un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y el bien común…” tratando de diseñar “un nuevo pacto social que combine democracia plena y protagonismo social-sectorial”…”en una perspectiva de complementación de la democracia liberal representativa con una profundización de esa experiencia, que supone echar las bases de otra lógica de construcción de lo social, lo económico y lo político”.  Enmarca la construcción del Pacto en la necesidad de “construir procesos crecientes de Unidad”.

La verdad es que los peronistas no podríamos estar más de acuerdo con estos postulados. Podríamos decir que expresan el deber ser del peronismo que tiene como objetivo de su revolución la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación que sólo será posible consolidando un proceso que culmine con la Unidad Nacional.


Sin embargo cuando el documento comienza a articular las formas concretas de motorizar estas intenciones, comienza de exponer sus limitaciones instrumentales.

1.1 Patria o colonia

Habla primero de la necesidad de una visión del pasado amplia y generosa que nos permita reconocernos” y asume la existencia de una cultura política signada por cierta compulsión a la confrontación antagónica, binaria que parte a la sociedad desde distintas líneas divisorias pero que no apuntan a la unidad”. “No se trata de edulcorar esas confrontaciones. Se trata de asumirlas como tensiones polares de nuestra identidad. Aún con estas dificultades, contradicciones, problemáticas, constituimos una comunidad, un pueblo, con una singularidad”.

Comprendemos el espíritu conciliador de la Iglesia pero en este caso no existe una compulsión a la confrontación. En realidad existen dos proyectos políticos que hasta hoy siempre se han enfrentado en nuestra historia. Por un lado la búsqueda de un modelo político de acuerdo con los tiempos históricos y consustanciado con la raíz cultural de la Nación y su pueblo trazando una alternativa independiente, original y congruente con su tiempo histórico. Por otro  la armonización de intereses económicos, culturales o políticos de una clase dominante aliada con los imperios de turno, a espalda de su pueblo y sostenido por una institucionalidad política que impide la maduración colectiva, cristalizando la sumisión económica, política y cultural a los imperios,  garantizando sus privilegios y prebendas oligárquicas. La confrontación es inevitable y no terminará hasta una de ellas se consolide. Es fácil: seremos una patria o seremos una colonia. La reconciliación solo será posible cuando uno de los proyectos logre afirmarse.

1.2 La negación del peronismo como hecho revolucionario.

El documento adolece además de una grave limitación que es la de tomar al peronismo como un simple eslabón histórico de la Argentina que recompone la justicia social, entendiendo a ésta como una recuperación de derechos de carácter eminentemente material. Esta negación de la propuesta revolucionaria peronista de una nueva Democracia Social con modernas herramientas de ordenamiento de procesos comunitarios autodeterminantes como nuevas formas de participación ciudadana, provoca que el documento termine ofreciendo como antecedente político fundamental del Pacto Social a construir, a la experiencia alfonsinista y su Tercer Movimiento Histórico. Sin ser agraviantes ya sabemos las limitaciones de esta visión que fue una de las causantes de la profundización del proyecto liberal más acérrimo que terminó en el caos del 2001.

La necesidad de un debate sobre un nuevo encuentro entre los argentinos es fundamental, y en este sentido cualquier acuerdo que pueda terminar con esta pesadilla liberal nos viene bien. Pero es importante entender que ningún acuerdo social podrá funcionar sino impugna la filosofía de la acción política del liberalismo sostenida por un espíritu meritocrático individualista y ordenado desde la defensa acérrima de la compartimentación individualista y la defensa de intereses sectoriales. Y esto solo será posible con una institucionalidad concreta que genere una acción política detrás de un sendero de creatividad y solidaridad. Y esto no se construye con discursos y deseos sino con herramientas de organización política como las que el peronismo propone detrás de su filosofía de la conducción.

1.3 Las dirigencias

El documento propone la rehabilitación de la política realzando la centralidad de las dirigencias, sin embargo deja la solución de la degradación moral actual a una decisión y esfuerzo meramente individual. Motorizar una rehabilitación de la dirigencia política sin modificar la forma de ejecución social-demócrata proponiendo la construcción de un nuevo concepto de autoridad es un grave error. Sólo un nuevo concepto de filosofía de acción política que construya un nuevo concepto de poder podrá generar dirigencias políticas renovadas.

En este sentido es fundamental en una etapa fundacional de una nueva democracia la actitud de los dirigentes que deben ser los primeros en abandonar el espíritu profesionalista de las dirigencias demoliberales y entregarse a una nueva forma de participación sostenida sobre un unidad conceptual que debe ser transparentada de antemano a toda la Comunidad para ordenar la creatividad masiva. La dirigencia debe revertir el concepto que la política es un tema de CEOS  y abrir sinceramente los ámbitos de participación de la creación de los planes de desarrollo de la Nación a las organizaciones libres del pueblo. Se debe vencer y erradicar el vedettismo egocéntrico de la construcción política liberal que busca hacer aparecer a los dirigentes como generadores de fórmulas mágicas y ultraprofesionales sólo aptas para sofisticados tecnócratas que dejan a las organizaciones sociales y el pueblo como meros espectadores, consultores o ejecutores de conflictos secundarios para satisfacer sus ansias participativas. Digámoslo con claridad, en las nuevas democracias la comunidad y sus organizaciones políticas deben definir la acción ejecutiva del gobierno y la política no es la lucha para acceder a un gobierno y desde esa situación de poder generar las soluciones para los problemas del país, sino que lo político es una acción creativa de toma de compromisos estratégicos, de planes de desarrollo, siendo esta acción constructiva, esta acción mutua de gobierno y comunidad, LA POLITICA.

La política no es un tema de Gobiernos sino de comunidades “conducidas” por un gobierno.

Los políticos no dirigen, no mandan ni ordenan  sino que deben coordinar y armonizar el esfuerzo creador del pueblo y de sus organizaciones populares.

Este proceso solamente puede ponerse en marcha si se genera una unidad conceptual que brinde una perspectiva nacional al proceso, y en eso el peronismo puede aportar sus preceptos doctrinarios sintetizados en su tres banderas fundamentales de justicia social, independencia económica y soberanía política que tienen décadas de historia, que han demostrado con el correr del tiempo su certeza y que su pueblo trabajador por si esto fuera poco, ha transformado en una cultura nacional subyacente que hoy consolida una base fundamental para ordenar a la autodeterminación del pueblo argentino.

Una doctrina nacional es lo que permite armonizar los intereses sectoriales con los intereses de la Nación e impide la sectorización del esfuerzo, el caos inconducente o la disociación asamblearia.

Y si bien estamos abiertos a debatir y ampliar o mejorar nuestros preceptos doctrinarios, tenemos la profunda convicción que no habrá nueva democracia sin un mecanismo de Unidad conceptual que ordene la creciente capacidad creativa del pueblo y sus organizaciones sociales, económicas y culturales y que una ese esfuerzo con la armonización y coordinación de las dirigencias, el gobierno y el Estado.

Motorizar un Pacto social sin modificar el sentido participativo de las instituciones políticas es condenarlo al fracaso. Por otro lado circunscribir el pensamiento revolucionario de Francisco a la instrumentación metodológica de una social democracia es anestesiar su sentido trascendente.

Planteamos el debate para impedir que el enorme esfuerzo llevado  adelante por los movimientos políticos que alientan el 21 F por ejemplo, fracase absorbido por la coyuntura electoralista. Queremos impedir también que quede reducido simplemente al esbozo de un Plan de Emergencia (por cierto muy necesario) para transformarlo en cambio, en el inicio de la impugnación de una forma de representación política fosilizada y que permita la recuperación del protagonismo del pueblo y sus instituciones políticas y sociales en la elaboración de un nuevo proyecto de país.

2. El debate sobre una reforma constitucional.

Este debate es muy alentador porque su simple formulación promueve la idea de una necesidad de cambios profundos en la matriz institucional de la república. Tomamos como referencia de este colectivo a un documento redactado por uno de sus mas serios referentes Jorge Cholvis que fuera publicado por el Partido Justicialista de Escobar (ver documento completo). Realmente compartimos todo lo expresado por este importante aporte referido a la necesidad de una reforma constitucional motorizada por un profundo debate popular que permita sostenerla desde el despertar de una conciencia nacional anticolonialista.

Sin embargo entendemos que la historia del movimiento nacional tiene además de la constitución de 1949, otros elementos fundamentales para tomar como referencia para poder poner en marcha el debate que se propone. La constitución de 1949 fué en realidad el “deber ser” de la revolución justicialista. Como diría Perón fijo los “mínimos indispensables” para poner en marcha las nuevas instituciones políticas que la Comunidad Organizada promovía. Esta importantísima reforma constitucional acompañó el tiempo histórico de la transformación del Estado oligárquico de la década infame a un nuevo estado que pondría a la argentina al mismo nivel institucional de los estados de bienestar que se afirmarían en el mundo desarrollado luego de la segunda guerra mundial.

2.1 Las Organizaciones Libres del Pueblo (1952)

Pero el planteo revolucionario de Comunidad Organizada exigía una profunda transformación en el sentido de la participación ciudadana, un nuevo concepto de autoridad, de gobierno y de Estado. Estos nuevos modelos fueron tomando forma a posteriori de la reforma de 1949. Su lanzamiento notorio -ya que siempre estuvo presente en el pensamiento de Perón y todos sus escritos- fué con la presentación del Segundo Plan Quinquenal donde Perón convocó a las Organizaciones Libres del Pueblo a generar el desarrollo de una solidaridad nacional, para poder romper la dinámica sectorial que impone sobre las organizaciones sociales el liberalismo. Esta solidaridad nacional podría desarrollarse si se armonizaban los intereses de trabajadores, empresarios, comerciantes, entes de la cultura etc, en la toma de una compromiso de desarrollo común para las distintas áreas económicas de la Nación. El peronismo había cumplido con la primera etapa de la nueva institucionalidad revolucionaria al plasmar la solidaridad social -primer escalón de las solidaridades crecientes- en enormes organizaciones sindicales. Una vez cumplida esa primera etapa, se abrían ahora espacios de participación en el primer nivel de la acción ejecutiva del gobierno para permitir la participación institucional de los gremios fundamentales de la república.

El lanzamiento de las Organizaciones Libres del pueblo fue acompañado por el mayor aporte de los cuadros dirigenciales del peronismo en términos de su compromiso intelectual, que podemos apreciar en los discursos que acompañaron el lanzamiento del Segundo Plan Quinquenal realizado por todos los ministros de la Nación.

Otro esfuerzo importantísimo para el desarrollo de un nuevo marco institucional fue brindado por la Escuela Superior Peronista que sistematizó el pensamiento de Perón al respecto, plasmándolo en las obras: Filosofía Peronista, Organización Peronista, Política Peronista, Sociología Peronista, Economía Peronista además por supuesto de Doctrina Peronista y Conducción Política. Producto de esta nueva mirada e intencionalidad creativa en el marco de promover nuevas instituciones representativas de la voluntad popular surgieron las originales constituciones del Chaco y La Pampa.

2.2 Evitar el reflujo liberal

La intención del Gral Perón era abrir nuevos ámbitos de discusión intersectorial que en forma de consejos socioeconómicos armonizaran los compromisos de las organizaciones libres del pueblo, trabajadores, comerciantes, empresarios, etc para desarrollar y crear los futuros planes de gobierno. De esa manera intentaría evitar el reflujo liberal que tiende a imponer la defensa de los intereses sectoriales en las instituciones sociales. Perón entendía que para evitarlo había que promover el siguiente escalón solidario, coordinando los intereses sectoriales con el interés de la nación, provocando el afianzamiento de una solidaridad nacional como paso previo a la consolidación de la Unidad Nacional.

Sin embargo la revolución peronista no pudo imponer a la comunidad los nuevos criterios institucionales, con lo cual los sectores medios y dirigenciales nunca pudieron comprender el sentido profundo de su rol como conducción natural de la nueva comunidad planteada por el peronismo. El tiempo histórico no permitió la comprensión de las instituciones de la nueva democracia que proponía el justicialismo. Los consejos sociales propuestos como forma de participación de las organizaciones libres a nivel de la responsabilidad ejecutiva del gobierno no pudieron vencer el espíritu sectorial para poner en marcha el espíritu autodeterminante y se transformaron en estructuras burocratizadas que no lograron desarrollar la solidaridad nacional disfuminándose en una especie de paritarias ampliadas.

2.4 El Modelo Argentino (1974)

La revolución peronista se detuvo y la oligarquía contraatacó de la forma mas perversa, instaurando el terrorismo como herramienta de construcción política para recuperar el poder. La consecuencia fueron 18 años de indignidad institucional que destruyó a las organizaciones fundamentales de la república: partidos políticos, ejército, iglesia, justicia, intelectualidad, etc.

La militancia del peronismo y sus heroicas luchas conducidas por el líder desde España permitieron el retorno. A su regreso a la Argentina Perón volvería a insistir en sus nuevas formas de participación. Para ello ofrecería a su pueblo su última y fundamental actualización doctrinaria: El Modelo Argentino. En este trabajo Perón vuelve a plantear con claridad la necesidad de una profunda transformación institucional.

Pero a los efectos de este análisis que quiere ser un aporte a la necesidad de una reforma constitucional, la referencia histórica del lanzamiento del Modelo Argentino adquiere una importancia mayor porque el mismo fue lanzado como parte de una convocatoria a una Reforma Constitucional!!!

En el desarrollo histórico de su propuesta podremos ver detalles coincidentes con las intenciones de los promotores de la reforma de hoy.

Por eso en el llamado de Perón a la Comunidad en su discurso del 1 de mayo de 1974 ante el Congreso del Nación vemos una similitud con la convocatoria planteada por el documento actual “…como programa de acción para su realización proponemos que inicialmente con amplia participación popular se definan los ámbitos y criterios de organización para avanzar en el debate. Luego vendrá la segunda etapa, sobre el contenido del proyecto, es decir, qué país desean ahora los argentinos; debatir y definir los puntos esenciales para lograrlo y, asimismo, la estructura institucional para su ejecución.”

El planteo de Perón expresado a sus colaboradores era que no quería una constitución redactada por abogados sino que quería promover una profunda movilización popular para que definiera que tipo de comunidad deseaban. El Modelo argentino en realidad es una instrumento de ordenamiento de la creatividad comunitaria para definir una nueva Argentina. Otra coincidencia con el documento actual donde expresa la necesidad de: “…Abrir el debate para lograr que una futura Asamblea Popular Constituyente instituya oportunamente una nueva Constitución. Con la creatividad popular se podrán pensar y delinear nuevos caminos para la vigencia plena de los derechos humanos básicos en nuestra realidad contemporánea.”

Pero además de todas estas referencias el mismo equipo que acompañó al General Perón en la redacción del Modelo trabajaría en la elaboración de un borrador que el peronismo tendría como referencia para el gran debate nacional que intentaría provocar una nueva forma participativa comunitaria de todos los sectores comprometidos con el futuro de la Nación.


El texto de este borrador realizado por Alfredo Carella fue publicado como apéndice en la obra “Perón la unidad nacional entre el conflicto y la reconstrucción” de Carlos A. Fernández Pardo y Leopoldo Frenkel publicado por la editorial El Copista en el año 2004.

2.5 El borrador de la Constitución de 1974

El preámbulo del borrador de la Constitución Justicialista de 1974 promueve la necesidad de realizar  “…una democracia integrada plena de justicia social sustentada en la efectiva participación del pueblo a través de sus organizaciones naturales…”.


Aclara a continuación como fundamento de la propuesta que “Se reformula el preámbulo de la Constitución Nacional, toda vez   que de su contenido deben surgir no sólo los objetivos de Proyecto Nacional, sino también la filosofía que alentará el logro de tales metas…”.
Estipula a continuación una serie de conceptos históricos y filosóficos y agrega:


“Preconizamos así básicamente:
En lo interno: lograr una efectiva democracia integrada. Ello supone la superación de la “democracia liberal” propia de los regímenes capitalistas y de la “democracia popular” característica de los regímenes totalitarios de signo socialista dogmático.


La existencia de fuerzas políticas, gremiales y sociales poderosas, materiales y espirituales, individuales y colectivas en permanente y fructífero equilibrio, es la mejor garantía para la felicidad del hombre, objetivo al cual subordinamos cualquier otro.


Esa armonía, ese equilibrio entre los distintos sectores que conforman nuestra comunidad organizada, se obtendrá a través de su participación irrestricta en los órganos de gobierno.


La participación se convierte así en el correlato de la justicia social, puesto que sólo ella posibilita a cada uno el ejercicio de su libertad y al hombre su más completa realización.


La herramienta principal de tal participación es la concertación de los intereses principalmente político-económico-sociales que ceden en ese acto parte de sus individualidades en beneficio del todo, es decir, de la Nación Argentina…”.


De esta forma el borrador comienza a esbozar una alternativa institucional firme a las instituciones fosilizadas de las democracias liberales. El sentido de la “representación ciudadana” es reemplazado por el de la “conducción ciudadana”. No se propone a través del mecanismo participativo del voto ciudadano ceder la exclusividad de la creación de las acciones necesarias para la transformación de la nación.  En cambio propone elegir a la autoridad que conducirá ese acto creativo popular y comunitario y que se expresará en forma dinámica y permanente. La propuesta no es elegir a  alguien para que se haga cargo de la construcción de la nación transformando al ciudadano en un simple espectador indiferente y distante, sino de elegir al responsable de dirigir una transformación política de la que toda la comunidad debe ser actor partícipe y también responsable.


Más adelante el borrador profundiza el sistema de gobierno proponiendo:
“La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa, republicana, federal y social, dentro de una democracia integrada, según lo establece la presente Constitución. Se entiende por democracia integrada el sistema de gobierno que garantiza la participación plena y pluralista del pueblo a través de sus organizaciones naturales…”.


Profundizando a continuación entre sus fundamentos:
“Las ideas de integración y participación conducen a condenar el principio y la práctica del secreto, y a sostener la vigencia del debate, de la reflexión, de la consulta pública, del derecho a la información objetiva para conformar una sociedad de masas con aptitud para decidir por sí misma. Ella garantiza a cada individuo, a cada hombre su pertenencia integral a la familia nacional y humana, en la cual en lugar de instrumento se siente artífice igualitario en la empresa de construcción de la grandeza nacional.


Pero no se trata sólo de afirmar la existencia de un derecho, sino de ofrecer los medios para ejercerlo.
La experiencia ha probado que ninguna sociedad puede sobrevivir sin autoridad y que ninguna sociedad es dichosa sin libertad. Todo tiende a demostrar, por otra parte, que una sociedad moderna como la argentina no hallará su definitivo equilibrio sin la igualdad potencial que facilite el acceso a la información, a la deliberación, a la auténtica formación humanista y nacional.


La democracia integrada es el sistema que concilia estos imperativos. Para que su funcionamiento quede ampliamente garantizado, para que la estabilidad y la eficacia sea una realidad y no mera ficción, debe establecerse un total consenso nacional sobre las reglas de juego político que establecerá el cuerpo constitucional…”.


La propuesta institucional que propone el borrador no toca la estructura fundamental de la democracia liberal que se mantiene intacta, sino que propone incorporar al área de la acción ejecutiva del gobierno a las organizaciones comunitarias, para que sean responsables junto con el Poder Ejecutivo de la creación de los futuros planes de gobierno en una perspectiva de largo plazo (Juan habla en el Modelo de un plan con una perspectiva de décadas).


El planteo institucional no intenta generar nuevas organizaciones sino brindar a las existentes una nueva dinámica que rompa la funcionalidad liberal de la defensa de intereses sectoriales abriendo un ámbito de discusión de políticas nacionales. Aclarando en ese sentido:
“La democracia integrada supone una nueva estructura participacionista de la que deben ser desterrados los dos vicios principales de la democracia liberal: la demagogia y la oligarquía. En este sentido tanto los partidos políticos como los gremios que constituyen organizaciones naturales del pueblo estarán representados en la Constitución.


Los primeros a través del pluralismo político expresan su voluntad por medio del sufragio universal, obligatorio y secreto. Los segundos participarán en la consulta constitucional a través de los órganos que se determinan expresamente en este aporte.


El sentido de esta reforma significa que la Constitución reconoce elementos ínsitos en la vida de la Nación: el pluralismo político y la unidad sindical, sobre los cuales se asienta la actual organización institucional de la República.


El órgano mediante el cual habrán de expresarse los gremios es el Consejo de Concertación Social en el que estarán representadas las organizaciones de las fuerzas productivas que cuenten con personería jurídica. La misión será consultiva, pero el Estado deberá recurrir a ellas toda vez que deban estudiarse normas relacionadas con el progreso económico-social de la República, sin estar obligado a prestar conformidad a lo que el Consejo produzca…”.


El sentido profundo de las transformaciones institucionales propuestas retoma el sentido anticolonialista del justicialismo en el plano de elevar la cultura social del pueblo. Abre el camino a un desarrollo nacional sustentable al incentivar el aumento de la solidaridad social de la comunidad en camino a fortalecer la unidad nacional. Promueve una forma de participación ciudadana que tiende a la maduración colectiva nacional, que incluye al pueblo, sus instituciones y dirigentes con el fin de fortalecer el Estado y permitir sortear las dificultades y conflictos que necesariamente suscitan el paso de una Argentina colonial a una Argentina libre.

2.6 Volver a Perón

Entendemos que para poder llevar adelante un proyecto de reforma constitucional exitosa se debe profundizar lo propuesto por el general Perón en el Modelo Argentino generando una Unidad Conceptual previa para unificar la discusión y el debate comunitario y promover un espíritu autodeterminante en el pueblo que lo saque del letargo sectorial y materialista que lo condena la meritocracia liberal.

La Constitución de 1949 es una referencia clave, pero no plantea una alternativa institucional concreta a las corroídas instituciones del liberalismo. Ese espíritu autodeterminante de la nueva democracia justicialista, sí queda expresado en el discurso el lanzamiento de segundo plan quinquenal y luego en forma más contundente en el Modelo Argentino y el borrador de la Constitución de 1974.

Sin esas referencias claves la motorización de la participación popular para acompañar cualquier transformación fundamental en las instituciones fosilizadas del liberalismo será infructuosa.

3. Las fuerzas negativas de la disociación: ideologismos, electoralismos e internacionalización.

Uno de los problemas más graves que acontecieron en la comunidad argentina después de la muerte del general Perón fue el grave retroceso en el grado de conciencia social del pueblo. Situación provocada por la permanente prédica liberal de la defensa de los derechos individuales aislados de su relación social que genera un crecimiento espiritual cancerígeno, es decir hacia adentro del individuo en vez de proyectarse en términos de solidaridades crecientes hacia su comunidad. Agravado además por una institucionalidad liberal que fomenta el materialismo y el hedonismo alentando y profundizando los ejes individualistas de nuestra comunidad.

Un camino de liberación, contrariamente, se basa en la recuperación de la confianza ciudadana. Un crecimiento de la confianza de los ciudadanos entre sí y de los ciudadanos con el gobierno y el Estado. Esa confianza solo puede crecer detrás de un espíritu solidario que genere una actitud constructiva del ciudadano y que lo estimule a tomar el compromiso de forjar una nueva Argentina. Solo un proceso de solidaridades crecientes puede invertir el sentido de desconfianza y división que provoca el individualismo liberal y generar la Unidad Nacional: objetivo primero y básico de la revolución peronista. Despertar este espíritu de compromiso, este espíritu autodeterminante solo será posible si nos proponemos otra forma de hacer política.

Hoy la política está asociada a la pelea por llegar al gobierno a través del voto ciudadano y desde ahí imponer un proyecto determinado. Una propuesta que sonaba revolucionaria en la época que desplazaba a las monarquías absolutistas, pero que hoy aparece como un límite a  las nuevas potencialidades culturales de los pueblos que se sienten con capacidades de construir su propio destino. Ordenar la participación de todos los que quieren crear un destino común para su Patria y su comunidad es el camino de la Comunidad Organizada. Una acción política que no tiene un modelo a seguir, sino principios comunes que surgen detrás de una impronta anticolonialista de más de 70 años. Esta construcción reúne en el esfuerzo a todos los argentinos que respeten las tres banderas históricas del peronismo de justicia social, independencia económica y soberanía política. No estamos unidos por un proyecto cristalizado, o un modelo de país, ni por una plataforma partidaria. Estamos unidos por un basamento ético que se expresa en las virtudes populares que promueven la lealtad, la solidaridad y la justicia, que Perón y Evita sintetizaron políticamente en los principios doctrinarios de nuestras Tres Banderas y 20 verdades.

Por eso el peronismo no es un partido político, no es una ideología cerrada.  Es la construcción de una confianza creciente que puede darse solamente en el diálogo creativo y fecundo. Un dialogo que va creando un identidad revolucionaria detrás de acciones concretas  provocadas por el esfuerzo de construir una nueva Nación.

No tenemos modelos, no tenemos vanguardias esclarecidas, ni CEOS que nos marquen el camino. Solo nos alienta la convicción y la fe de que en el pueblo existen los basamentos fundamentales para construir un mundo mejor.

Claro que este camino revolucionario no encuentra en la institucionalidad liberal, ni los ámbitos para su desarrollo, ni mecanismos de acción política que lo promuevan. Al contrario, todas las instituciones del liberalismo promueven un verticalismo unidireccional desde una dirigencia profesional que tiene el privilegio de la creación política. Con estos mecanismos se intenta impedir la participación popular generando el “hombre niño” como basamento de una comunidad sobre la  cual caerán distintas formas de disociación.

Estos intentos diluyentes de la participación popular toman distintas formas que pueden condensarse en los ideologismos, el electoralismo  y la internacionalización de las conflictividades sociales.

3.1 Ideologismos

Uno de los enemigos del nuevo espíritu autodeterminante que debemos despertar para construir una nueva democracia, es el intento de imposición de ideologías que desde una visión iluminista impide la construcción común de una nueva identidad popular.

Una nueva fe debe forjarse. De la fe en la razón iluminada, el peronismo plantea pasar a una fe en los valores del hombre para organizarlos y dar rienda suelta a las nuevas identidades ideológicas que se expresarán más como hechos concretos que como ideologías abstractas.

Este camino de la autodeterminación solo es posible si existe la convicción de la existencia de estas virtudes que son de todo el pueblo y que  desplazan la ética del saber que las concedía solamente a los sectores sofisticadamente educados. La fe sobre la razón del iluminismo deberá ser reemplazada en las nuevas democracias por una revalorización de los valores fundamentales de las virtudes populares. Una vez imbuidos de esta nueva fe, el camino de una nueva identidad cultural o proceso ideológico, se ordenará detrás de una unidad conceptual o principios doctrinarios que serán el primer objetivo de la organización de la creatividad comunitaria.

El diálogo no es imposición ideológica sino una creación común. No se trata de imponer una idea sino de generar un proceso participativo de donde surja y se desarrolle en forma permanente una nueva identidad política.

Cuando los ámbitos institucionales para el desarrollo de esta dinámica creativa no existen, las ideologías se hacen dueñas de la acción y comienza un camino de imposición que termina en el vanguardismo o el dogmatismo político.

Son dos caras de una misma moneda que pretenden ordenar al pueblo imponiéndoles unos, un modelo preelaborado y otros, un dogma inalcanzable que obliga a la existencia intérpretes profesionales. Los vanguardistas son los esclarecidos que marcan el camino desde sus ideologías atrincherados en sus “partidos u organizaciones revolucionarias” y los dogmáticos son los que utilizan sus principios políticos  no para articular la creación común, sino para transformarlos en un dogma que sólo ellos interpretan, amoldándolos al sistema partidocrático liberal, haciéndose dueños y administradores de sellos fosilizados.

3.2 El electoralismo

Luego de la acción de los ideologistas y una vez ausente el pueblo de las grandes decisiones, se pone en marcha el electoralismo. La política se reduce a una lucha a la toma del poder por parte de los políticos profesionales que una vez en el gobierno impondrán su visión.

Poner la Nación al servicio de la política es el camino de los electoralistas. Es decir: llegar al gobierno y en vez de construir una nueva nación junto con su pueblo, solo construyen lo que permita mantener su caudal electoral y por consiguiente su poder permanente. La política se reduce a satisfacer lo que ese pueblo infantilizado, materialista y disociado desee. Un sistema ordenado detrás de “focus groups” y sociólogos profesionales que ante la imposibilidad de un camino de recuentro y de crecimiento de la confianza comunitaria, galvaniza la ley de la selva donde sólo sobreviven los más aptos en términos económicos.

Un sistema que se disfraza  de democrático permitiendo la participación detrás de elementos secundarios o intrascendentes. Con un Estado que se presenta atento a escuchar al pueblo a través de timbreos, encuestas y demás yerbas, pero que nunca permitirán a la comunidad la posibilidad de crear y comprometerse en planes de acción concretos para el desarrollo de un nuevo modelo de país. Su lema liberal fundamental lo ratifica: el pueblo solo gobierna  a través de sus representantes.

El peronismo plantea que la política debe estar al servicio de la nación y que los procesos electorales no son para elegir modelos de país sino para elegir a los conductores que junto con el pueblo desarrollen en forma permanente esos modelos.

Insistimos: el voto popular sigue siendo la base fundamental de nuestra democracia popular, pero no queremos elegir a quienes decidan por nosotros sino a quien junto con nosotros tomen las riendas de la Nación.

3.3 La internacionalización de los conflictos

Sobre ese hombre aislado y aniñado de las democracias coloniales se derrama la manipulación informática que tergiversa las realidades y que controla las subjetividades comunitarias a través de una formidable industria del entretenimiento.  Sin embargo la evolución tecnológica se expande geométricamente desbordando todos los diques de contención corporativa, que pese a todos los filtros no pueden impedir el surgimiento de un hombre más informado, con una capacidad de discernimiento mayor y con una rebeldía social insurgente que estalla inevitable ante la injusticia evidente.

Por eso ante ese peligro de desborde, se implementa una nueva herramienta de disociación que concede visibilizar el conflicto pero deja la solución en un marco irrealizable.

La conflictividad social va en aumento generando distorsiones de todo tipo que se suman a las graves consecuencias del colonialismo como son el hambre, la miseria y la exclusión que sufren amplios sectores de nuestra comunidad pero especialmente, los niños, los ancianos y la mujer.

La trampa es reconocer el conflicto y promover una esperanza de solución ocultando que una solución expresada dentro de la institucionalidad colonial no es solución alguna, porque no resuelve lo fundamental que es el poder popular que podría corregirlas.

Desempolvando el viejo y conocido guitarreo radical, se promueve la solución por medio de la promulgación de alguna ley o creación de algún organismo para estudiar el problema con la idea de que discursear ampliamente sobre el mismo es solucionarlo.

Podríamos hablar de una especie de mirada Rawlsosiana donde se describe el problema en profundidad pero sin un remedio eficaz para corregirlo. Es como un médico que te diagnostica un cáncer y te receta una sesión de Spa y sauna.

Las fuerzas colonialistas polarizan activamente las nuevas conflictividades sociales. Unos alientan la profundización del debate brindando una falsa solución dentro del marco del poder legislativo, dando loas al pluralismo democrático colonial. Otros desde un progresismo de izquierda profundizan el enfrentamiento llevándolo a una polarización que alimentan sus permanentes delirios de “cuanto peor, mejor” típicos del vanguardismo iluminista.

Otro aspecto del mismo dilema son la internacionalización de los conflictos. Poderes corporativos y algunas visiones de izquierda alientan una universalización  de conflictividades que son evidentes en la vida diaria de las comunidades como diversos derechos sociales vulnerados, los pueblos originarios, la exclusión de la mujer, la ecología, el cambio climático, etc. Estos conflictos se presentan como fenómenos de carácter universal y se plantean además soluciones con agendas  articuladas desde una perspectiva internacional.

Según el peronismo un poder revolucionario se construye desde la periferia al centro. Desde el basamento popular expresado por medio de una unidad conceptual con una conducción política y en un proceso de integraciones mayores: del hombre aislado, a la Comunidad, la Nación, el continentalismo y el Universalismo. Lograr la Unidad nacional es lo primero, si queremos tener un poder real que nos permita enfrentar cualquier injusticia social que se derrame sobre nuestros países en su camino por su liberación.

La solución no se logrará de lo universal a lo individual sino de lo individual a lo universal. Presentar la solución de cualquier problema social desde una perspectiva distinta es una quimera que atenta contra la verdadera solución.

La militancia del movimiento nacional tiene la enorme responsabilidad de armonizar las prioridades correctas en la lucha. Debe  promover un espíritu de participación democrática renovada dando respuesta a todos los conflictos sociales que estallarán a diario, pero advirtiendo que lo primero es la construcción de un poder independiente popular que permita la solución real.

El movimiento nacional debe ser sincero con su comunidad explicando que no hay solución real a las futuras conflictividades sin la organización política popular que permita dar una respuesta a los problemas no desde la visión iluminada sino con un debate profundo que involucre a las instituciones populares.

No es importante la opinión de los profesionales de la política ni de los iluminados para resolver los futuros conflictos del mundo. Es necesario saber que opinan los pueblos al respecto. Es decir que no existe autoridad real para dilucidar la conflictividad social actual. Sólo el pueblo organizado podrá reestablecer la autoridad necesaria para reencauzar la armonía social futura.

4. Conclusión

Poner en marcha la autodeterminación de los pueblos es el camino del Movimiento Nacional. Organizar la creatividad popular y de sus instituciones políticas y sociales es el camino de la Comunidad Organizada. Pero para que la comunidad pueda expresarse detrás de esta nueva forma de participación democrática el peronismo debe brindar las herramientas necesarias.

Es fundamental consolidar una Unidad Conceptual que sirva de cauce al proceso, determinando la direccionalidad anticolonialista sin obturar la creatividad popular.

Para ello se debe revalorizar el sentido revolucionario de nuestros principios doctrinarios que no son un dogma ni una referencia histórica, sino herramientas que pueden abrir el camino para la recuperación de la confianza entre los argentinos.

Debemos predicar sobre la certeza de que el hombre de hoy puede construir su destino, que no es una quimera ni una utopía. Nuestras herramientas doctrinarias pueden hacerlo realidad.

Ese camino se ha realizado en parte. Millones de compatriotas VEN la realidad de una misma forma. A la gran mayoría de los argentinos les duele la injusticia social, la dependencia económica y la falta de soberanía de nuestra patria. Esa unidad de criterio, esa unidad conceptual son la base para poner en marcha la autodeterminación popular. Pero para eso debemos aplicar las formas organizativas que permitan a esa coincidencia popular transformarse en una organización política. Debatir sobre cómo lograr esa orgánica abrirá el camino a la institucionalización de nuestro Movimiento.

Nos organizamos para construir una nueva democracia, una nueva Argentina con un nuevo ciudadano capaz de construir su destino, y ese es el objetivo fundamental y desde el cual se armonizan el resto de los esfuerzos políticos.

La marea de resistencia popular avanza y se fortalece. La batalla electoral se avecina y dependemos de nuestros dirigentes para que surja una fórmula de unidad que permita detener el proceso colonialista de Macri y sus secuaces. Sin embargo esta batalla electoral donde deberemos jugar todo nuestro esfuerzo, no debe obturar el empeño por construir  la verdadera Unidad Nacional que nos dará el triunfo definitivo.

Para esa instancia debemos volver a Perón porque el camino de liberación será la continuidad de su esfuerzo histórico por liberarnos de la opresión. Es profundizando las luchas del peronismo y tratando de superar los límites que ese esfuerzo anticolonialista encontró, donde comenzaremos a recorrer el sendero de la liberación.

La década ganada demostró que un gobierno que siga los lineamientos de la experiencia justicialista es un gobierno de liberación. Sin embargo esa misma experiencia demuestra con una contundencia inapelable que un gobierno que no rompa con las formas participativas del liberalismo y construya la organización popular no podrá enfrentar  las fuerzas colonialistas que nos sojuzgan.

Detrás de la construcción de un nuevo hombre y una nueva democracia podremos lograr la unidad ansiada.

El camino sigue siendo uno solo: Patria o Colonia!

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