El hombre nuevo

 

La revolución cultural del siglo XX

 

 

La revolución cultural del siglo XVII y el nacimiento del burgués

 

 

La Revolución Francesa había sido precedida por una enorme transformación de la comunicación y la cultura que había permitido el ascenso al poder político de un nuevo protagonista: la clase burguesa.

La vida política de la comunidad, que había descansado hasta entonces en algunos cientos de personas que conformaban las cortes monárquicas, pasó a ser protagonizada por miles. La aparición de la imprenta de tipos móviles, junto con la aceleración cultural provocada por la revolución industrial, provocaron una verdadera conmoción que permitió a la burguesía tener los elementos necesarios para exigir su inclusión en la vida política, que hasta entonces le estaba vedada.

La información pública y los elementos culturales necesarios para la toma de decisiones políticas, que eran ejercidos por los consejeros reales y los aristócratas, empezaron a ser manejados también por los nuevos empresarios, los fabricantes, los inventores, los comerciantes y la clase media educada.

Esta transformación revolucionaria se sostenía en las nuevas ideas de la Ilustración, en que brillaba un individualismo secular, racionalista y progresivo que quería dejar atrás las sombras de un tradicionalismo oscurantista.

Las nuevas consignas de libertad, igualdad y fraternidad de todos los hombres rompían la aterradora visión de clases altas y serviles determinadas por el origen social.

A toda esta revolución ideológica se sumó la presión por instalar un nuevo método de representación política que diera cabida “institucional” al nuevo protagonista: la clase media.

El nacimiento del nuevo “ciudadano”, representado por personalidades como Benjamin Franklin, James Watt, Eramus Darwin y Baskerville, por citar a algunos de los personajes más destacados, exigía un nuevo sistema, en el que estos protagonistas pudieran ejercer sus influencias y decisiones. El surgimiento del sistema de representación por medio de partidos políticos fue, por lo tanto, un intento de resolver un tema metodológico más que ideológico: era la respuesta a la necesidad de incluir a una capa dirigencial en el poder político.

Si bien los pueblos compartían los nuevos ideales y participaban de los procesos políticos, no estaban presentes aún en las tomas de decisiones. Era impensable que esas multitudes desinformadas y, en su mayoría, analfabetas pudieran participar de alguna otra forma que la adhesión o el rechazo –muchas veces turbulento– a las distintas alternativas políticas que surgían.

 

 

 

 

La revolución cultural del siglo XX: la hora de los pueblos

 

 

Sin embargo, en el siglo xx esto comenzó a cambiar. La aparición de los medios de comunicación de masas, representados en ese entonces por los diarios, el cine y la radio, multiplicó en la mente de millones de personas la información necesaria para esclarecerlos y lanzarlos a la acción política.

Perón observó en Europa este fenómeno de las masas pugnando por un nuevo protagonismo y comprendió que el enorme desarrollo económico del capitalismo había sido sostenido por la explotación de los trabajadores. Esta masa que estaba siendo esclarecida por la nueva revolución cultural, concluyó, pronto exigiría convertirse en actora de su destino.

Así como había sucedido con la burguesía en la época de la Ilustración, los pueblos empezarían a presionar para exigir una participación activa en la toma de decisiones.

 

 

 

Así como la monarquía terminó con el feudalismo y la república terminó con la monarquía, la democracia popular terminará con la democracia liberal burguesa y sus distintas evoluciones democráticas,

de que hacen uso las plutocracias dominantes.

(Juan Domingo Perón)

 

 

Esas decisiones políticas, que eran tomadas por algunos miles de dirigentes, deberían pasar a ser tomadas por millones.

El peronismo intentaría desarrollar una metodología revolucionaria que permitiera el acceso de los pueblos al poder, no como meros espectadores sino como actores partícipes de la creación de las normas que definieran a las futuras comunidades. El justicialismo intentaría dejar atrás la cristalización provocada por la guerra y alcanzar la concreción de un nuevo hombre acorde con la evolución cultural del siglo xx.

La política debería dejar de ser resuelta solamente por los representantes o políticos profesionales de los partidos políticos liberales o las dirigencias “esclarecidas” de los Estados socialistas y transformarse en la expresión colectiva del conjunto de la comunidad.

 

 

El siglo XX sería el siglo del esclarecimiento de los pueblos que a partir de entonces se resisten a la explotación económica y que exigen su inclusión en la toma de decisiones políticas.

 

 

 

 

 

 

Fundación Villa Manuelita