3. El pueblo y su líder

Aproximadamente a las 6:30 hs. De la mañana, Perón se aloja en el Hospital Militar Central, más precisamente en el departamento del capellán que el capitán Mazza había hecho preparar. El departamento tiene dos ambientes y teléfono lo que permite una conexión fluida con el exterior. Horas después conversaría con Evita.

Figura 14:
 
El jefe de policía era obedecido a desgano al ordenar disolver a los manifestantes. Aquí, la policía intenta frenar a las primeras columnas.

Desde horas antes había manifestaciones en Avellaneda que trataban de cruzar el puente. La policía, por orden del coronel Ramírez, trata de impedirlo. Pero apenas.

Figura 15:
 
El viejo puente Pueyrredón. Emilio Ramírez consiguió que la policía lo levantara, pero no fue impedimento. Los trabajadores cruzaban en botes, en tablas o a nado.
Figura 16:
 
Desde la mañana temprano miles de trabajadores sortean distintos obstáculos para pedir por su líder.

Muchos se filtran. No son más de trescientos que vivan a Perón por la avenida Montes de Oca, desembocan en la avenida de Mayo y aplauden a La Epoca. El jefe de Policía da inútiles órdenes de disolverlos, que la Guardia de Infantería cumple a desgano. Serán los primeros “descamisados”: por la noche llegaron más tandas de Villa Urquiza, Flores, el canal San Fernando, los talleres de ferrocarriles del Oeste para demostrar que muchos quieren la libertad de Perón, “Sin galera y sin bastón / los muchachos de Perón”. No piden su reposición, sino su libertad. A la mañana serán oleadas las que llegan de Ensenada, Berisso, La Plata, Quilmes, Gerli…

Duración: 25 segundos
 
 
Los trabajadores frente al Hospital Militar.
 
 

No se levantaron los obreros porque creyeron en peligro los beneficios que les dio Perón. Fue el pueblo entero que sufrió con la prisión del hombre que los había tratado con dignidad.

Figura 16b:
 
Los empleados céntricos de Buenos Aires observan atónitos la llegada de las primeras columnas de trabajadores.

En Avellaneda, en Quilmes, en Berisso, en los barrios industriales de Buenos Aires y Rosario, en Tucumán, en Mendoza, en Córdoba. En todo el país la gente se reúne para hacer lo que pueda por quien es su ídolo. No solamente los hombres, también sus mujeres y sus hijos. Ese coronel Perón había escuchado sus quejas y resuelto en la medida de lo posible sus aspiraciones. Pero no era solamente eso; lo material fue lo menos importante.

Figura 17:
 
Los tranvías conducidos por su personal cambiaban el recorrido hacia Plaza de Mayo. El grito era “¡A Buenos Aires! ¡A traer a Perón!”

Los había tratado de igual a igual como seres dignos. Los mensús de Misiones, los cañeros de Tucumán, los obrajeros del Chaco, los faenadores de Berisso, los obreros de las fábricas de Avellaneda y Quilmes, los artesanos de los barrios de Buenos Aires, los ferroviarios, los tranviarios, los operarios de las usinas eléctricas, los colectiveros, los canillitas, el pueblo entero de la República, se siente herido por la prisión del coronel.

Figura 18:
 
Una mujer llora por el Coronel frente al Hospital Militar.

Y muchos que no eran obreros, pero que sabían leer las entrelíneas de los diarios y no se emocionaban con las palabras libertad, nazismo, personalismo. Muchos sufrían entreviendo a través de los editoriales la alegría de los “varones consulares” y la figura obesa de Braden regocijándose desde Washington con la caída de Perón.

Figura 19:
 
La euforia popular se desplomó sobre la bucólica Buenos Aires. “¡Sin galera y sin bastón / los muchachos de Perón”.

En todas partes hay indignación. Que crecerá hora por hora como una caldera que toma presión. Hasta que estalla.

Arturo Jauretche fue llamado, por un dirigente forjista de Gerli.

—¿Qué hacemos mañana doctor?

—¿Mañana? ¿Qué pasa mañana?

—Y… la gente se viene para Buenos Aires… Todos están con Perón…
—¿Y quién organiza eso?

—¡Qué se yo!… Nadie… Todos… ¿Qué hacemos nosotros doctor?

—Mirá…, si es así, cuando la gente salga, ¡agarrá la bandera del comité y ponte al frente!”

Y el líder forjista, que nada sabía de semejante movimiento, sonreía al recuerdo: “Pedro Arnaldi movía 30 votos en Gerli”.

El 17 de octubre, a la madrugada, pasó el puente Pueyrredón con su bandera al frente de diez mil almas”.

Figura 20:
 
A medida que atardecía la Plaza de Mayo se llenaba. En las fuentes de agua descansaban los pies, los trabajadores después de la larga caminata desde el gran Buenos Aires.

En Campo de Mayo reina el desconcierto; el Jefe de las fuerzas hostiles a Perón, general Eduardo Avalos, Ministro de Guerra, se encuentra en la Casa Rosada, inmovilizado por la situación. De nada valen las presiones del Ministro de Marina, el vicealmirante Vernengo Lima, que trata de lograr su concurso: “Hágase fuerte, mi general —le dice— que yo haré otro tanto en la escuadra”.

Quien hizo el 17 de octubre

Pero ¿quién hizo el 17 de octubre? La tradición ha dado a Eva Duarte una actividad legendaria en el 17 de Octubre. Sin mengua de la extraordinaria figura que fue Eva Perón como esposa y colaboradora del general no corresponde atribuirle una función decisiva en el levantamiento popular. Que no fue solamente un levantamiento de obreros organizados sino de todo un pueblo.

Figura 21:
 
General Franklin Lucero. Llevado por Perón a cargo de la Secretaría del Ministerio de Guerra, se mantendría leal a Perón.

Es cierto que Eva Duarte conocía a los dirigentes obreros que visitaban a Perón en la calle Posadas, pero no tenía la difusión ni el poder en los medios obreros que alcanzó más tarde cuando fue Eva Perón. Acompañó a Perón a la isla del Delta; cuando fue detenido trató que Atilio Bramuglia presentase un recurso de “Habeas Corpus”.

Figura 22:
 
Al caer la tarde la plaza desbordaba de gente. Antille quiso hablarles “en nombre de Perón”. Fue inútil. La multitud respondió: “¡Perón sí, otro no!”.

En sus idas y venidas en taxímetro tuvo la mala suerte que un chofer enemigo la denunciase a unos estudiantes que estaban en la puerta de la vieja Facultad de Derecho de la calle Las Heras, los que la golpearon, porque la pasión de esos días era desmedida y su vinculación con Perón muy conocida.

Figura 22b:
Los trabajadores son reprimidos con gases lagrimógenos en su intento de llegar a la Casa Rosada para exigir la liberación del coronel amigo.

Eva contó el hecho a Vicente Sierra, y agregó que en cierta manera le fue providencial porque los hematomas y golpes en el rostro recibidos de los caballerosos estudiantes hicieron que la policía no la reconociera. Pero no quiso comentar entonces, ni después, el desdichado incidente. Se ocultó en la casa de la actriz Pierina Dealessi, el 17 habló con Perón por teléfono.

Duración: 1:00 minuto
 
 
La participación de Evita en el 17 de octubre. Relato de Juan Perón.
 
 

Nadie ordenó el 17, nadie lo “planificó”; usando una palabra grata a los que no creen en las conmociones sociales, sin planes cuidadosamente estudiados. Nadie lo hizo, porque lo hicieron todos. Fue ese ser anónimo que es el pueblo, que se mueve por emociones y no por razones ni conveniencias. Que pocos estudiosos de la sociología consiguen explicar y muy pocos actores de la política atinan a interpretar.

El subsuelo de la Patria Sublevado

La gente se venía nomás. En algunas fábricas de Avellaneda había piquetes que invitaban a concentrarse en la avenida Mitre. Una consigna telepática paraba en las puertas a los obreros y los hacía rumbear a la avenida Mitre, que desde las siete de la mañana hierve de gente. “¡A Buenos Aires!” “¡A traer a Perón!” No solamente en Avellaneda, también en Banfield, Gerli, Quilmes, Lanús.

Duración: 4:00 minutos
 
 
El 17 de octubre. Relato de Juan Perón.
 
 

Los primeros pudieron cruzar el puente muy de mañana, pero a las ocho Emilio Ramírez consiguió que la policía lo levantara. No importa: se cruza en las barcas semipodridas amarradas a la ribera, o en tablones improvisados, o a nado. No eran hombres solamente: mujeres, muchas mujeres; algunas con niños colgados al pecho.

Media hora después el puente volvió a tenderse porque las órdenes del jefe de Policía se cumplían a medias. Los ferrocarriles no circulaban, los tranvías tampoco, porque el personal se sumaba a la columna.

Figura 23:
 
Los descamisados avanzan hacia Plaza de Mayo con la enorme alegría de saberse tantos. Sus cantos herían los castos oídos de la oligarquía. “¡Maricones, a otra parte! ¡Viva el macho de Eva Duarte!”.

No era Buenos Aires solamente. Los obreros de la carne de Berisso y Ensenada avanzaron hacia La Plata: silban a la Universidad, apedrean el diario El Día, y a las doce improvisan un acto frente a la Casa de Gobierno provincial. Después, llevados en camiones y automóviles incautados, irán a Plaza de Mayo.

En Tucumán, los trabajadores de los ingenios azucareros, en huelga desde el día anterior, marchaban a pie, desde el 16, desde Lules y Mercedes; en la ciudad se les unen los ferroviarios y la población anónima de los ranchos de las afueras, sin que nadie se atreva a impedirlo. Reclamaban en la escalinata de la Casa de Gobierno el regreso de Perón.

Duración: 1:00 minuto
 
 
El Pueblo llena la Plaza de Mayo.
 
 

En Córdoba, la marea que llegaba de Alta Córdoba y de las canteras dominó las calles centrales, silbó al Jockey Club, al Club Social, al Instituto Cultural Argentino-Norteamericano. No hubo mayores desmanes: una alegría traducida en cantos, bailes, saltos —sobre todo saltos— los embargaba. En otras ciudades los grupos de trabajadores obligaban a cerrar los comercios.

Figura 24:
 
Ante la multitud, Vernengo Lima perdía la calma. “¿Qué hacemos?” gesticulaba a Avalos, que se negaba a dar órdenes de marchar a Campo de Mayo para reprimir. Farrell asomado a una ventana, sonreía: “Esto se está poniendo lindo!”.

A mediodía, las calles de Buenos Aires que llevaban a la Plaza de Mayo: Belgrano, la Avenida Corrientes, Santa Fe, hormigueaban de hombres y mujeres que vivaban a Perón, repitiendo su nombre en aires de moda: “yo te daré / te daré patria hermosa / te daré una cosa / una cosa que empieza con P / Perón”.

Figura 24a:
 
Trabajadoras rumbo a la Plaza, pronto ellas también tendrían su voz y su líder.

Gente que no estaba acostumbrada a ver las calles del centro de las ciudades, los despreciados “cabecitas negras” venidos de la campaña para trabajar en las fábricas de las orillas ciudadanas, desarropados como andaban los obreros de entonces (descamisados los llamará despectivamente Américo Ghioldi). Sucios con la grasa y el aceite del riachuelo, destrozadas las alpargatas por la caminata, pero alegres, muy alegres al verse juntos y saberse tantos.

Figura 25:
 
Un joven obrero muestra las huellas de la represión policial.

Los más jóvenes marchaban con saltos “Aquí están / estos son / los muchachos de Perón/”. ¿Si esto no es el pueblo? / ¿El pueblo dónde está?”. No iban en orden, zigzagueaban a lo ancho de las avenidas como si tomaran posesión de algo suyo. Silbaron al pasar ante la casa socialista, herméticamente cerrada; hubo silbidos, muchos silbidos, ante el edificio de “Crítica”, aplausos a “La Epoca” y silbidos estruendosos a “La Razón”, y sobre todo, a “La Prensa”. Pero nada más, ninguna piedra cayó contra el cortinaje metálico que protegía las vidrieras cerradas.

Figura 26:
 
Alrededor de las 17 hs llegaron a la plaza los obreros de los frigoríficos de Berisso y Ensenada.

Era “El subsuelo de la patria sublevada” como entiende Scalabrini Ortiz. “No hay rencor en ellos —observaría Leopoldo Marechal— sino una alegría de salir a la visibilidad en reclamo de su líder”.

Hacia las 17 horas la Plaza de Mayo contenía más de cien mil personas. Habían llegado los obreros de los frigoríficos desde Ensenada y Berisso que hasta el momento estuvieron en La Plata; camiones incautados traían gente de Santos Lugares, Cañuelas, Campana.

Duración: 3:00 minutos
 
 
Movilización obrera del 17 de octubre.
 
 

Los aglomerados en el Hospital Militar habían sido convencidos de sumarse a los de Plaza de Mayo: allí se realizaría el acto final. Al cruzar, algunas columnas, el siempre aristocrático barrio Norte, de persianas y puertas firmemente cerradas, coreaban a los castos oídos de la oligarquía:

“¡Maricones a otra parte / viva el macho de Eva Duarte!”.

¿Qué hacer? Pregunta esencial de los gobernantes. Mercante, ahora liberado, aconsejó a Avalos que fuera al Hospital Militar a ver a Perón (conversando la gente se entiende).

Eran aproximadamente las 20 horas y la gente hacía antorchas con los diarios de la tarde, especialmente con “Crítica”, cuyos paquetes sin abrir fueron traídos por los propios canillitas para alimentar el fuego.

Figura 26b:
 
Ante la multitud, Vernengo Lima perdía la calma. “¿Qué hacemos?” gesticulaba a Avalos, que se negaba a dar órdenes de marchar a Campo de Mayo para reprimir. Farrell asomado a una ventana, sonreía: “Esto se está poniendo lindo!”.

Perón comentaría tiempo más tarde: “Llegó también el general Avalos, Ministro de Guerra, quien conversó conmigo sobre la situación y me expresó sus deseos de que hablara al pueblo para calmarlo e instarlo a que se retirara de la Plaza de Mayo.

Figura 26c:
 
Plaza de Mayo a la tarde. El gobierno negociaba con Perón en el Hospital Militar para que fuera a la Casa de Gobierno ante el temor que la multitud tomara por asalto la Casa Rosada.

Eduardo Colón, Director del Diario “La Epoca”, refiere muy interesantes entretelones de lo que sucedía: “En el balcón grande, donde están Avalos, Vernengo Lima, Farrell y otros militares, el Ministro de Guerra trató de hablar a la gente pero Vernengo Lima le dijo: “Está cometiendo un grave error, esto hay que disolverlo a balazos y va a ser difícil, hay mucha gente”. Avalos le respondió: “que decida el general Farrell si se va a hacer fuego o no contra la multitud”.

El general Farrell afirmó que él no va a tirar contra el pueblo. El Ministro de Marina insistió, explicando que las ametralladoras están en el techo: “Si tiramos al aire, se van a ir”. Pero el Presidente se mantuvo inconmovible: “No señor. No se hace ningún disparo; la gente puede morir por el pánico. Yo no autorizo nada”.

Figura 27:
 
El General Avalos intenta hablar a la multitud desde el balcón.

El pueblo pide la presencia de Perón que pone condiciones “Primero que Vernengo Lima se mande a mudar; segundo, que la Jefatura de la Policía la ocupe Velazco; tercero, que lo busquen a Pantín y lo pongan al frente de las fuerzas del mar, y que Lucero se haga cargo del Ministerio de Guerra; hay que traer inmediatamente a Urdapilleta, que está en Salta, para que se haga cargo del Ministerio del Interior. Esas son mis condiciones”.

Figura 28:
 
Plaza de Mayo a la tarde. El gobierno negociaba con Perón en el Hospital Militar para que fuera a la Casa de Gobierno ante el temor que la multitud tomara por asalto la Casa Rosada.

En síntesis, Avalos no regresó con Perón quien esperó en el Hospital Militar la invitación de Farrell para que fuera a conversar con él a la residencia.

Figura 28b:

 

Alrededor de las 17 hs llegaron a la plaza los obreros de los frigoríficos de Berisso y Ensenada.

Aproximadamente a las veintiuna y cinco, Perón está con Farrell. Se sabe que éste le entregó, despachada, su solicitud de retiro. En Plaza de Mayo, los altoparlantes repiten que Perón hablará a las veintitrés; probablemente para aquietar a la gente porque nada concreto se sabía.

Duración: 1,40 minutos
 
 
El 17 de octubre. Los puentes levantados. La marea obrera. Unicas imágenes de Perón en el histórico balcón.

En Casa de Gobierno había alguien que no creía en la llegada de Perón: Vernengo Lima, esperando que Campo de Mayo limpiase la Plaza de desharrapados; cuando las fuerzas de tierra iniciasen la marcha, la Marina desembarcaría sus marinos y ambas borrarían el recuerdo de la infausta jornada.

Figura 29:
 
El Coronel Perón llega a la casa de gobierno desde el Hospital Militar.

Perón está con Farrell en la residencia. Sabe que la policía y el 3er. Cuerpo de Infantería apoyarán al pueblo si se produjera la agresión de la Marina y Campo de Mayo. No cree que la haga Campo de Mayo, porque conoce al Ejército, pero tiene dudas sobre la Marina: Es un arma aristocrática y ha estado lejos del pueblo.

El reencuentro

A las 23 horas hicieron su aparición en el balcón Farrell y Perón. Los altoparlantes estaban, pero la municipalidad había omitido reflectores por lo tanto poco podían distinguirse quienes se movían en la altura. Hay sólo un grito: ¡Perón! ¡Perón!, que hace difícil escuchar el discurso de Farrell quien dice: “¡Atención, señores! …El hombre que por su dedicación y su empeño ha sabido ganarse el corazón de todos, el coronel Perón (…) Quiero comunicarles que el gabinete será constituido de manera que responda ampliamente a las mejoras sociales que hemos adquirido hasta este momento. El teniente coronel Mercante será designado Secretario de Trabajo y Previsión (…)”.

Figura 30:
 
A las veintitrés horas del 17 de octubre, Perón asoma al balcón de la Casa Rosada. Estaban los altoparlantes, pero la Municipalidad había omitido reflectores y desde la Plaza no se podía distinguir exactamente quiénes se movían en la altura. Pero un inmenso grito se alzó: “¡Perón! ¡Perón!” No se lo podía ver, pero se sabía que estaba allí.

Habló también que el gobierno no sería entregado a la Corte, pero no se lo escuchaba, sólo se vivaba a Perón. Tal vez en apoyo al presidente se alzó piadosamente una fuerte voz: “Farrell y Perón un solo corazón” que prendió en las gargantas de la multitud.

Farrell aprovechó el momento para acabar su alocución: Perón lo abrazó. Cuando la multitud escuchó el “trabajadores”, de Perón, la algarabía llegó al punto más alto. Un locutor clamaba que no se obligue al orador a alzar la voz dado su estado de salud. Una voz desde los altoparlantes, inició las estrofas del Himno, coreado por cientos de miles de gargantas, probablemente para aquietar el ambiente.

Duración: 4:00 minutos
 
 
Discurso del Coronel Perón del 17 de Octubre. Reconstrucción de Leonardo Favio.
 
 

Perón dirá que ese respiro le permitió ordenar sus ideas porque la emoción lo trababa. No podemos olvidar que miraba absorto a la multitud casi como no creyendo esa realidad multitudinaria. Incluso, cuando todavía estaba en el Hospital Militar había preguntado a Tanco: “¿Hay mucha gente, che? ¿Realmente hay mucha gente?

Documentos:

El espectáculo más maravilloso.
Escrito de Juan Perón


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Finalizado el Himno Nacional repitió: “Trabajadores: hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino.

Figura 31:
 
Perón se dispone a hablar. El locutor pide calma. No fue un discurso, que pocos hubieran oído entre los gritos y los vivas. Fue la comunión de un pueblo con su ídolo; gente que cantaba, saltaba, lloraba, coreaba estribillos, acompasándose con antorchas.

…En la tarde de hoy, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio del Ejército …Con ello he renunciado voluntariamente al más insigne honor al que pueda aspirar un soldado: lucir las palmas y los laureles de general de la Nación. Lo he hecho porque quiero seguir siendo el coronel Perón y ponerme con este nombre al servicio integral del pueblo argentino …Confundiéndome con esa masa sufriente y dolorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la Patria (…) Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores…, pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo, el renacimiento de una conciencia de trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la patria (…)”.

Documentos:

Juan Domingo Perón.
Discurso completo del 17 de Octubre.


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