A principios de 1800, el río estaba muy cerca de los terrenos donde
en el futuro se emplazaría la residencia presidencial. La gente humilde
lavaba la ropa en la ribera y por las actuales calles Agüero y Austria
iban los carros que depositaban la basura en la zona
baja. El barrio circundante tomó el nombre de Tierra del Fuego, quizá
porque eran frecuentes las fogatas en los basurales o, tal vez, por el ardor
belicoso y pendenciero de sus ocupantes.
Colindantes con los terrenos de la familia de Cornelio Saavedra, estaban los
de Pearson, grandes extensiones cultivadas por arados. En esa época,
un mandadero, a caballo, iba a buscar el pan a la “ciudad” todos
los días.
Mariano Saavedra, hijo de Cornelio, edificó sobre la Avenida Alvear
(hoy Avenida del Libertador) una vivienda y comenzó la parquización
del terreno circundante. En 1887 le vendió el predio a un acaudalado
ganadero, Mariano Unzué, quien construyó allí un palacio
de línea francesa que destinó a residencia de verano.
Allí se casaron y murieron sus dueños y descendientes. Cuando
Elena Unzué y Alfredo Peña contrajeron matrimonio, en la casona
se inauguró el sistema de luz eléctrica. Por allí pasaron
de visita algunos presidentes argentinos: Mitre, Roca, Quintana, Sáenz
Peña.
El Palacio Unzué era un caserón de estilo afrancesado, recostado
sobre la medianera de la calle Agüero, con una galería de entrada
flanqueada por columnas, con vista al entonces cercano Río de la Plata.
Las estatuas que adornaron sus jardines pueden verse hoy en el Parque Lezama.
La casa principal constaba de una edificación suntuosa de dos plantas,
emplazada en el centro de un amplio parque, un grupo de garajes, dependencias
de servicio, el casino de oficiales de la custodia, un departamento a tal
fin y edificaciones independientes para
vivienda del personal. Se erguía, igual que la mayoría de las
edificaciones adyacentes, en una superficie elevada, una barranca natural
que se defendía de las inundaciones provocadas por el desborde del
Río de la Plata.
El jardín fue diseñado y realizado por Rubén Darío.
De estilo poético, con toques románticos y exóticos,
era el marco adecuado para tal palacio. A los pies de la escalera de acceso,
el poeta colocó plantas de ámbar, que al florecer perfumaban
la entrada y le otorgaban prestancia con sus grandes flores blancas. Formó
un pequeño oasis con veinte palmeras junto al pequeño estanque.
Llamaba la atención un pino que crecía inclinado, paralelo a
la tierra, en cuyo tronco nacían claveles del aire. Aún puede
verse el inmenso gomero que se plantó sobre la calle Austria.
Luego de la crisis de 1930, muchos de los lujosos palacios pertenecientes
a destacadas familias porteñas fueron expropiados, muchas veces por
una discretamente encubierta falta de dinero para su mantenimiento. Así
pasaron a manos del Estado el palacio Anchorena (hoy sede del Ministerio de
Relaciones Exteriores) y el Errázuriz (hoy Museo de Arte Decorativo).
Muchas de las casas del aristocrático barrio Grand Bourg se convirtieron
en embajadas.
En enero de 1937, la Cámara de Diputados aprobó, en una polémica
sesión, la expropiación de la quinta de la familia Unzué.
El diputado Enrique Dickman fue uno de los que se opuso con mayor fuerza a
esa medida, por considerarla como un método de salvación económica
de esas familias en crisis.
A pesar de esto, la casa y su frondoso parque pasaron a manos del Estado.
Luego de la muerte del presidente Roberto M. Ortiz, en 1943, quien vivió
sus últimos días en el caserón de la calle Suipacha 1034,
la residencia fue destinada para uso presidencial. A excepción del
presidente Gral. Edelmiro J. Farrell, que solía pernoctar en el palacio,
el primer mandatario que vivió allí con continuidad, fue el
general Juan Domingo Perón.
La planta baja no era demasiado utilizada. Perón y Evita se instalaron
en el primer piso, donde estaba el dormitorio principal y un cuarto de huéspedes,
vestidores, biblioteca, escritorio y un pequeño comedor diario, además
de las dependencias de servicio y de las administrativas. La escalera de mármol
tenía forma de “Y”, y llevaba a las alas derecha e izquierda
de la planta, que se asomaban a un balcón desde el cual podía
observarse la planta baja de la mansión. También había
un ascensor que se encontraba del otro lado de la casa, entre la biblioteca
y el salón dorado.
Fue en esa casa donde Evita otorgaba entrevistas y donde murió, en
1952. Allí vivió Perón hasta su derrocamiento, en 1955,
por la Revolución Libertadora, cuando la casa sufrió un sospechoso
conato de incendio.
El 28 de enero de 1958, el gobierno de Aramburu decretó la demolición
de la residencia, y en 1960, el gobierno de Arturo Frondizi decretó
que en el solar se levante la Biblioteca Nacional, que hasta entonces funcionaba
en un viejo edificio de la calle México.
Uno de los edificios linderos a la residencia se salvó de la destrucción.
Allí es donde funciona, desde 1997, el Instituto Nacional “Juan Domingo Perón” de Estudios e Investigaciones Históricas, Sociales y Políticas.
La sede del está ubicada en Austria 2593 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, al lado de la Biblioteca Nacional, predio en el que se levantó la antigua residencia presidencial hasta 1955, donde vivió el general Juan Domingo Perón durante sus dos primeros mandatos y donde murió Eva Perón en 1952.
El edificio donde funciona el Instituto es el único que queda en pie
de la antigua residencia presidencial, por lo cual ha sido declarado «monumento
histórico nacional» por la ley 26367 sancionada el 9 de abril
de 2008.
Consta de varias salas de estudios e investigaciones, un gran salón
de actos para ciclos de conferencias y un amplio espacio para la biblioteca,
el área de lectura y los equipos multimedia. Allí también
se encuentran las oficinas para las áreas de Administración,
Informática y Publicaciones; además de las correspondientes
para la atención al público.
Publicado
por el INSTITUTO NACIONAL JUAN DOMINGO PERÓN