Eva Perón en el Vaticano

Publicado por Mariano Bayona Estradera
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El 27 de junio de 1947, Su Santidad, el Papa Pío XII le concede a Evita una audiencia de veinte minutos, el máximo de tiempo establecido, según el estricto protocolo del Vaticano, reservado a las reinas y le entrega un rosario de oro. Asimismo, Evita recibe, en nombre de Perón, la gran Cruz de Gregorio el Grande.


El padre Hernán Benítez, confesor y guía espiritual de Evita, ha afirmado que:


" Los novelistas con sus fábulas dijeron que ella fue a discutir marquesados. Quieren presentar la visita de Eva al Papa como un rotundo fracaso. Que ella quería ser marquesa pontificia. Ese título lo tenían en Argentina solamente Adelia María Harilaos de Olmos y María Unzué de Alvear, pertenecientes a las familias más poderosas del país. Pero, ¡ déjense de tonterías ! Evita metida en los barrios y villas populares, rodeada de obreros y gente pobre diciéndole: Marquesa de aquí, marquesa de allá ... ¡ Pamplinas ! Ella quería ser Evita, solamente Evita, bien lo dijo. Son todas paparruchadas de novelistas. Lo mismo cuando hablan de la rosa de oro. La rosa de oro se le dio a Teresita de Lisieux y no se dio nunca más. El protocolo del Vaticano es muy estricto. Es estúpido decir todo eso. Es - tú - pi - do ".


" Evita murió franciscana. Sí, cuando ella estuvo en Europa, el General de la Orden de los Franciscanos, el padre Pacífico Perantoni, le dio el hábito y pasó a ser hermana franciscana de la Tercera Orden de los Franciscanos. Por eso al morir fue vestida con el hábito de franciscana ".


" Eva Perón le ganó a Dios el corazón, no tanto con edificar policlínicos monumentales, ni escuelas, ni hogares de tránsito, ni ciudades infantiles, ni barrios obreros, cuanto con darle su corazón al pobre. Yo la ví derrochar amor a los necesitados, el amor que redime a la limosna de la carga de injusticia que lleva implícita ... Si sus aciertos fueron más o menos que sus errores ¡ que la juzgue Dios ! Pero es evidente que no por sus errores, sino por sus aciertos la amó el pueblo apasionadamente como, por esos aciertos y no por sus errores, la odió el antipueblo. Ella no comprendía pudiera apellidarse cristiana una civilización que cada año condena a morir de hambre a millones de personas. Incomprensible estado de injusticia social luego de dos mil años de predicación del Evangelio ".


" No era una santa. No, no lo era. Menos que santa de altar. No corre el riesgo de que el Vaticano la canonice. No renunció a las riquezas como los santos. Pero renunció al orgullo frente al pobre que crea la riqueza. No renunció a los honores. Pero tampoco los aprovechó para escapar a su clase social dejando a los sumergidos en el atolladero. Fue fiel a su pueblo. Fiel porque amó al pobre y porque condenó al rico. No a éste por ser rico, ella también lo era, sino por ser enemigo del pobre, ella no lo era ".


" El amor al pobre, la pasión por la justicia hasta las cimas de la abnegación a que ella las llevó, no pueden brotar ni de ambición, ni de egoísmo, ni de oscuro resentimiento social, ni de ninguno de los siete pecados capitales. Sólo quien da la vida por sus hermanos, los desposeídos y sacrificados, puede tener confianza de que ama a Dios de verdad ".