© Por Dolane Larson
Como señala Néstor Ferioli en sus libros La Fundación
Eva Perón (tomos I y II, Centro Editor de América Latina,
1990), la Fundación Eva Perón tiene dos historias paralelas,
una historia oficial y otra, no oficial. La trayectoria oficial de la Fundación
se encuentra en documentos legales, archivos, periódicos y libros.
La historia no oficial ha entrado en el folklore peronista y antiperonista.
Las raíces más profundas de la Fundación se encuentran
en la niñez de Evita cuando aprendió de su madre a ayudar
a los necesitados. Después de la muerte del padre de sus cinco hijos,
Doña Juana cosió día y noche para mantenerlos. Sin
embargo, nunca negó su ayuda a nadie que le pidiera unas monedas
o una taza de té caliente; siempre ayudaba a los que caían
fuera de la red de seguridad social. Evita era un calco de Doña Juana.
En Los Toldos y en Junín donde vivió su niñez y adolescencia, Evita encontró a gente que no tenía casa (el señor Buendía que vivía a la intemperie pero siempre la saludaba con un alegre “Buendía, mi hija”), a enfermos mentales (la Mujer del Niño Muerto que año tras año pedía dinero para enterrar a su hijito) y a los discapacitados (Doña Asunción que aplaudía desde su silla de ruedas los esfuerzos acrobáticos de Evita para entretenerla).
El señor Buendía, la Mujer del Niño Muerto y Doña
Asunción eran como arquetipos de las personas que Evita encontraría
a lo largo de su vida, especialmente después de la inauguración
de Perón como Presidente el 4 de junio de 1946.
Desde 1943, cuando comenzó en la Secretaría de Trabajo y Previsión,
Perón había establecido una relación personal con los
que recurrieron a él: Perón-Pueblo. Se reunía con todos
los que le pedían audiencia, desde los líderes de los sindicatos
hasta cada trabajador que solicitaba hablar con él.
Después de ser inaugurado como Presidente, Perón no pudo
mantener una relación tan directa y personal con los trabajadores
y ellos extrañaron la pérdida de contacto individual con su
líder. Aunque ya no los podía atender él mismo, los
trabajadores y los pobres sabían dónde vivía y comenzaron
a tocar el timbre de la Residencia Presidencial en Buenos Aires. Evita ya
había decidido que ella no sería una Primera Dama tradicional
(Jacqueline Kennedy solía decir que “Primera Dama” parecía
el nombre de un caballo). En 1946, Evita comenzó a resolver los problemas
de la gente que se congregaba alrededor de su casa.
Ya para septiembre llegaban un promedio de 3,000 cartas por día y
largas filas de madres con los bebés en brazos y con hijitos que
se agarraban a sus polleras, de gente mayor, de gente discapacitada, los
olvidados y los abandonados de la sociedad llegaban diariamente a la Residencia.
Evita se dio cuenta de que tenía que encontrar una manera de darles
una ayuda inmediata. Ella comenzó a comprar comida y ropa con su
propio dinero y apilaba los cajones y bultos en un garage vacío de
la Residencia. Cuando los gremios se enteraron de su obra, comenzaron a
contribuir de todo-desde azúcar hasta zapatos.
Después que Perón se acostara, Evita, su secretario privado
Atilio Renzi, su asistente Irma Ferrari, el cocinero Bartolo, y dos mozos,
Sánchez y Fernández, trabajaban hasta casi el amanecer empaquetando
la mercadería. Un día Perón visitó el garage
y se sorprendió a ver que todo era nuevo. “¡Pero todo
esto es ropa nueva, flamante!” “Naturalmente,” le contestó,
feliz, Evita. “Toda ésta es ropa que compro yo misma y algunas
son donaciones de gente que quiere ayudar.”
Perón dijo, “Son una verdadera delicia para los necesitados.”
De allí en adelante, el garage se llamó “La Tienda de
las Delicias” o “Las Delicias.” En su libro, Del poder
al exilio (p.72), Perón recordaba el comienzo de La Fundación
Eva Perón:
“Una noche durante la cena, [Evita] explicó su programa. Parecía
una máquina de hacer cálculos.”
Y yo le pregunté: “¿Y el dinero?”
Me miró divertida. “Es fácil,” me dijo. “Comenzaré
con el tuyo.”
“¿Con el mío?”
“Con tu sueldo de Presidente.”
Un día de primavera de septiembre de 1946, cuando la fragancia del
jacarandá llenaba el aire de Plaza de Mayo, en la misma oficina que
Perón había ocupado como Secretario de Trabajo, Evita comenzó
a encontrarse con gente. Queriendo llenar el vacío que la ausencia
de Perón había creado, ella siguió con la misma costumbre
de “puertas abiertas.” Cuando la necesitaban, los trabajadores
y los descamisados sabían dónde ir para encontrarla.
Evita nunca tomó el tiempo de sentarse y hacer un proyecto formal
de una organización que resolvería las muchas y variadas necesidades
de la gente que venía a ella en búsqueda de soluciones. Pero
en seguida se dio cuenta de que necesitaría más manos y más
mentes, más estructura y más espacio de lo que podría
encontrarse fácilmente. Las personas que la miraban, sus caras resplandecientes
de confianza, habían vivido muchos años sin una red social,
sin atención médica y sin vivienda adecuada. El precio social
que se pagaría por tantos años de negligencia sería
alta. El precio personal que Evita pagaría sería más
alta de lo que ella pudiera imaginar.
En 1947, Evita fue a Europa con la idea de que Europa le podría enseñar cómo ayudar a los más necesitados de su país. Lo que descubrió en el Viejo Mundo, destruido por la Segunda Guerra Mundial, la desilusionó. Muchas de las instituciones que ella visitó fueron creadas por el Estado “burocráticamente, [sin] amor” o por los ricos… “y el rico, cuando piensa para el pobre, piensa en pobre.” (La razón de mi vida, ed. Peuser, 1951, p. 225). Evita volvió de Europa con la idea de pensar en rico, de crear obras como si fueran hechos por los ricos para los ricos, obras que los ricos aceptarían como apropiados para que sus propios hijos fueran a vivir, jugar, aprender, o curarse en ellas.
El 19 de junio de 1948, el decreto número 220.564 estableció la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón (en 1950, el nombre se convirtió en Fundación Eva Perón, así como los peinados y los grandes sombreros que Evita usaba en los años ’40 se convirtieron en los rodetes simples y los trajes sastre elegantes de los años ’50).
En resumen, las cinco metas de la Fundación fueron:
1. Prestar ayuda pecuniaria o en especie, facilitar elementos de trabajo,
otorgar becas para estudios universitarios y especializados a toda persona
carente de recursos que así lo solicitase
2. Construir viviendas
3. Construir o crear establecimientos educacionales, hospitalarios, recreativos
o de descanso
4. Construir establecimientos benéficos para ser transferidos a los
gobiernos nacionales, provinciales o municipales
5. Contribuir o colaborar por todos los medios a su alcance, a la realización
de obras de interés general y que tiendan a satisfacer las necesidades
esenciales para una vida digna de las clases sociales menos favorecidas.
(Fundación Eva Perón, Estatuto, 1950, p. 68)
Evita había hecho un chiste a Perón cuando dijo que usaría su sueldo de Presidente: como primer patrimonio de la Fundación usó $10,000 pesos de su sueldo de actriz. Como señala Néstor Ferioli: “Evita construyó rápidamente la Fundación, de la misma manera que luego organizaría el Partido Peronista Femenino. Creyó conveniente, para ejecutar con celeridad las cosas, una estructura pyramidal, verticalista, que le permitió una libertad absoluta en las decisiones, escapando así de la burocracia que tanto detestaba. Por esta razón se decía que “Evita no admite ‘segundas figuras’ a su alrededor”. Por esto, es que en la Fundación no hubo hasta 1953 [después de la muerte de Evita] reglamentos ni figures administrativas relevantes.” (Ferioli, FEP/I, p.36)
Desde sus comienzos en un garage abandonado hasta su destrucción
en 1955, destrucción llevado a cabo por los que, cuando piensan en
los pobres, piensan pobremente, la Fundación jugó un rol casi
mágico en la historia argentina: fue un ancla, un puerto, una puerta
que se abría cuando todas las otras puertas se cerraban. Hay muchos
en la Argentina de hoy que quisieran encontrar la llave para abrir aquella
puerta y encontrar del otro lado la persona que siempre les consolaba.
Mundo Peronista, 1 de Julio de 1954, Páginas 18-24
Hace pocos días-el 19 de junio último- celebróse en la Nueva Argentina el sexto aniversario de la “creación” de la Fundación Eva Perón. En rigor de verdad, lo que se ha conmemorado ha sido simplemente la fecha feliz en que la benemérita institución asumió ante el Pueblo-de cuya entraña había nacido dos años antes-su forma jurídica, con carácter de Fundación. No empezó el 19 de junio de 1948 la obra de ayuda social de la inmortal Eva Perón, sino a principios del segundo semestre del año 1946; más aún: comenzó a traducirse en realidades tangibles apenas el General Perón asumió la Presidencia de la Nación el 4 de junio de 1946.
Evita misma lo dice, de la sencilla manera que sólo ella sabía decirlo. Lo dice así en el capítulo 29 de La Razón de mi Vida al referirse a “los comienzos”: “Pero antes que el salario justo y las condiciones dignas de trabajo diesen sus frutos de bienestar, era necesario remediar también tanto dolor de muchos años. En todas partes hacía falta vivienda, vestidos, salud.
Para eso había salido yo a decir por las calles: ‘Aquí
estoy. Quiero servir de algo para mi Pueblo.’ Cuando advertí
que mi voz todavía tímida había sido escuchada por
los descamisados de mi país, cuando empecé a ver que llegaban
cartas y más cartas, y hombres y mujeres, jóvenes, niños
y ancianos, empezaban a golpear a las puertas de nuestra residencia privada,
recién me di cuenta de lo que iba a significar mi ‘corazonada.’
Aunque ya había previsto antes que aquélla era una empresa
casi imposible, me convencí de eso cuando esa tarea se me presentó
en toda su realidad. Sin embargo, Perón ya me había enseñado
muchas cosas y entre ellas a suprimir de mi diccionario la palabra ‘imposible.’
El, que volaba alto y solo como los cóndores-le tomo las palabras
que él mismo suele aplicar a los genios que admira: San Martín,
Alejandro, Napoleón-, me había tomado a mí de la ‘bandada
de gorriones’ y me había dado las primeras lecciones.
Una, la primera tal vez, fue hacerme olvidar la palabra ‘imposible’.
Y empezamos. Poco a poco. No podría decir exactamente qué
día fue. Lo cierto es que primero atendí personalmente todo.
Luego tuve que pedir auxilio. Y por fin me vi obligada a organizar el trabajo,
que en pocas semanas se hizo extraordinario.
Cierto es que desde el primer día conté con el apoyo moral
y material del Presidente, pero tampoco era cuestión de apoyarse
demasiado en él, que tenía otros problemas mucho más
graves que los míos.
Recuerdo que alguna vez pensamos si era o no conveniente que fuese yo quien
realizase la tarea, o mejor tal vez algún organismo del Estado. Y
fue el mismo Perón quien me dijo: ‘Los pueblos muy castigados
por la injusticia tienen más confianza en las personas que en las
instituciones. En esto, más que en todo lo demás, le tengo
miedo a la burocracia. En el gobierno es necesario tener mucha paciencia
y saber esperar para que todo marche. Pero en las obras de ayuda social
no se puede hacer esperar a nadie.’
Por aquel entonces se echaron los cimientos de la futura Fundación
Eva Perón, en un pequeño local de la Residencia Presidencial,
al que familiarmente se denominó posteriormente “Las Delicias.”
Todo empezó sencillamente, sin boato ni ceremonia. Tal como lo cuenta
Evita: “Y empezamos. Poco a poco. No podría decir exactamente
qué día fue. Lo cierto es que primero atendí personalmente
todo.” Evita atendía personalmente todo, radiante y feliz de
ser ayudada en sus tareas por los más modestos trabajadores de la
Residencia Presidencial. ¿Por qué comenzó llamándose
“Las Delicias” aquello?
Nos lo refiere uno de esos modestos trabajadores, hombre sencillo de nuestro
Pueblo que desde el primer momento gozó de la confianza de [Evita].
“A raíz de una frase del General… Recuerdo que fue un
sábado por la tarde, en septiembre u octubre de 1946… Estábamos
dos o tres compañeros de la Residencia ayudando a Evita a clasificar
y apilar ropas en los estantes, cuando se nos acercó sonriente el
General, a quien le oímos decir: ‘Veamos cómo anda la
Ayuda Social’…Le fuimos mostrando las diversas cosas que almacenábamos…
Gratamente sorprendido, exclamó el Conductor: ‘¡Pero
todo esto es ropa nueva, flamante!’ ‘Naturalmente,’ contestó,
feliz, Evita, ‘toda ésta es ropa que compro yo misma y algunas
son donaciones de gente que quiere ayudar.’
Entonces dijo el General: ‘Son una verdadera delicia para los necesitados…’
Desde ese día, Evita y todos nosotros lo llamamos “Las Delicias”
al antiguo garaje y contamos con un colaborador entusiasta más: El
general Perón, que estaba constantemente junto a nosotros y nos ayudaba
a abrir paquetes y desarmar cajones.’
Nos hallamos en los actuales depósitos de la Fundación Eva Perón, situados en la calle José Evaristo Uriburu 920, imponente edificio que consta de seis amplios pisos totalmente ocupados con las más diversas mercaderías.
Allí, en un local del primer piso, existe una reproducción exacta de “Las Delicias”, con las estanterías dispuestas de la misma manera que lo estaban el garaje de la Residencia Presidencial. La conservación está a cargo de uno do los modestos obreros que la cuidaban en aquella época histórica.
“¿Desde cuándo funcionan aquí estos depósitos?” preguntamos al encargado. “Cuando la Señora regresó de su viaje a Europa, allá por septiembre de 1947, el viejo local de “Las Delicias” resultó insuficiente para contener las donaciones que continuamente venían recibiéndose y entonces nos hemos trasladado aquí. Los amplios depósitos se vieron pronto colmados. Pero en este rincón conservamos religiosamente una reproducción exacta de “Las Delicias”.
Alzamos la vista, mientras nuestro informante nos lee, emocionado, un gran cartel que hay encima de una pila de cajas: “Las Delicias” Con este nombre se inició en la Residencia Presidencial la Fundación Eva Perón.
Y agrega, con la mirada perdida en un horizonte de recuerdos: “Yo estuve desde un principio con Evita. Atendía, junto con otros compañeros, “Las Delicias” en la Residencia Presidencial. Hasta allí llegaban las boletas firmadas por Evita en sus agotadoras jornadas de ayuda social, primero en una oficina del Palacio de Correos y luego en su histórico despacho de la Secretaría de Trabajo y Previsión. ¡Cuántas, cuántas cosas hemos entregado a los humildes por indicación de Evita!”
Nos acompaña a recorrer las distintas dependencias de los actuales depósitos: la planta baja está dedicada a menajes y juguetes; en el primer piso a la sección señoras; en los segundo y tercero, a los artículos para niños y niñas; en el cuarto, artículos para hombres; el quinto, calzados, y en el sexto es atendida la sección de libros y la Expedición al Exterior.
Excede de las dimensiones de un artículo periodístico nuestro afán de destacar en su justo relieve la extraordinaria magnitud de la obra llevada a cabo en bien de los humildes por la Señora Eva Perón. La sola enunciación cronológica de sus magníficas inauguraciones, en las que siempre estuvo presente el General Perón con su consejo y palabra rectora, da una idea de tanta grandeza, de tanta obra de amor. En medio de la agobiadora labor de todos los días, Evita hallaba tiempo para inspeccionar las obras en construcción e inaugurar consecutivamente Hogares de Tránsito, escuelas, policlínicos modelos y establecimientos que, por su estructura y comodidades modernas, son únicos en el mundo.
El 3 de abril de 1948 inaugura el Hogar de Tránsito N° 1, situado
en la calle Carlos Calvo N° 102.
El 19 de junio de 1948, el Hogar de Tránsito N° 2, en la calle
Lafinur N° 2988 [actual Museo Evita].
El 14 de agosto de 1948, el Hogar de Tránsito N° 3, de la calle
Austria 2561.
El 17 de octubre de 1948, el Hogar de Ancianos ‘Coronel Perón’
en Burzaco.
El 30 de diciembre de 1949, el Hogar de la Empleada ‘General José
de San Martín’ en la avenida de Mayo 869, de esta capital.
El 14 de julio de 1949, la Ciudad Infantil, en Echeverría 955, de
esta capital.
El 13 de septiembre de 1950, la Escuela de Enfermeras, en Callao N°
1218.
La casa central de la Fundación funciona en dos grandes edificios
situados uno en Paseo Colón 533 y el otro en la misma avenida, enfrente,
en el N° 568.
El primero consta de once pesos y en él sesiona el Honorable Consejo,
existe un Museo de la Fundación y funcionan los Departamentos de
Secretaría, Administración, Educación, Jurídico
y la Gerencia y Subgerencia. En Paseo Colón 568 tienen su sede los
Departamentos de Asistencia Médica y de Turismo. Además, en
el edificio de la Avenida de Mayo 591 realizan su cometido los Departamentos
de Acción Social y Deportes, construcciones y la Comisión
de Fomento Cinematográfico, en el sexto piso de Diagonal Norte 501,
el de Abastecimiento.
En Almafuerte 340, de esta Capital, tiene su sede la División Proveedurías,
de cuyo contralor dependen las 140 proveedurías que ha instalado
la Fundación Eva Perón en distintos barrios de la Capital.
Asimismo la Fundación, además de los mencionados depósitos
de José Evaristo Uriburu 920, posee importantes locales de almacenamiento
en los diques 1 y 4 del Puerto de Buenos Aires.
Los establecimientos de la Fundación Eva Perón que se hallan
actualmente en funcionamiento en todo el país, además de los
que mencionamos al principio de esta nota, son los siguientes:
Ciudad Estudiantil “Presidente Perón”, situada en el
barrio de Belgrano de esta Capital; Policlínico Presidente Perón,
Avellaneda, provincia de Buenos Aires;
Policlínico Evita, Lanús, provincia de Buenos Aires;
Policlínico Eva Perón, San Martín, provincia de Buenos
Aires; Policlínico “22 de Agosto” , Ezeiza, provincia
de Buenos Aires;
Policlínico para Niños Presidente Perón, Catamarca
Policlínicos Regionales en Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca,
La Rioja, Mendoza, San Luis, Santiago del Estero, Santa Fe, Corrientes y
Entre Ríos;
Instituto de Quemados, Viamonte 2189 de esta Capital;
Hogar Escuela Evita, en Ezeiza;
Hogar Escuela Coronel Juan Perón, en la capital de Jujuy;
Hogar Escuela Evita, Termas de Reyes, Jujuy;
Hogar Escuela Juan D. Perón en la capital de Salta;
Hogar Escuela Presidente Perón , Tucumán, capital de provincia;
Hogar Escuela 17 de Octubre, Catamarca; Hogar Escuela Coronel Perón,
La Rioja;
Hogares Escuelas “Coronel Juan Perón” y “Gobernador
Ruperto Godoy” en San Juan Hogar Escuela 17 de Octubre en Mendoza;
Hogar Escuela en Santa Rosa, provincia Eva Perón;
Hogar Escuela “22 de Agosto” en Mercedes, San Luis; Hogar Escuela
“Presidente Perón” en Santiago del Estero;
Hogar Escuela “Coronel Perón” Córdoba;
Hogar Escuela en Resistencia, Provincia Presidente Perón;
Hogar Escuela “Coronel Juan Perón” en Granadero Baigorria,
provincia de Santa Fe;
Hogar Escuela “Presidente Perón” en la capital de la
provincia de Corrientes;
Hogares Escuelas en Paraná, Entre Ríos y Comodoro Rivadavia;
Hotel Internacional en Ezeiza, provincia de Buenos Aires;
Hoteles de Turismo en Chapadmalal;
Hotel Puente del Inca, Villa Eva Perón, Mendoza;
Hoteles y Grupos de Casitas en Embalse Río Tercero, Córdoba.
Se encuentran en construcción y por habilitarse:
Ciudad Universitaria, en la capital de Mendoza;
Ciudad Universitaria, en Córdoba;
Ciudad Universitaria, Ezeiza;
Policlínico de Lactantes y de Epidemiología, en las calles
Chorroarín y Warnes, de esta capital;
Policlínicos Regionales en Paraná, Entre Ríos, y Neuquén
y el Hogar de Ancianos y Ancianas en Recreo, provincia de Santa Fe.
Tal es, a grandes rasgos, la Fundación Eva Perón en la actualidad.
Es hoy enorme y de vastas proyecciones su acción de Justicia Social.
Pero siempre es “Las Delicias”; conserva intacto el recuerdo
imborrable y el espíritu de su insigne Fundadora.
© Noemí Castiñeiras Instituto Nacional de Investigaciones
Históricas Eva Perón
Lafinur 2988
CI 425 FAB Buenos Aires, Argentina, 2001
La comprensión de la acción social realizada por Evita en el marco general de la obra del primer gobierno peronista y, particularmente, desde la Fundación Eva Perón, debe necesariamente remitirnos al significado del giro producido entonces en materia de política social, encuadrado “dentro de la tendencia de los gobiernos surgidos de la Revolución del 4 de Junio de 1943 a modernizar, reestructurar y ampliar el aparato estatal, estableciendo un mayor control sobre algunas instituciones y también poniendo en práctica una política social esencialmente opuesta a la que existía hasta ese momento.” (Navarro, Marysa: Evita. Bs. As. Planeta, 1994, p. 239)
La era de la política social argentina iniciada por Perón
desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, y que signó
su posterior gestión gubernativa, permaneció indisolublemente
ligada al nombre de Evita.
En principio, no debía extrañar que la Primera Dama incursionara
en el ámbito de la “asistencia social”. Todas lo habían
hecho.
Siendo considerado un espacio de privilegio para la manifestación de las “hermosas cualidades que posee el bello sexo en grado eminente”, las instituciones de esta órbita fueron confiadas desde sus inicios a las damas de la sociedad porteña. El decreto de la creación de la Sociedad de Beneficencia, del 2 de enero de 1823, les confiaba “la dirección e inspección de las escuelas de niñas, de la casa de expósitos, de la casa de partos públicos y ocultos, hospitales de mujeres, colegio de huérfanas y de todo establecimiento público dirigido al bien de los individuos de este sexo”.
El objeto primordial que guió entonces al gobierno-“la perfección
de la moral, el cultivo del espíritu en el bello sexo y la dedicación
del mismo a lo que se llama industria” (acta de Instalación
de la Sociedad de Beneficencia, Bs. As., 12 abril de 1823)- se vio ampliado
con el correr de los años, haciéndose cargo la Sociedad de
Institutos de Minoridad y Centros de Salud de ambos sexos.
La trayectoria de esta institución, que contaba para su funcionamiento
con donaciones, subvenciones del Estado (De los $17.130.839 dedicados a
la asistencia social en el Presupuesto de 1938, $9.989.890 correspondieron
a la Sociedad de Beneficencia. En 1946 recibió del Presupuesto nacional
la suma de $21.889.406 para sueldos y gastos administrativos) y producidos
de colectas y eventos sociales, no estuvo exenta de conflictos con sus empleados,
que percibían magros salaries y trabajaban sin descanso acorde (Véase
Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1939)
El tema fue puesto en el tapete a poco de llegado el peronismo al poder. El 14 de junio de 1946, doscientos empleados de la Sociedad de Beneficencia firman un memorial en el que exponen su situación. Pocos días después, la cuestión quedó instalada en el Senado, donde el senador Diego Luis Molinari introdujo un pedido de intervención, transmitido el 25 de julio al Poder Ejecutivo.
Como bien manifiesta Marysa Navarro, “todas estas instituciones se adecuaban a la Argentina preperonista, pero eran un anacronismo, una contradicción profunda en la sociedad que se va gestando a partir del ascenso de Perón al gobierno” (Navarro, Evita, p.242).
Así, el decreto 9414/46 declaró intervenida a la Sociedad de Beneficencia de la Capital, “a fin de reestructurar su organización y ajustar su funcionamiento a las normas técnicas y principios de asistencia y previsión social” que inspiraban la política gubernamental, siendo designado interventor el Dr. Armando Méndez San Martín.
La oposición vinculó este hecho con Eva Perón, atribuyéndole haber sido factor determinante en la decisión del ejecutivo, despechada por el rechazo de que era objeto por parte de las damas de la Sociedad. El relato de Mary Main, profusamente repetido y que ha servido de base de mucha literatura, es suficientemente ejemplificador de la versión [la “biografía” de Mary Main no tiene ni notas a pie de página, ni documentación de fuentes, ni bibliografía; sin embargo, es la base de la ópera Evita]:
“La costumbre había establecido que la mujer del presidente fuera designada presidenta honoraria de la Sociedad.
“Cuando Perón ascendió al poder las buenas señoras se encontraron frente a un dilema, ya que les resultaba imposible nombrar presidenta a esa mujer. Hubiera establecido una relación social entre ellas y Eva pertenecía a esa clase de personas que debían haber estado entre aquellos que recibían caridad y no entre los que la administran. No, era absurdo pensarlo siquiera, de manera que no se movieron.
“Eva no permitió que pasaran sobre ella y les hizo preguntar las razones que las habían llevado a no ofrecerle la presidencia. Le respondieron, con esa amabilidad nunca desmentida, que era demasiado joven y que su organización exigía la dirección de personas de mayor madurez.
“Eva les propuso que designaran a su madre, doña Juana, una sugestión que nos hace atribuirle bastante sentido del humor.
“Las señoras se indignaron ante la sugerencia y ni siquiera el maleable cardenal Copello, a quien recurrió Eva, pudo hacerlas cambiar de actitud…
“El desaire tuvo unas consecuencias que esas damas, durante tanto tiempo en posiciones inexpugnables, no podían haber previsto. Eva decidió eliminarlas y destruir la Sociedad y en su furia destructora planeó su propia institución de beneficencia…” (Main, Mary, La mujer del látigo: Eva Perón, Bs. As., Ed. La Reja, 1956, págs. 71-72)
Fermín Chávez, en su obra Eva Perón Sin Mitos (Ed. Theoría, Bs As, 1996, pgs. 189-190) recoge el siguiente relato que el Dr. Leloir hiciera al Dr. Esteban Rey:
“Como es sabido, existía un conflicto que tomó estado público y que culminó con la intervención de la Sociedad por el gobierno peronista. El doctor Leloir, quien era pariente de la última presidenta de la Sociedad, se hizo eco de la preocupación de las Damas en el sentido de no quedar manchadas para la posteridad, por todo lo que se decía de ellas. Así fue portador de una invitación para que Evita visitara, acompañado por él a su parienta… Estaban presentes las damas integrantes de la última comisión directiva de la Sociedad. La reunión fue muy tensa, al principio, pero la modalidad jovial y compradora de Evita ganó a las Damas mientras se servía el té tradicional… La Presidenta… luego de manifestarle su satisfacción por lo que estaba sucediendo, le dijo: ‘Señora, hemos pensado apoyar a partir de ahora su trabajo y, para empezar, acabamos de programar una partida de bridge en el Plaza…’ No pudo terminar la frase. Cortante, Eva Perón se puso de pie y les dijo: ‘¡Eso no! Han de saber ustedes que en este país se ha terminado para siempre el tiempo en que el dolor de los pobres sirve de entretenimiento de los ricos. ¡Buenas tardes, señoras!’
En rigor, como hemos visto, la suerte de la tradicional institución
estaba conceptualmente sellada desde 1943, es decir mucho tiempo antes de
que Evita pudiera tener injerencia alguna. La beneficencia, tal como se
la concebía y practicaba hasta entonces en nuestro país tocaba
a su fin para dar paso a la justicia social.
“Perón me ha enseñado-dirá Eva Perón en
La Razón de mi Vida [pgs. 181-183, ed. Peuser, Bs. As., 1951]-que
lo que yo hago a favor de los humildes de mi Patria no es más que
justicia. (…) “No es filantropía, ni es caridad, ni es
limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficencia. Ni siquiera es ayuda
social, aunque por darle un nombre aproximado yo le he puesto ése.
“Para mí es estrictamente justicia. Lo que más me indignaba al principio de la ayuda social, era que me la calificasen de limosna o de beneficencia.
“Porque la limosna para mí fue siempre un placer de los ricos…. Y … para que la limosna fuese aún más miserable y más cruel, inventaron la beneficencia y así añadieron … el placer de divertirse alegremente con el pretexto del hambre de los pobres. La limosna y la beneficencia son para mí ostentación de riqueza y de poder para humillar a los humildes.
“Y muchas veces todavía, en el colmo de la hipocresía, los ricos y los poderosos decían que eso era caridad porque daban-eso creían ellos-por amor a Dios.
“¡Yo creo que Dios muchas veces se ha avergonzado de lo que los pobres recibían en su nombre!”
Comienza la tarea
“Antes de entrar en tema es conveniente recordar que Perón no es sólo Presidente de la República; es, además, conductor de su pueblo.
“Esta es una circunstancia fundamental y se relaciona directamente con mi decisión de ser una esposa del Presidente de la República distinta del modelo antiguo.” (Eva Perón, La Razón de Mi Vida, p.86)
[p.88] “A la doble personalidad de Perón debía corresponder una doble personalidad en mí: una, la de Eva Perón, mujer del Presidente, cuyo trabajo es sencillo y agradable, trabajo de los días de fiesta, de recibir honores, de funciones de gala; y otra, la de Evita, mujer del Líder de un pueblo que ha depositado en él toda su fe, toda su esperanza y todo su amor.”
En tal convencimiento, Evita comenzó a desarrollar su actividad como Puente entre Perón y su pueblo inmediatamente después del 4 de junio de 1946, fecha de asunción del Nuevo gobierno. Intercede a favor de los trabajadores, recorre barrios humildes, distribuye ropas y alimentos entre familias necesitadas, soluciona casos particulares que le llegan por carta a la Residencia Presidencial, a la vez que atiende allí mismo otros.
Si bien ya avisoraba la dificultad de la empresa aun antes de emprenderla,
sólo se convenció de su magnitud cuando se le presentó
en toda su realidad. Pero, para ese entonces ya había suprimido de
su diccionario la palabra imposible.
“Primero atendí personalmente todo. Luego tuve que pedir auxilio.
Y por fin me vi obligada a organizar el trabajo que en pocas semanas se
hizo extraordinario.” (Eva Perón, La Razón, p. 166).
En un primer momento contó con el auxilio de empleados de la Residencia.
Atilio Renzi-Intendente de la misma-será su mano derecha. Uno de
los garages fue convertido en depósito:
“Cuando Eva Perón regresó de un viaje a la Provincia
de Santa Fe-recuerda-se entusiasmó con la idea de crear una organización
de ayuda social. Y cuando los gremios comenzaron a enviarle cargamentos
con donativos (los tucumanos, azúcar; los textiles, telas y ropas;
los obreros de las curtiembres, cueros y zapatos), tuvimos que buscar un
lugar para depositarlos: un Viejo garage fuera de uso. El cocinero Bartolo,
los mozos Sánchez y Fernández, la mucama Irma y yo, bautizamos
al lugar como “Tienda Las Decicias.”
Cuando Perón se iba a dormir, solíamos quedarnos con Eva
hasta la madrugada para empaquetar las mercaderías. El azúcar
era nuestro mayor problema: con su entusiasmo, la señora tiraba al
suelo más de lo que envasaba dentro de las bolsas de papel.”
(in Borroni-Vaca: La Vida de Eva Perón/I, Bs. As., 1971, p.226)
“Antes de su viaje, Evita era consciente de la necesidad de ampliar
su estructoura de ayuda social. La gente acudía a verla con necesidades
más urgentes cada vez. Carencias más apremiantes y, por supuesto,
más costosas de resolver. Por otro lado, quienes la acompañaban
hasta ese momento resultaban insuficientes: necesitaba un lugar físico
mayor y mayor cantidad de colaboradores.” (Ferioli, Fundación
Eva Perón /I, Bs. As., 1990, p. 15)
En un pasaje de La Razón de mi Vida, al evocar su gira por Europa
[en 1947], recuerda us interés por ver entonces aquello que Europa
había realizado en material de obras sociales.
.....
“Cada vez que se me presentó la ocasión o aun buscándola secreta o públicamente, visité cuanta obra social me fue posible. Hoy, a tres años de aquel viaje… puedo decir que, salvo algunas excepciones, en aquellas visitas de aprendizaje conocí todo lo que no debía ser en nuestra tierra una obra de ayuda social. Los pueblos y gobiernos que visité perdonarán esta franqueza mía tan clara, pero tan honrada.
Por otra parte, ello-pueblo y gobierno-no tienen la culpa. El siglo que precedió a Perón en la Argentina es el mismo siglo que los precedió a ellos.
Las obras sociales de Europa son, en su inmensa mayoría, frías y pobres. Muchas obras han sido construidas con criterio de ricos… y el rico, cuando piensa para el pobre, piensa en pobre. Otras han sido hechas con criterio de Estado: y el Estado sólo construye burocráticamente, vale decir con frialdad en la que el gran ausente es el amor.” (Eva Perón, La Razón, pgs. 224-225)
En otro párrafo vuelve sobre el tema de las características del rol del Estado, al recordar un diálogo sostenido con Perón sobre la conveniencia de que fuera ella o algún organismo oficial quien encarara de allí en más la tarea.
Y fue el mismo Perón quien me dijo: ‘Los pueblos muy castigados por la injusticia tienen más confianza en las personas que en las instituciones. En esto, más que en todo lo demás, le tengo miedo a la burocracia. En el gobierno es necesario tener mucha paciencia y saber esperar para que todo marche. Pero en las obras de ayuda social no se puede hacer esperar a nadie.’ Aquel razonamiento lógico y simple como todos los de Perón me confirmó en el puesto que él, los descamisados y yo habíamos elegidos para mí.”
Así, poco tiempo después, la entonces llamada Cruzada de
Ayuda Social u Obra de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón
daría paso a la Fundación de Ayuda Social María Eva
Duarte de Perón “como consecuencia de la amplitud que habían
tomado las actividades de Evita en el campo social y de la necesidad de
establecer un organismo con personería jurídica que las centralizara
y controlara.” (Navarro, Evita, p. 243)
La Fundacion Ayuda Social María Eva Duarte de Perón quedó
constituida el 19 de junio de 1948. Por el decreto n° 220.564 del 8
de julio de 1948 se le concedió personería jurídica
y aprobó su Estatuto.
"And the money came rolling in!" Millones han escuchado la canción
de la Ópera Evita de Lloyd Weber.
Desgraciadamente, como ya se ha señalado en otros trabajos del sitio
Evita Perón Historical Research Foundation, la Ópera Evita
se basa en una “biografía” de Evita escrito por María
Flores, seudónimo de Mary Main, un libro sin notas de página,
ni referencias, fuentes, bibliografía o entrevistas documentadas
que le darían credibilidad.
El 19 de junio de 1948, el Decreto 220.564 estableció jurídicamente
la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón.
Evita donó $10,000 pesos argentinos como patrimonio inicial. “[A]
mediados del año 1948, la Fundación poseía como todo
capital la suma de m$n 10.000 …” (Fundación Eva Perón:
Memoria y Balance al 31 de Julio de 1952, Presentada por el Administrador
General, Dr. Ramón A. Cereijo (Buenos Aires, 1952).
El 13 de octubre de 1955, cuando el gobierno militar confiscó sus bienes, la Fundación tenía “un activo de tres mil doscientos ochenta millones cuatrocientos cincuenta y ocho mil ochocientos doce pesos con diez centavos: $3.280.458.812,10. (Néstor Ferioli, La Fundación Eva Perón/1 Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1990, 37).
Setenta por ciento de la capital de la Fundación venía de
los trabajadores.
Tanto Marysa Navarro (Evita, Buenos Aires: Corregidor, 1981, 250) como Néstor
Ferioli señalan que la mayor parte del dinero de la Fundación
venía de donaciones; Ferioli es específico: setenta por ciento
venía de las donaciones de los trabajadores (Ferioli/FEP/I, 41).
“Los recursos con los cuales se manejaba la Fundación provenían
de las siguientes fuentes:
aportes sindicales dictados por ley
donaciones espontáneas de trabajadores agremiados o asociados
porcentajes deducidos de determinados convenios colectivos de trabajo
subsidios estatales, provinciales o municipales
donaciones y colaboraciones empresarias
donaciones de particulares
recursos eventuales” (Ferioli, FEP/I, 40)
No fueron los legisladores peronistas del Congreso los primeros en aprobar leyes que designaban fondos a obras de asistencia social. Por ejemplo, en 1945, el presupuesto de la Sociedad de Beneficencia fue $22,232,280 pesos argentinos y $21,889,906 de esos pesos provinieron del gobierno argentino como subsidio (lo que quiere decir que el sector privado sólo contribuyó $342,374 pesos a la Sociedad). Otras instituciones recibieron subsidios pero ninguna con la generosidad que beneficiaba la Sociedad de Beneficencia. (La Nación, 27 de mayo de 1945). La minoridad radical del Congreso se opuso ferozmente a destinar fondos a la Fundación aunque nunca se había opuesto a los generosos subsidios de los gobiernos anteriores a la Sociedad de Beneficencia. “Es curioso que el partido radical no se opusiera nunca a las viejas damas, a las que también subvencionó el Estado y al boato que las mismas usaban en el reparto de sus limosnas.” (Carmen Llorca, Llamadme Evita (Barcelona: Planeta, 1981, nota 27, pié de página 206)
De 1950 a 1955, leyes y decretos asignaron recursos a la Fundación:
• Ley 13.941 (30-09-50) aumentó la entrada al Hipódromo
de Buenos Aires en un tres por ciento.
• Resolución 266 (06-10-50) requirió que la CGT retuviera
y depositara los sueldos del primero de mayo y del 12 de octubre en el Banco
Nación para transferirlos a la Fundación.
• Ley 13.992 (31-10-50) designó una contribución de
dos por ciento que los empleadores debían descontar del aguinaldo
de los trabajadores.
• Ley 5.627 de la Provincia de Buenos Aires (16-11-50) establecía
un impuesto adicional del tres por ciento sobre las apuestas en los Hipódromos
de la Provincia.
• Ley 14.044 (2-8-51) se destinaban las multas recogidas por la Ley
4097 sobre juegos de azar a la Fundación.
• Ley 14.060 (1951) otorgaba mejoras en las asignaciones para todo
el personal de la Administración Pública Nacional que eran
del ocho al veinte por ciento más un adicional por coso de vida y
salario familiar; de esta mejora se deducía un porcentaje destinado
a la Fundación.
• Decreto 6000 (25-3-52) actualizaban las mejoras obtenidas por el
decreto 7025.
• Ley 14231 (31-10-53) se le asignaba a la Fundación el cincuenta
por ciento del excedente neto que arrojaba el seguro de vida para espectadores
y participantes de juegos deportivos. (Ferioli, FEP/I, 43-44)
Como ejemplo de cómo la mayor parte de los fondos venían
de los trabajadores, Ferioli cita el primer semestre de 1949. “[D]el
total de donaciones en efectivo o en objetos recibidas por Evita en la Secretaría,
un sesenta y cuatro por ciento provienen de sindicatos o asociaciones gremiales;
el resto se divide en partes iguales: un dieciocho por ciento corresponde
a delegaciones de trabajadores no en representación gremial y el
otro dieciocho a particulares. Las sumas donadas van desde el millón
cien mil pesos donados por la Unión Ferroviaria el 11 de mayo, hasta…
las cinco mil camas metálicas donadas por Robert Sherower de la Compañía
Products Transportation Line, Inc. De New York…” (Ferioli, FEP/I,
42).
Cuando Evita mediaba en los conflictos entre obreros y empleadores, cuando
solucionaba sus desacuerdos y gracias a su mediación se firmaba los
convenios o contratos, después de 1948, se acostumbraba destinar
un porcentaje a la Fundación (Ferioli, FEP/I, 44). La donación
era en proporción con el aumento. “Por ejemplo, consta el Convenio
N° 120 del 21-9-50, que se retuvo el dos por ciento de los haberes correspondientes
al primer mes de sueldo, de las mejoras obtenidas por los empleados y obreros
de la Industria de Artículos para el Escritorio. [U]no de los máximos
aportes lo realizó el gremio de Empleados de Comercio… destinando
a la Fundación el cincuenta por ciento de los aumentos de los meses
de mayo y junio del año 1950 (Convenio N° 141 del 31 de julio
de 1950).” (ibid)
En 1948, Rafael Urruela, Presidente del “Inter-American News Association”, visitó la Argentina y conoció a Perón y Evita. Durante una tarde que el Sr. Urruela pasó con Evita, ella se reunió con varios delegaciones de obreros que aportaron donaciones a la Fundación. El Sr. Urruela hizo una lista parcial en pesos de los donadores y de las contribuciones de un día de 1948:
- Sindicato de Obreros de la Gelatina 600
- Colegio Normal N° 3 de Almafuerte 7,740
- Empleados de la Martona 25,100
- Empleados del Banco Hipotecario Nacional 7,800
- Obreros de la Vascongada 6,065
- Comité Coordinadora del Frigorífico Municipal 1,600
- Confederación de Pilotos del Río 5,000
(Rafael J. Urruela, Argentine Journey (Louisana: Inter American News Association, 1948) 77.
Una vez por mes, La CGT depositaba los aportes en la cuenta que la Fundación
mantenía en el Banco de la Nación. (Ferioli, FEP/I, 44).
El Estado destinaba una parte del presupuesto anual a la Fundación para subvencionar jubilaciones, pensiones a la vejez y becas para la enseñanza secundaria. Pero como la suma destinada a la Fundación fluctuaba según el presupuesto, el Dr. Ramón Cereijo, prudente administrador de la Fundación, propuso que se le diera el aumento del impuesto a las ventas, determinado por la Ley 13.343, ya que un impuesto a las ventas daría una suma-y por lo tanto permitiría proyectar un prepuesto-más estable. Pero nunca lo pudo lograr (Ferioli, FEP/I, 45).
Evita presenciaba las donaciones recibidas por el ministro de Hacienda o el administrador de la Fundación, pero trató de no tener contacto directo con el dinero en efectivo. Los donadores recibieron comprobantes y recibos. Muchas veces los ciudadanos quisieron ayudar con una contribución a su obra social. Por ejemplo, en su testamento la Sra. María Sebastián de Miniaci dejó un millón dos cientos mil pesos a la Fundación para construir un hogar escuela (ibid). El 14 de enero de 1949, el diario Democracia contó la historia de José Rodríguez García. Después de ganar la lotería, usó parte del dinero para construir una casa y el resto lo donó a la Fundación. En La Razón de Mi Vida, Evita cuenta la historia de una mujer que recibió una máquina de coser de la Fundación y le envió cinco pesos de sus primeras ganancias. Es evidente que Evita recordó la importancia de una máquina de coser como arma de trabajo en una familia monoparental.
Como dice Néstor Ferioli, Evita no era Robin Hood con faldas (ibid,
40), saqueando a los ricos para dar a los pobres. Sin embargo, sus enemigos
estaban tan convencidos que el dinero de la Fundación venía
de extorsiones que después del golpe de estado de 1955, los comerciantes
fueron invitados a denunciar todo incidente de extorsión o corrupción.
Aunque se estableció dos comisiones, sólo se hizo una denuncia
por parte de la mueblería Sagasti. La denuncia no tuvo éxito.
Sagasti había querido entregar a la Fundación camas mal hechas
y de madera inferior. La Corte falló en contra de la mueblería
(Ferioli, FEP/II, 161-162).
Ferioli señala también:
“Sobre el aporte que realizaban determinados empresarios, según
los peronistas de la primera hora, emergía de una relación
de conveniencia recíproca. ‘Evita no pedía nada; no
rastreaba ni exigía.’ Beneficiaba a las empresas facilitándoles
créditos del Instituto Argentino de Promoción Industrial y
éstas, en forma de agradecimiento-o buscando precisamente el crédito-hacían
donaciones en efectivo o en objetos para la Fundación. Por otro lado,
esta relación de conveniencia no fue privativa de Evita, ya que los
sectores empresarios han buscado a lo largo de la historia este tipo de
atenciones con los gobiernos de turno.”
(Ferioli, FEP/I, 40-41).
Evita recibía ayuda de su amigo Dodero, el magnate naviero, y de
los Fortabat, una familia que donó cemento para la construcción
de sus obras. Evita reconocía públicamente a los que ayudaron
con donaciones. Cuando inauguró la Ciudad Infantil en 1949, agradeció
a muchos donadores, entre ellos la Tienda Los Gobelinos, Lutz Ferrando y
Au Mueble Rustique (ibid).
En su biografía Evita, Marysa Navarro presenta una lista de los haberes
de la Fundación (Navarro, Evita, 251):
- Donaciones en efectivo 291.964.794,29
- Convenios Colectivos de Trabajo 50.126.644.86
- Resolución 266 156.025.792,58
- Alquileres 1.402.760,20
- Convenio cinematográfico 31.405,627
- Hoteles y colonias 12.399.079
- Hogar de la Empleada 5.430.531,85
- Loterías 27.742.800
- Ley 13.992, artículos 4° y 5° 60.028.881,62
- Casinos 130.685.451,82
- Impuestos a las carreras 80.084.537,52
- Leyes 14.028 y 14.044 523.339,65
- Producidos varios 39.491.796,67
Meticuloso y prudente, el administrador Ramón Cereijo planificó
con visión y realismo, y la Fundación siempre operaba dentro
de su presupuesto.
Después de la muerte de Evita el 26 de julio de 1952, Perón
reorganizó la Fundación. Cereijo y Atilio Renzi, secretario
infatigable e irreprochable de Evita, se quedaron como parte del equipo.
Un consejo de nueve miembros (cinco obreros y cuatro delegados del estado)
y Perón como presidente se reunían cada quince días.
Por ejemplo, el 21 de diciembre de 1953, de 9:30 hasta las 12:00 se reunieron
el Dr. Pedro Bonanni, Ministro de Hacienda; el Ing. Civil don Roberto Dupeyron,
Ministro de Obras Públicas; el Sr. Eduardo Vuletich, Secretario general
de la CGT; Sra. María Rosa Calviño, Senadora Nacional; el
Sr. Atilio Renzi; el Dr. Ramón Cereijo; el Sr. José Alonso,
Diputado Nacional; el Dr. Ricardo Finochietto; y el Presidente de la República,
el General Juan Domingo Perón (Cereijo, Memoria y Balance, n/p).
Más tarde Perón nombró al teniente coronel Alberto Bolaños como Gerente General. Bolaños le dio a la Fundación la organización administrativa que necesitaba después de la muerte de Evita; estableció tres ramos: ejecutivo, administrativo y financiero.
La Fundación continuó a funcionar eficazmente pero había
perdido su corazón; nadie tenía el amor apasionado y sacrificado
de Evita, ni su dedicación total de tiempo y talento a los desamparados,
ni (con la excepción de Perón) el poder de contradecir los
ministros y requerir soluciones inmediatas a los problemas.
La Fundación continuó hasta septiembre de 1955, cuando un
golpe militar obligó a Perón a partir al exilio. Desde que
Perón fue elegido por primera vez en 1946, las fuerzas opositoras
habían trabajado para derrocar su gobierno. Marysa Navarro observó,
“[L]os sectores que se habían unido bajo el manto de la Unión
Democrática le declararon una guerra sin cuartel. No aceptaron nunca
su derrota. A pesar de que Perón fue elegido en una de las elecciones
más correctas de la Argentina moderna … se comportaron como
si Perón fuera por definición un gobernante totalitario. Desde
el momento en que tomó el poder, lo enfrentaron como tal, jaqueándolo
en las Cámaras, denigrándolo en su prensa, endureciendo constantemente
sus ataques y muy pronto conspirando contra él.” (Navarro,
Evita, 313-314).
En 1948, Rafael Urruela, presidente del Inter American News Association, se dio cuenta de la hostilidad de la oposición: “Ya no se puede considerar la oposición al Presidente Perón como oposición a su credo político. Se ha convertido en arma de obstrucción y los partidos que se oponen al Presidente nunca ofrecen ningún programa positivo. Sus acciones son totalmente negativos. Sólo es necesario presenciar las sesiones del Congreso para apreciar la profundidad con la cual hombres que en otras circunstancias son inteligentes y de buena voluntad pueden caerse. (Urruela, Argentine Journey, 154).
Después del golpe militar, la Fundación fue saqueada sistemáticamente y al final destruída. Se rompieron los frascos de los bancos de sangre de los hospitales de la Fundación porque cada frasco tenía el sello “ Fundación Eva Perón”. Los pulmotores (iron lungs) fueron secuestrados durante una epidemia de polio porque tenían placas metálicas con las palabras “Fundación Eva Perón”. Se determinó que los muebles de los hospitales, hogares para niños, hogares escuelas y hogares de tránsito eran demasiado lujosos para los ahora sin privilegios. Fueron confiscados, como fueron confiscados los regalos que los jefes de estado dieron a Evita durante su viaje a Europa (que ella usó para adornar sus hospitales y hogares), vendidos en remates privados o destruidos. Camiones militares llegaban a los edificios y depósitos de la Fundación y partían llenos. Lo que no se robó, se destruyó (se quemaron montañas de sábanas y frazadas cuando se podría haber quitado las etiquetas ofensivas para usarlos).
Los militares pasaron leyes prohibiendo nombrar a Perón o a Eva Perón o a tener sus fotos en casa (decreto 4.161/55, firmado por Aramburu y Rojas). La pena: hasta seis años de cárcel. Peronistas que resistieron a los militares fueron arrestados, torturados y a veces fusilados.
Se formaron comisiones y subcomisiones para desmantelar la Fundación y disponer de su capital. La subcomisión N° 39 se quejó de que una organización destinado a ayudar a los humildes los había servido con un lujo que no correspondía a la cultura y costumbres de los destinatarios (ver Vicepresidente de la Nación. Comisión Nacional de Investigaciones: documentación, autores y Cómplices de las Irregularidades Cometidos durante la Segunda Tiranía [según ellos, Rosas fue el primer tirano y Perón el segundo], Tomo III, Buenos Aires, 1958, citado en Ferioli, FEP/II, 161). Traducido del lenguaje burocrático eso significaba que un cuadro de Caravaggio no debía estar en un Hogar de Tránsito donde mujeres y niños no poseían un nivel cultural suficiente para apreciar una obra de arte. Por eso, las obras de arte serían rematadas o regaladas a gente con capacidad para apreciarlas. La oligarquía y los militares se comportaron con vándalos, a pesar de que el General Lonardi había prometido que después del golpe no habría “ni vencedores ni vencidos.”
La Comisión Nacional también tuvo que admitir que : “A pesar de la exhaustiva investigación llevada a cabo no se han llegado a comprobar hechos que estuvieran penados por las leyes, pues el procedimiento técnico y legal al que se ajustaron las licitaciones, concursos de precios y compras han sido realizados en todo momento dentro de las normas administrativas de rutina, pero tampoco cabe duda alguna que ciertos jefes de dichas dependencias se encuentran comprometidos, pues muchos detalles nos llevan a esa presunción, mas al ser imposible probarlos por falta de elementos de juicio indispensables, no puede iniciarse acción judicial alguna contra los mismos.” (Ibid, citado en Ferioli, FEP/II, 161).
En 1990, Cereijo calculó que, “Tomando la paridad dólar al 24 de septiembre de 1955, el capital de la Fundación libre de deudas ascendería hoy a doscientos ochenta y nueve millones sesenta y siete mil setecientos noventa y un dólares con ochenta y cuatro centavos, que sumando un interés anual del cuatro por ciento a treinta y dos años ascendería a mil catorce millones sesenta y seis mil setecientos noventa y seis dólares con cincuenta centavos.
“Una dama católica, doña Adela Caprile [María Delfina Matilde Salomé Caprile de Ezcurra – ver Ferioli, FEP II, 167], que formó parte de la comisión liquidadora de la Fundación instaurada tras la caída del peronismo, nos ha confesado…’No se ha podido acusar a Evita de haberse quedado con un peso. Me gustaría poder decir lo mismo de los que colaboraron conmigo en la liquidación del organismo’.” Alicia Dujovne Ortiz, Eva Perón (New York: St. Martin’s Press, 1997), 238.
Las palabras de Adela Caprile prueban la injusticia de la canción de Lloyd Weber: “When the money keeps rolling out, you don’t keep books… Accountants only show things down, figures get in the way…Cuando sale el dinero a raudales, uno no se lleva las cuentas… los contadores sólo entorpecen; las figuras bloquean…”).
Los argentinos que participaron en el gobierno establecido por el golpe militar de 1955 tuvieron la intención de destruir, no preservar, obras y los documentos. Sin embargo, no tuvieron un éxito total. Los administradores de la Fundación, comenzando con Cereijo, SÍ llevaron las cuentas y SÍ pudieron rendir cuentas hasta el último centavo del dinero de los obreros. Los que han sostenido lo contrario han cometido una grave injusticia con respecto a Evita. Afortunadamente, las personas interesadas en la investigación histórica pueden encontrar la verdad.
En 1949, el ministro de Salud Pública y brillante neurólogo Ramón Carrillo estableció su meta: “Ningún habitante de la Nación puede estar desamparado por el solo hecho de carecer de recursos. El dolor y la enfermedad son niveladores sociales; por eso no existirá verdadera justicia social si el pobre no dispone de idénticas posibilidades de curase que el rico, si no cuenta con los mismos elementos e igual asistencia médica que éste.” (Política Sanitaria Argentina, Ministerio de Salud Pública de la Nación, 1949, p. 12). El doctor Carrillo estableció sus prioridades basándose en las áreas donde él veía que era urgente actuar: 1) mortalidad infantil; 2) tuberculosis; 3) enfermedades venéreas; 4) salud mental; 5) epidemias como el paludismo; 6) inválidos; 7) promedio de vida de la población.
Primero el Dr. Carrillo quería curar a los enfermos, luego prevenir las enfermedades y finalmente atacar los factores socioeconómicos que causaban las enfermedades (malnutrición, condiciones insalubres de trabajo, ignorancia de las medidas de higiene más básicas). Su Plan Analítico de Salud Pública publicado en 1947, explicaba las causas, las consecuencias y los efectos del atraso argentino en el campo salud.
Para mejorar la salud de la población, la Argentina necesitaba enfermeras profesionales-necesitaba 20,000 enfermeras! El Doctor Carrillo encontró una colaboradora inteligente y eficaz en la secretaria de la Escuela de Enfermeras del Hospital Peralta Ramos, Teresa Adelina Fiora. Ella propuso la centralización de todas las escuelas existentes y la creación de nuevos planes de estudio para modernizar la enseñanza.
En menos de un año, con el apoyo de un equipo de médicos que incluía el doctor Jorge Albertelli (médico de Evita), Teresa Fiora había organizado la Escuela de Enfermeras Eva Perón. El curso de doce materias duraba dos años. Durante el primer año las alumnas estudiaban Higiene y Epidemiología; Anatomía y Fisiología; Semiología; Patología general y Terapéutica y Defensa Nacional y Calamidades Públicas. En el segundo año estudiaban Primeros auxilios; Enfermería médica y quirúrgica; Obstetricia; Ginecología y Puericultura; Dietética y Medicina social. Un posgraduado llevaba dos años para completar e incluía una residencia y práctica hospitalaria en el Policlínico Presidente Perón en Avellaneda u otros hospitales de la Fundación Eva Perón (FEP) en Lanús, San Martín y Ramos Mejía. Las alumnas se especializaban en cursos que incluían radiografía, fisioterapia, neurología, y psiquiatría entre otros.
Cuando la Sociedad de Beneficencia dirigía las escuelas, las enfermeras no eran mucho mas que sirvientas, sin entrenamiento profesional.
Evita quería profesionales, capaces de trabajar en áreas alejados, sin médicos si fuera necesario. Las enfermeras aprendían a manejar los vehículos de la Fundación: ambulancias; ambulancias hospitales (cada una con diez camas y una sala de cirugía); ambulancias equipadas para la cirugía de urgencia; jeeps; motocicletas; y vehículos para transportar equipos médicos o enfermos.
Ya en septiembre de 1950, la Escuela de Enfermeras estaba totalmente integrada a la Fundación y en 1951 ya se habían graduado más de 5,000 enfermeras. El único requisito para entrar era el de la edad: entre 18-34 años. Alumnas sin recursos recibían subsidios económicos de la FEP. Adelina Fiora recordaba: “Muchas venían de hogares muy humildes y desconocían por completo el sentido de disciplina, indispensable para el estudio que emprenderían. Se me ocurrió, como una manera de enseñarles a organizarse, izar y arriar la bandera en el patio de la Escuela, tal como hacen en las escuelas primarias o secundarias. Así entraban a las aulas formadas y ubicadas en sus lugares.”
Delia Maldonado-una de las enfermeras de la Fundación-también se acordaba de la disciplina y del esmero con que las enfermeras cuidaban sus uniformes celestes. “La disciplina era una cosa que se nos inculcaba mucho. Una enfermera debe permanecer tranquila frente a cualquier cuadro o situación, sino, no puede ofrecer su ayuda como corresponde. Esa disciplina se manifestaba también en el respeto al enfermo. La primera lección que se nos dio, fue la de saludar siempre al paciente. Saludarle y preguntarle cómo se sentía. Teníamos que acompañar al enfermo, porque cuando uno está internado, por más buena atención, por más lujoso que sea el hospital, siempre existe una sensación de desamparo. Nosotros debíamos brindarle confianza y bienestar. Jamás se prendían las luces de la sala, se gritaba o se batía las manos para despertar a los pacientes [como hacían las enfermeras de la Sociedad de Beneficencia]. También debíamos estar vestidas permanentemente con el uniforme reglamentario que estaba a nuestro propio cuidado.”
Las enfermeras no se limitaban a trabajar en los hospitales. Junto con la Fuerza Aérea participaban en campañas contra el paludismo o el mal de chagas. Acompañaban a los médicos y asistentes sociales a llevar ayuda material y médica por el mundo entero, a los pueblos que enfrentaban terremotos, inundaciones u otros catástrofes. Algunas hasta dieron sus vidas en servicio de la humanidad. En 1949, un terremoto terrible sacudió al Ecuador. Al retornar a Buenos Aires, el avión que llevaba el equipo de la FEP se estrelló y murieron dos enfermeras. La Ciudad Infantil “Amanda Allen” y el Hogar de Tránsito “Luisa Komel” las conmemoraron.
La salud del pueblo argentino era de vital importancia para Perón
y para Evita.
En 1950, en La Nación Argentina, Justa, Libre y Soberana (p.321),
Perón declaró: “El Estado debe afrontar la asistencia
médica integral en beneficio de aquellos que ganan menos. Si me enfermaba
yo, supongamos que fuese millonario, traería médicos de cualquier
parte del mundo, es decir, a los más eminentes, que sólo operan
por diez o quince mil pesos, y tenía asegurada la posibilidad de
salvar la vida. En cambio, el pobre estaba totalmente alejado de toda posibilidad.
Y no es nada aquí, en Buenos Aires, en donde ...en los buenos hospitales
puede uno hacerse atender con médicos eminentes. Echen una mirada
al interior del país, donde el 50% de los que mueren, mueren sin
asistencia médica.
“En el país de la carne, en el país del pan, en el país que tiene 300 días del sol al año, en el país que tenemos de todo, en el país donde la población tiene mayor límite de posibilidades para la salud, el término medio de la vida está de 10 a 20 años por debajo de otros pueblos de Europa y 10 años debajo de los Estados Unidos. La salud pública organizada está destinada a prolongar de 10 a 20 años la vida de los habitantes, término medio.”
Desde la inauguración presidencial de Perón en 1946 hasta la muerte de Evita en 1952, el gobierno agregó 30,000 camas de hospital y la Fundación agregó 15,000.
Afortunadamente, durante su primera presidencia, Perón tuvo al Doctor Ramón Carrillo como Ministro de Salud. Un visionario que revolucionó la asistencia médica en la Argentina, Carrillo esbozó sus ideas para humanizar la medicina y poner la atención médica al alcance de todos en su Plan Analítico de Salud Pública (1947). Puso en práctica sus ideas cuando se inauguró el Policlínico Presidente Perón en la ciudad de Avellaneda en la Provincia de Buenos Aires.
Néstor Ferioli en La Fundación Eva Perón/2 (pgs. 120-122) describe el Policlínico:
En una superficie de cuatro hectáreas, se alzaban los cinco cuerpos
de cinco pisos cada uno, con capacidad de 600 camas, separadas por mamparas
para permitir una asistencia médica lo más individual posible.
La planta baja tenía una biblioteca, los servicios de guardia y urgencias
con una sala de cirugía y un vasto hall donde se encontraba la farmacia,
una gran sala de esterilización laboratorios, de análisis
clínicos, bacteriología e investigación. En el primer
piso funcionaba otorrinolaringología, reumatología, neurología,
neuropsiquiatría, odontología, hemoterapia y rayos; fisioterapia,
rayos X y ultra sonido y odontología (que atendía alrededor
de 250 pacientes diarios).
En el segundo piso estaban las salas de internación, separadas por sexo, la capilla y el internado de la Escuela de Enfermeras de la Fundación, una sala de conferencias con sillones individuales colocados en forma de anfiteatro donde tenían lugar demostraciones de práctica médica y cirugía para los estudiantes de medicina y enfermería. El tercer piso, el de la clínica quirúrgica, estaba reservado para los pacientes intervenidos o que debían someterse a intervención. Una sala para niños, luminoso y grande, estaba decorado con personajes de cuentos. Funcionaba también la administración del Servicio Social, cuyos asistentes se encargaban de asistir a cada familia y promover la medicina preventiva.
El cuarto piso era para la maternidad, ginecología y pediatría. Se realizaba un especial trabajo psicológico con las madres primerizas. En el quinto piso estaban las salas de cirugía, con cuatro quirófanos. Dos eran gigantescas, utilizados como ateneos de cirugía. En noviembre de 1951, Evita fue operada en el Políclinico por el doctor George Pack, de Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de New York, asistido por los cirujanos Jorge Albertelli y Ricardo Finochietto. En un pequeño pabellón aparte estaba el morgue con salas de autopsia.
En otro pabellón estaban los consultorios externos, dependencias de pediatría, ginecología, obstretricia, dietética, clínica médica, dermatología, protología y ortopedia. El Policlínico se especializaba en neumología, hematología, gastroenterología y cirugía cardiovascular. Mil quinientos personas trabajaban en el Policlínico: 218 formaban el cuerpo médico; 148 asistentes técnicos; 491 enfermeras; 342 personal de servicio; 59 funcionarios y 72 empleados y 116 trabajadores manuales (carpinteros, plomeros, jardineros, choferes, serenos, etc.). Un cuerpo de maestras ofrecían apoyo escolar a los niños para que no se retrasaran en la escuela y visitadoras domiciliarias para los enfermos con dolencias crónicas.
Evita quería asegurarse que la atención era lo mejor posible y solía visitar sus obras de noche y sin previo aviso. Néstor Ferioli entrevistó a Lala García Marín, una amiga de Evita que estaba a cargo de una farmacía abierta las 24 horas. Una vez Evita apareció a la una de la mañana, el pelo suelto, vestida con un pantalón blanco, una chaqueta y anteojos. Pidió a Lala que la acompañara al Policlínico Presidente Perón. Preocupada porque le habían contado que las guardias nocturnas no atendían bien, Evita quería investigar. Entraron. Un empleado español les dijo que tenían que esperar y se sentaron. Esperaron. No venía ningún médico. Evita le mandó a Lala a preguntar si tendrían que esperar mucho tiempo más. El español le dijo que esperara. Esperaron un tiempo más.
Evita dijo, “Lala, anda otra vez.”
Lala preguntó, “ ¿Señor, va a tardar mucho el
médico de la guardia?”
El empleado contestó, “Acá hay que esperar. No es cuestión
de llegar y querer...” Esperaron un poco más. De repente Evita
se levantó, sacó los anteojos y dijo, “Me llama el médico
de guardia, ¡urgente!”
“¿De parte de quién?”
“De parte de Eva Perón!”
Los médicos vinieron corriendo, prendiéndose los delantales,
muertos de sueño.
Evita pidió el Libro de Orden y comenzó a recorrer los pisos.
Con dulzura y respeto, despertando a cada tres o cuatro enfermos, preguntaba,
“Cómo lo tratan? ¿Le hicieron el análisis que
le tenían que hacer?” En cuanto se dieron cuenta de que no
estaban soñando, que realmente estaban hablando con Evita, los pacientes
empezaron a pedirle cosas por sus hijos o por sus nietos.
Uno puede imaginarse los cambios que ocurrieron después de esa visita, cuando la administración se dio cuenta de que la Capitana exigía disciplina al borde de sus naves. Los tres policlínicos ubicados en la Provincia de Buenos Aires- Presidente Perón en Avellaneda, Eva Perón en Lanús y Evita en San Martín- se conocían como “los gemelos” porque eran casi idénticos en diseño y servicios. Ofrecían una gama más completa de servicios que los trece policlínicos regionales. Además de los policlínicos, la Fundación construyó hospitales especializados tales como el Instituto del Quemado de Buenos Aires, el Hospital de Clínicas y Cirugía Toráxica de Ramos Mejía y el Pabellón para enfermos infecciosos de Haedo, y el Policlínico 22 de Agosto de Ezeiza.
En las montañas de Jujuy estaba una de las joyas de la corona de hospitales, una combinación de hospital/hogar escuela (ver “hogares escuelas” en FEP/Educación), construído para los niños con problemas de tipo renal, nervioso, o reumático. Ubicado en Terma de Reyes, cerca de la ciudad capital de Jujuy, el hospital tenía capacidad para 144 niños enfermos. Una gran piscina y baños termales con aguas minerales ayudaban a los enfermos a reponerse.
Después del golpe de estado de 1955, los militares echaron a los niños y convirtieron el hospital en un casino y hotel para oficiales y sus familias. En Buenos Aires, la Fundación había casi completado lo que hubiera sido el hospital de niños más grande de América Latina. Sólo faltaba agregar los últimos toques de instalación sanitaria. En septiembre de 1955, cuando los militares tomaron el gobierno, el General Aramburu dió la orden de parar la construcción del futuro Hospital de Niños. El edificio fue totalmente abandonado y se convirtió en un refugio para criminales.
En 1951, con la idea de que, si no todos los descamisados podrían llegar al hospital, el hospital podría llegar a los descamisados, la Fundación inauguró un nuevo estilo de atención médica: el Tren Sanitario. Enviado por el Policlínico Presidente Perón, el tren tenía doce vagones y llevaba un equipo médico especializado de 46 personas que vivían y comían en el tren. Durante cuatro meses viajó por el país. Un vagón se organizó como teatro para pasar películas y educar al pueblo en materia de higiene y medicina preventiva. El tren tenía su propio generador eléctrico, una farmacia, laboratorios, salas de rayos x, una sala de espera, una sala de cirugía, una sala de partos, salas donde atendían dentistas, médicos y ginecólogos; las vacunas, los medicamentos, todos los servicios eran gratuitos.
Uno de los logros más importantes de Evita, guiada por el Dr. Ramón
Carrillo, era de poner la atención médica y odontológica
al alcance del pueblo. Ella misma se hizo atender en el Policlínico
Presidente Perón. El 26 de julio de 1952, el día de su muerte,
por la primera vez en la historia argentina, “no había desigualdad
en la atención médica argentina.” (Navarro, p. 131).
¿Cuántas naciones ha logrado esa meta en sólo siete
años? Y cuántas han siquiera intentado lograr una atención
médica que cubría por igual a todos sus ciudadanos?
Bibliografía:
- Ferioli, Néstor. La Fundación Eva Perón/2. Buenos
Aires: Centro Editor de América Latina, 1990.
- Fraser, Nicholas & Marysa Navarro. Evita: The Real Life of Eva Perón.
New York: W.W. Norton & Company, 1996.
- Ortiz, Alicia Dujovne, Eva Perón. New York: St. Martin’s
Press, 1996.
- Fundación Eva Perón. Eva Perón and Her Social Work.
Buenos Aires: Subsecretaría de Informaciones, 1950.
- La Nación Argentina: Justa, Libre y Soberana. Buenos Aires: Ediciones
Peuser, 1950.
- Mundo Peronista, 1951.
Las damas de la Sociedad de Beneficencia crearon Escuela Hogares, edificios grandes y austeros con pasillos fríos y ventanas opacas para que los niños internados no podían ver afuera ni ser vistos de afuera. Vestidos con los mismos uniformes grises, las cabezas rapadas, llamados no por su nombre sino por el número cosido a su ropa, recibieron más entrenamiento que educación: se ponía el énfasis en la escuela como trabajo, taller, sweatshop. Las niñas trabajaron largas horas confeccionando ajuares para los bebés de las damas ricas que dirigían los asilos. Los niños sólo dejaban los asilos durante los la época navideña para pararse en las calles y mendigar dinero para la Sociedad de Beneficencia.
Los niños no eran los únicos explotados. Un informe del Congreso del año 1939 reveló que algunos empleados de la Sociedad de Beneficencia trabajaron de 12 a 14 horas diarias con un sólo día de descanso cada 10 o 15 días. Algunos no tenían ni un día libre y ganaban 45-90 pesos durante una época cuando el sueldo mínimo era de 120 pesos. (Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados, 1939, p. 444). El 95% de los fondos recaudados se usaban para pagar los salarios de las damas de caridad; sólo un 5% se destinó a mantener las obras (ver Felipe Pigna, Página 12, 30/4/2007).
Para Evita, la meta principal era crear un puerto seguro para los niños víctimas de las tempestades de la vida. La Fundación estableció veinte Hogares Escuela durante los siete años precedentes al golpe de estado de 1955. Los niños asistían a las escuelas públicas y cada uno mantenía los lazos con su familia nuclear siempre que fuera posible. Integración, no segregación, era el lema de cada Hogar Escuela.
La arquitectura de los Hogares Escuelas reflejaba su apertura a la sociedad. El cerco que rodeaba los edificios nunca llegaba más alto de un metro. Los edificios eran típicos de la arquitectura de la Fundación: estilo californiano misionero, amplios y bien iluminados, con techos de tejas rojas, muros blancos y jardines verdes. El decorado interior era de la más alta calidad, con mármol, mosaicos, camas de roble que todavía quedan despues de más de sesenta años de abandono. Manteles alegres y una abundancia de flores, murales pintados para encantar a los niños, libros y juguetes ayudaron a crear un ambiente hogareño.
Los hogares escuelas albergaron más de 16,000 niños en un momento cuando la población de la Argentina era alrededor de 16 millones; fueron construidos donde había más necesidad. Los padres que querían que sus hijos estuvieran en los hogares escuelas tenían que escribir personalmente a Evita (ellos tenían que tomar la iniciativa) y mientras se construyeran los hogares escuelas asistentes sociales visitaban las casas para verificar la situación de la familia y hacer una evaluación de lo que necesitaba.
La Fundación estableció una escala de prioridades para ser admitido:
1. Abandono material o moral
2. Enfermedad de padre, madre, tutor/a
3. Pobreza aguda
4. Ser Huérfano
5. Vida de familia irregular o separación de los padres
6. Ambiente insalubre (condiciones de vida malsanas, falta de lo básico)
7. Inestabilidad económica debido a falta de empleo
8. Padres incapacitados para cuidar a sus hijos
9. Edad avanzada de padres o tutores
10. Padres incarcelados
Los niños fueron admitidos desde los cuatro hasta los diez años (de seis a diez en Ezeiza). Niños con problemas físicos o psicológicos fueron derivados a las instituciones apropiadas y su tratamiento fue pagado por la Fundación. Los asistentes sociales trabajaron con la familia de los niños antes y después de que fueron admitidos al hogar escuela.
Evita no quiso que ningún niño fuera aislado del mundo. Todos los niños debían una familia nuclear afuera del Hogar donde pasaban los fines de semana y los días de fiesta. Si el niño no tenía padres o no podía volver a su casa por cualquier razón, entonces se le buscaba un tutor.
Al entrar, cada niño recibía un examen médico completo y después dos exámenes por mes, con el énfasis puesto en la medicina preventiva. Médicos, enfermeras, dentistas y dietistas se hacían responsables de la salud del staff y de los niños.
En el Hogar algunos niños que volvían a sus casas para cenar y dormir y otros eran residentes. Los niños residentes que eran los más pobres o los que vivían demasiado lejos para ser transportados diariamente. Los niños no internados eran los cuyos padres podían proveerles lo más básico para vivir. Todos los niños recibían ropa (no uniformes, con la excepción de los guardapolvos escolares), zapatos, libros, útiles para la escuela, y medicina cuando era necesario.
En el Hogar, los niños recibían educación suplementaria, refuerzo educacional, y clases particulares según la necesidad de cada uno; cada día fueron transportados en micros escolares a las escuelas públicas, integrados y educados con todos los otros niños del lugar.
Cuando estaban en el Hogar, los niños fueron organizados en grupos de 15, con un preceptor, una especie de “nanny” a cargo de cada grupo. Los niños elegían su ropa. Se hizo todo lo posible para evitar la mentalidad de asilo tan prevalente durante la época de la Sociedad de Beneficencia. De ninguna manera se les estigmatizaban o les hacían resaltar: nada de raparles la cabeza, llamarles por un número o hacerles mendigar).Ya en 1954, el Ministerio de Educación tenía que hacer planes para los primeros grupos de niños que habían completado su educación primaria y estaban listos para ingresar en el secundario. La Fundación sólo contaba con un hogar para los varones de edad secundaria-la Ciudad Estudiantil de Buenos Aires.
Los varones vivían en la Ciudad Estudiantil y asistían a escuelas secundarias locales. (Se planificaba más ciudades estudiantiles pero aún no habían sido terminadas.) Según la vocación y la capacidad del estudiante, el Ministerio de Educación lo derivaba a la escuela secundaria más indicada. Como no se había completado las ciudades estudiantiles para mujeres, las jóvenes seguían en los Hogar Escuelas. Recibían ropa, atención médica, útiles escolares y libros durante sus años de secundario, siempre que no fueran aplazadas en ninguna materia. Si recibían un aplazo en una materia perdían sus privilegios.
Para evitar eso, el Hogar contaba con una maestra que miraba atentamente las notas de los boletines, reforzaba diariamente los conocimientos adquiridos y estudiaba “junto con las niñas las dificultades que se presenten, de la misma manera que una madre inteligente y paciente procede con sus hijos en el hogar” (See Ferioli, vol. I, p. 77). Después de la escuela, las niñas elegían las clases suplementarias-de baile, baile folklórico, cocina, costura, música y arte-que más les interesaban. En 1955 (antes del golpe de estado en septiembre), el director de cada Hogar estaba encargado de persuadir a las niñas “que continuaran sus estudios universitarios en la Ciudad Universitaria de Córdoba.” (ibid, p.78), que hubiera sido inaugurado en 1956 “si el gobierno de Aramburu no hubiera paralizado la obra.” (ibid, 79).
Por supuesto que después del golpe de estado, la mentalidad de la Sociedad de Beneficencia fue rápidamente re-entronizada. In un informe fechado diciembre de 1955, el equipo que intervino en la Fundación documentó su shock, casi horror, al comprobar que “la atención de los menores era múltiple y casi suntuosa. Puede decirse, incluso, que era excesiva, y nada ajustada a las normas de sobriedad republicana que convenía... para la formación austera de los niños. Aves y pescado se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto a vestuario los equipos mudables renovados cada seis meses, se destruían.” (ibid, p. 87).
Mientras que investigaba el terremoto de San Juan del año 1945, el historiador americano Mark Healy encontró un legajo que demuestra la rapidez con la cual la Argentina retomó su rumbo oligárquico después del golpe de estado de 1955. Una abogada antiperonista fue nombrada interventora del Hogar Escuela de San Juan. Decidió convertirlo en una agencia de empleo. Así las niñas, en vez de ir a la universidad, podrían trabajar como mucamas en las casas de sus amigas y de las personas como ella. Las asistentes sociales protestaron y desde el patio las niñas gritaron,”¡Queremos que vuelva Perón!” (Ver Clarín, 7 de agosto de 2006, “Hogar Escuela de San Juan”).
Cuando volvió Perón en 1973, ya se había saqueado y desmantelado la Fundación Eva Perón-sus obras destruidas y las personas que habían beneficiado de ellas-los niños, los estudiantes, los seniors, las empleadas, la gente sin casa-desalojadas y desaparecidas.
Los militares, como los Borbones, no habían ni aprendido ni olvidado nada. Una vez Evita dijo, triste y proféticamente, “Yo les dejo la tarea más fácil: bajar los carteles.” Ojalá se hubieran contentado con cambiar solamente los nombres y dejar las obras intactas!
por Dolane Larson
La Ciudad Infantil no era un parque de atracciones aunque alegró la vida de miles de niños. La Ciudad Infantil era un refugio seguro para los niños cuyos padres enfrentaban grandes dificultades para cuidar a sus hijos y necesitaban una ayuda de corto o largo plazo . La Ciudad Infantil funcionaba de una manera muy parecida a los Hogares Escuelas (ver artículo “Hogares Escuelas”), con niños que venían diariamente de sus casas y también con niños residentes. Un lema de la Edad Dorada del Peronismo -los primeros años del primer gobierno peronista cuando Evita vivía y todo parecía posible- proclamaba que “los únicos privilegiados de la Nueva Argentina son los niños.” Evita quería que los niños fueran no sólo privilegiados sino protegidos. Su Fundación quiso tejer una red de seguridad que iba desde la niñez (los Hogares Escuelas para los niños de edad primaria) hasta la adolescencia (la Ciudad Estudiantil para los de edad secundaria) y llegaba a la universidad (las Ciudades Universitarias).
La Ciudad Infantil, que albergaba a los niños de dos a siete años, tenía su propio encanto. Los asistentes sociales enviaban los niños que necesitaban ayuda o cuyas familias necesitaban intervención, como estipulaba el Reglamento (muy parecido al Reglamento de los Hogares Escuelas). La capacidad máxima de la Ciudad era de 450 niños; el promedio era de 300, entre residentes y externos.
La Ciudad Infantil era la niña de los ojos de Evita. Allí podía ver el fruto de los sacrificios que ella hacía en su vida personal. Las visitas que venían de otros países comentaban que era un instituto modelo, bien en avanzado de su época; su meta era integrar los niños marginados a la sociedad, prepararlos para la escuela primaria y ayudarlos a integrarse al grupo por medio del juego (utilizaba los métodos de María Montessori, que todavía vivía).
Cuando la gente recuerda la Ciudad Infantil, piensa en sus edificios en miniatura: los chalets, la plaza con su alegre fuente de agua, la escuela, la municipalidad, la iglesia de estilo nórdico con sus vitraux, la estación de servicio y los pequeños conductores que venían a llenar los tanques de nafta, la prefectura donde los que no respectaban las reglas de tránsito venían a pagar sus multas, el banco y las tiendas (farmacia, verdulería, almacén) y el pequeño arroyo azul cielo que serpenteaba por la ciudad. En la Ciudad Infantil, todos tenían la posibilidad de ser intendente, banquero, farmacéutico o maestro, pero sólo por un día. Se cambiaban los trabajos para que cada niño pudiera cumplir diferentes roles dentro de la comunidad.
La Ciudad Infantil era mucho más que una colección de edificios en miniatura. La ciudad entera ocupaba dos cuadras, bordada por cuatro calles (Echeverría, Húsares, Juramento y Ramsay) en el barrio de Belgrano, un suburbio de Buenos Aires. Una cuadra era un parque arbolado diseñado para niños, con toboganes, calesita, un tren eléctrico y otros juegos. En la otra cuadra estaba el edificio principal con las oficinas administrativas, una clínica, las salas escolares, un comedor con capacidad para 450 niños, cuatro dormitorios con capacidad para 110 niños, un teatro, un circo, y un gran vestíbulo. Afuera estaban los solarios, la pileta de natación y la ciudad en miniatura (los adultos tenían que encorvarse para entrar en los edificios).
Las paredes del edificio principal estaban decorados con los dibujos de los cuentos de hadas tan caros a los niños: Caperucita Roja, la Cenicienta, los Tres Chanchitos, los animales del circo. Para que el techo del comedor no pareciera tan alto estaba decorado con festones y todas las habitaciones eran luminosas, espaciosas y ventiladas.
La ropa de los niños venía de las mejores tiendas de Buenos Aires y se cambiaba cada cuatro meses. Los niños de cabezas rapadas que llevaban los uniformes grises de la Sociedad de Beneficencia dejaron de existir en la Nueva Argentina.
Un detalle sirve para demostrar la calidad del cuidado brindado a los niños. Las mesas del comedor tenían manteles de tres colores distintos, amarillos, rosados y azules que no sólo daban una nota de color al comedor. Los niños se dividían en tres grupos según las recomendaciones de los médicos dietéticos. El valor calórico de los niños residentes se basaba en su altura y su peso, conteniendo el 100% de las vitaminas, minerales y proteínas que requerían diariamente. Los niños externos, que corrían el riesgo de no recibir comida nutritiva en sus casas, recibían el 90%.
En el verano, los niños iban a las colonias de vacaciones del Hotel para Niños en Chapadmalal donde muchos de ellos pudieron jugar en el mar por primera vez.
Si la situación de la casa no se había mejorado cuando el niño llegaba a la edad de comenzar el primario, se le daba prioridad para entrar en un Hogar Escuela.
La construcción de la Ciudad Infantil continuó día y noche durante cinco meses y veinte días. Se terminó en un tiempo record y fue inaugurado el 14 de julio de 1949, seguramente uno de los días más felices de la vida de Evita como esposa del Presidente. Los viejos noticieros en blanco y negro la muestran caminando, casi bailando el día de la inauguración, mientras señalaba todas las maravillas de la ciudad a los invitados.
Los obreros que habían trabajado más horas le presentaron las llaves de la ciudad, diciéndole que ellos sabían que trabajar por la Fundación era trabajar por sus propios hijos. La Ciudad Infantil se llamaba “Ciudad Amanda Allen” para honrar a una enfermera de la Fundación, muerta en un accidente de aviación cuando volvía de socorrer las víctimas de un terremoto en Ecuador.
Su hermana Erminda relata una anécdota que muestra que la Ciudad Infantil nunca estaba lejos del pensamiento de Evita. Un día un señor ya viejo vino a pedirle ayuda para conseguir un trabajo. “A mí lo que me gusta es el campo,” le dijo. Evita consideraba que, con la edad que tenía, el trabajo del campo sería muy duro para él. Le dijo, “Pero yo lo necesito en la ciudad. Y yo le voy a dar un trabajo. A mí me han regalado tres burritos para que los niños de la Ciudad Infantil puedan pasear y yo quiero que ud. me los cuide.” Erminda contó que el cuidado de los burritos lo hizo el hombre más feliz de la tierra.
Evita iba a la Ciudad día y noche, sin hacerse anunciar. Ella controlaba que no faltaba nada y preguntaba por los niños por nombre si veía que faltaba alguno. Erminda cuenta que, cuando sabía que se moría, Evita se escapó de sus médicos y se fue a visitar la Ciudad Infantil. Cuando volvió a la Residencia, se puso a llorar porque, como dijo a su hermana, ella veía que el nivel de atención y cuidado que ella había exigido ya no se respetaba.
Después del golpe de estado de 1955, los niños residentes fueron desalojados y el establecimiento convertido en un jardín de infantes para los niños de clase media alta del barrio de Belgrano (ciertamente privilegiados, pero no necesitados). Más tarde se convirtió en sede del Instituto Nacional de Rehabilitación del Lisiado.
En 1964, la autora de este artículo se enteró que la ciudad en miniatura estaba destinada a la demolición y apeló a los diarios y revistas más ligados a los trabajadores cuyos aportes había hecho posible su construcción. Los diarios alertaron el público pero la clase trabajadora de la época no tenía el poder necesario para parar la destrucción.
Los edificios fueron destruidos para construir una playa de estacionamiento. Lo que pasó con la Ciudad Infantil es simbólico de la destrucción de la obra de Evita. En la Argentina del tercer milenio, los niños de menos recursos no son privilegiados. De hecho, en un país con la capacidad de producir lo suficiente para alimentar la población de Estados Unidos, hay niños que se mueren de hambre.
Después que los militares asumieron el poder en 1955, las obras de Evita fueron destruidas sistemáticamente o destinados a otros usos más adaptados a la filosofía de las clases gobernantes (por ejemplo, los militares convirtieron el Hospital de Niños de Terma de Reyes en Jujuy en un hotel de lujo y un casino para ellos y para sus familias).
Para justificar el desmantelamiento de la Ciudad Infantil, el equipo de investigadores entregó su informe el 5 de diciembre de 1955. Les dejamos la última palabra: “La atención de los menores era múltiple y casi suntuosa. Puede decirse, incluso, que era excesiva, y nada ajustada a las normas de sobriedad republicana que convenía, precisamente, para la formación austera de los niños. Aves y pescado se incluían en los variados menús diarios. Y en cuanto a vestuario los equipos mudables renovados cada seis meses se destruían.”
(Ferioli, p. 87)
Bibliografía
Ferioli, Néstor. La Fundación Eva Perón / 2. Buenos
Aires:Centro Editor de América Latina, 1990.
Fraser, Nicholas & Marysa Navarro. Evita: The Real Life of Eva Perón.
New York: W.W. Norton & Company, 1996.
Ortiz, Alicia Dujovne. Eva Perón. New York: St. Martin’s Press,
1996.
Fundación Eva Perón. Eva Perón and Her Social Work.
Buenos Aires: Subsecretaria de Informaciones, 1950.
La Nación Argentina: Justa, Libre, Soberana. Buenos Aires: Ediciones
Peuser, 1950.
La Ciudad Estudiantil estaba ubicada a lado de la Ciudad Infantil en Belgrano, un suburbio de Buenos Aires. Ocupaba cuatro manzanas: Echeverría, Ramsay, Dragones y Blanco Encalada.
Se organizó como se organizaba los Hogares Escuelas. Los estudiantes, que cursaban estudios normales, comerciales, industriales o iban a la Facultad de Ingeniería, de Derecho, o de Medicina, iban a sus colegios, institutos, o facultades en los micros de la Fundación. Cuando volvían al final del día, siempre había profesores dispuestos a ayudarlos. También se dictaban clases en la Ciudad Estudiantil, con énfasis en la tecnología más avanzada para que los estudiantes tuvieran éxito en el mundo moderno. La instrucción que recibieron fue tan avanzada que cuando los militares cerraron la Ciudad Estudiantil, muchos de los estudiantes recibieron becas para estudiar en otros países ansiosos de aprovechar sus conocimientos y su talento.
Tanto la Ciudad Infantil, con sus clases Montessori, y la Ciudad Estudiantil, con sus clases “high tech,” fueron en avance de su tiempo. La meta de la Ciudad Estudiantil era de no sólo funcionar como un Hogar Escuela para los adolescentes necesitados. También se buscó preparar futuros líderes salidos de la clase trabajadora, y por eso se los hacía participar en el gobierno de la Ciudad.
Todos los alumnos eran varones. Como no existía todavía una Ciudad Estudiantil para las adolescentes, ellas continuaban bajo la protección de los Hogares Escuelas; allí recibían alimentación, ropa, atención médica, útiles escolares, libros, apoyo escolar mientras cursaban el secundario y acceso a las universidades, siempre que aprobaran todas sus clases.
Dentro de la Ciudad había réplicas exactas de los salones de la Casa Rosada (donde trabaja pero no vive el Presidente/ la Presidenta). Los estudiantes elegían un presidente, ministros y diplomáticos que ofrecían críticas y comentarios sobre el funcionamiento y el reglamento de la Ciudad. Formaban un co-gobierno docente- estudiantil. Todos tenían un trabajo: acoger a los recién llegados y ayudarlos a adaptarse; formar parte de la patrulla de seguridad nocturna; ocupar un puesto electivo. Según su personalidad, los alumnos o tenían su cuarto o compartían un cuarto con uno o dos compañeros. Los estudiantes debían atender personalmente el arreglo y ordenamiento de los dormitorios, obteniendo por ello un puntaje. La continuidad y admisión para un nuevo período en la Ciudad Estudiantil se basaba en la jerarquía de las notas obtenidas en todo sentido: en conducta, en aplicación, dentro y fuera de La Ciudad. La Fundación les proporcionaba todo lo que necesitaban pero ellos mismos tenían que lustrar sus zapatos y servirse en el comedor.
“Todos son artífices del destino común pero ninguno instrumento de la ambición de nadie,” les dijo Evita, repitiendo una frase que Perón solía decir.
Se puso mucho énfasis en la educación física y los deportes. Los clubes de la Ciudad ocupaban dos cuadras y los alumnos tenían el derecho de ser miembro de un club de gimnasio y dos clubes de deportes: la calistenia, la gimnasia sueca, la esgrima, el boxeo, la natación en las piscinas con plataforma para saltos ornamentales, el básquetbol, el water-polo, el fútbol, las carreras pedestres.
Consultorios para atención médica y odontológica, estadio, peluquería, vestuarios y el bar de los Atletas, donde los estudiantes se reunían alrededor de un vaso de leche, completaban el complejo.
Los estudiantes formaban un grupo diverso donde todo el país estaba representado, desde los sofisticados porteños de Buenos Aires hasta sus compañeros del Norte (Salta, Jujuy), y del Sur (la Patagonia), integrados mediante el lazo de su nacionalidad argentina. Actividades como las reuniones alrededor del fuego y la representación de obras de teatro ayudaban a la integración. A los argentinos les gusta mucho la yerba mate, un té herbal muy apreciado por los gauchos legendarios de la pampa. El té está colocado dentro de una pequeña calabaza vaciada y se bebe con una bombilla de plata. Los alumnos se reunían alrededor del fuego, se agregaba agua caliente a la calabaza con las hojas del mate y se pasaba “el mate” de una persona a otra, refrescando continuamente el agua y la yerba. Una vez al año, en la Ceremonia del Mate, los estudiantes elegían la persona que consideraban el compañero más amable y servicial.
Evita supervisaba todos los detalles. Por ejemplo, rechazó unos
vasos importados que decían “Sweet Dreams” en inglés
porque quería que los muchachos fueran orgullosos de su propia cultura-¡qué
sus sueños fueran criollos!
En 1952, cuando el cortejo de Evita salió del Ministerio de Trabajo
y Previsión para ir hasta el Congreso, los estudiantes de la Ciudad
Estudiantil la escoltaron, caminando a lado del ataúd, junto con
las enfermeras de la Fundación.
Después del golpe de estado de 1955, los militares echaron a los estudiantes y los edificios fueron convertidos en centros de detención para los miembros del gobierno constitucional detenidos simplemente porque era peronistas. Luego el Instituto de la Rehabilitación del Lisiado ocupó los edificios.
Bibliografía
Ferioli, Néstor. La Fundación Eva Perón / 1. Buenos
Aires:Centro Editor de América Latina, 1990.
Fraser, Nicholas & Marysa Navarro. Evita: The Real Life of Eva Perón.
New York: W.W. Norton & Company, 1996.
Ortiz, Alicia Dujovne. Eva Perón. New York: St. Martin’s Press,
1996.
Fundación Eva Perón. Eva Perón and Her Social Work.
Buenos Aires: Subsecretaria de Informaciones, 1950.
Fundación Eva Perón. Cuidad Estudiantil. Buenos Aires: Subsecretaría
de Informaciones, 1954.
La Nación Argentina: Justa, Libre, Soberana. Buenos Aires: Ediciones
Peuser, 1950.
por Dolane Larson
“Con la supervisión de la Dirección Nacional de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas, la Fundación hacia 1953, estaba construyendo dos ciudades universitarias localizadas en las provincias de Córdoba y Mendoza. La de Córdoba era la obra más avanzada y, según la memoria y balance de la Fundación del año 1953, hubiera estado pronta a inaugurarse a fines de 1956, si el gobierno de Aramburu 1 no hubiera paralizado la obra. Caracterizaban a estas “ciudades” un gran pabellón central para aulas y comedores y otras pequeñas edificaciones circundantes destinadas a residencias para alumnos y docentes.
También la Fundación construyó un comedor universitario en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires.”
Bibliografía
Ferioli, Néstor. La Fundación Eva Perón / 1. Buenos
Aires: Centro Editor de América Latina, 1990, pgs. 78-79.
La Nación Argentina: Justa, Libre, Soberana. Buenos Aires: Ediciones
Peuser, 1950.