La muerte de Evita:
“el mito Eva Peron” y los trabajadores argentinos.

Por el Lic. Roberto Baschetti

Lo que sigue son algunos textos de la investigación sociológica que realicé en el año 2000. Era un trabajo referido a El Mito Eva Perón y el diario La Prensa. Me parece apropiado recuperar ahora, en un nuevo aniversario de su deceso, una parte del mismo, para todos aquellos interesados en incorporar una mirada distinta y muy particular sobre el tema.


El 26 de julio de 1952 Eva Perón murió en Buenos Aires víctima de un cáncer.
Las exequias y el duelo popular fueron de un nivel único y hasta el día de hoy irrepetible en la historia argentina. El gobierno ordenó entonces que “...el velorio dure todo el tiempo que sea, necesario para que el pueblo pueda despedirse de ella”.Y durante 15 días -la mayoría de ellos fríos y lluviosos- la gente formó interminables colas para verla en la capilla ardiente instalada en el Ministerio de Trabajo y Previsión.


El sepelio se efectuó el 10 de agosto, con un imponente cortejo fúnebre integrado por todos los altos funcionarios y el cuerpo diplomático; los secretarios de los sindicatos fueron uniformados con camisas blancas para arrastrar la cureña que transportaría sus restos hasta el Congreso primero y a la CGT después. Las tres fuerzas armadas le rendirán honores de presidente en ejercicio. Eva Perón tenía, en el momento de morir, un título conferido por ambas cámaras legislativas: Jefa Espiritual de la Nación.


El diario “La Prensa”, oportunamente, había sido expropiado a los Gainza Paz una familia oligárquica probritánica y cedido a los trabajadores organizados. Concretamente, la C.G.T. estaba a cargo de su impresión y con motivo de la muerte de Eva Perón, lanza a la calle el primer número aparecido luego del deceso, con fecha 28-7-52.

Cubre en forma amplia lo sucedido en la capilla ardiente en que se tributa homenaje a Eva Perón. La “mise en escene” en que se presentan sus restos es motivo de detallada descripción por el redactor y puede apreciarse a través de su relato el máximo grado de importancia que había alcanzado para el Gobierno y el Partido Peronista.

“La capilla ardiente destaca con sobriedad en medio del recinto, bajo un dosel formado por banderas argentinas y crespones, colocados alternativamente, que penden del techo de la cámara. En el testero del catafalco se colocó un crucifijo de marfil, plata y oro, entre los dos grandes cirios, teniendo como fondo el emblema nacional, cruzado por una banda de crespón. Más atrás, como cabezales, aparecen emergiendo del muro, dos grandes escudos peronistas, iluminados con luz difusa, símbolos de la fe civil, que se agregan a los símbolos de la fe cristiana, para completar la alegoría de una vida de predestinación superior, tronchada en holocausto de su pueblo”.


Llama la atención esa comparación e igualación, o equiparación, que se hace entre el símbolo de la fe cristiana y el símbolo de la fe civil, o en otras palabras entre la cruz cristiana y el escudo peronista. Se sabe que, tanto el cristianismo como el peronismo, tienen la mayoría de sus adeptos, en las clases sociales más humildes y más necesitadas.

También se hace referencia en la nota, a los honores recibidos por Eva Perón.

“En los extremos del catafalco, cuatro cadetes del Colegio Militar, con bayoneta calada montan guardia de honor. Se suman en el póstumo homenaje a los alumnos del Liceo Militar General San Martín y de las escuelas Raggio y a la delegaciones de gremios obreros que se relevan cada cuarto de hora”. Es decir, que estudiantes, obreros y fuerzas armadas; los que estudian, los que trabajan y los que defienden la Patria, se suman al homenaje: el símbolo evidente de una pequeña comunidad organizada, en lenguaje peronista.

Pero el gran actor del momento fue el pueblo trabajador, el pueblo peronista. En la misma nota, “La Prensa” lo recupera y lo reivindica. Dice por ejemplo que

“Mientras la columna interminable pasa lentamente, se suceden escenas de intensa emoción popular: hombres y mujeres con niños pequeños en los brazos se aproximan al féretro para besarlo con unción”. O deja constancia de que “El pueblo desfila así mudo y angustiado ante los despojos de su Capitana, para grabar en la memoria la imagen de su más alta veneración”.

Más adelante en la página 5 como epígrafe de una foto que muestra una mujer arrodillada, orando y rodeada de tres niños que son sus hijos, expresa que:

“Reza con el fervor que se alimenta de desconsuelo y llora con la desesperación de la total orfandad. Lágrimas y plegarias son el tributo que depositamos frente a la mujer excepcional, porque en las lágrimas incluimos lo que no pueden pronunciar las lágrimas, y la plegaria condensa todo el torbellino de lo que no puede decir el corazón. Hombres y mujeres no tienen más consuelo que decir su agradecimiento en la actitud que sirve para adorar. Y ellos demuestran así, que están delante de la figura rediviva del Perfecto Amor y de la Perfecta Abnegación”.

Un colaborador directo de Eva Perón, el poeta José María Castiñeira de Dios, suele contar la siguiente anécdota que lo tuvo como protagonista y que nos muestra una Evita redentora que incluso parece sanar a los enfermos con su sola presencia. “Había en esa habitación seres humanos en ropas sucias y que olían mal. Evita ponía sus dedos sobre sus llagas abiertas, porque ella era capaz de ver el sufrimiento de toda esa gente y de sentirlo ella misma. Ella podía tocar las cosas más terribles y con una actitud cristiana que me sorprendía, besando y dejándose besar. Había una muchacha cuyo labio estaba medio comido por la sífilis, y cuando yo vi que estaba por besarla, traté de detenerla. Ella me dijo, ¿Usted sabe lo que significa para ella que yo la bese?”. La aureola religiosa que cubre a Evita es manifiesta. Puede rodearse de gente pobre, tocarla y besarla sin ningún tipo de precauciones higiénicas, ni más ni menos, tal como hacía Jesucristo.

Por eso luego, inmediatamente de muerta, Evita es objeto de una canonización popular espontánea. Ya sea en las casa más humildes o en los locales partidarios (CGT, Partido Peronista, Partido Peronista Femenino, etc), se levantan altares improvisados, con velas, flores y fotos de Eva Perón. “En los barrios de la ciudad, del Gran Buenos Aires y del interior se levantaron pequeños e improvisados oratorios -"altares cívicos"- con cajones que mostraban el retrato de Evita rodeado de flores y una vela encendida, ante los cuales oraban vecinos y paseantes”.


También el diario “La Prensa” hace mención en otra nota con forma de editorial, que lleva por título “El dolor argentino cubre al mundo” de que bien Eva Perón podría ser el Mesías prometido en la religión católica. Eva Perón muere por su amor a los humildes, y en esa empresa ha dejado jirones de su vida. Y así Eva Perón se ha santificado tomando la forma de un Mesías o por que no el de la mismísima Virgen María, en su función de intérprete o intermediaria por la salvación. Leamos:

“…Y fue la samaritana presentida idealmente en la narración evangélica. Casi dos mil años necesitó esperar la humanidad para que se corporizara lo que solo era promesa aparentemente imposible; casi dos mil años de dolorosa vigilia y de angustiosa pesadumbre, hasta que floreció en Junín la llamada a cumplir el mandato de la más pura caridad cristiana: dar el corazón al prójimo con total integridad y con absoluto abandono de sí misma (…) Todas las naciones recibieron muestras de su ardiente amor a los humildes. Todos los pobres del mundo conservan un recuerdo de quien, por designio inescrutable, recibió ya en el nombre, la misión de ser ´Madre del Género Humano´ (…) Hoy en el día de su transfiguración terrenal, las plegarias y las lágrimas de los humildes de toda la tierra se unen a los sollozos del pueblo argentino, que llora a quien fue madre de todos los afligidos, hermana de los abandonados y compañera de los trabajadores”.

Parecería que de ahora en más, Eva Perón fue mujer en cuanto jefa o santa, pero nunca por los atributos sexuales que poseyó y que desde esta visión no usaba nunca. “´Pobrecita´, dijo un peronista refiriéndose al hecho ampliamente conocido de que a Eva Perón le resultaban imposibles las relaciones sexuales desde dos años antes de su muerte. ´Ella renunció incluso a su felicidad como mujer por nosotros´”. Pasa entonces a ser un símbolo cristalino, puro e impoluto de lo femenino que asciende a la deidad y desde allí ejerce una mediación entre Perón y las masas desde el más allá, como veremos más adelante.

¿Qué es lo que edita “La Prensa” sino la comparación de la vida de Jesús con la vida de Eva Perón?. Jesús, el Cristo Redentor, ofrendó su vida para redimir a la humanidad, Eva Perón dio su vida para que los pobres, los humildes, los marginados pudieran acceder a un mundo que históricamente siempre se les había negado. Así es que, por ejemplo, luego de la muerte de Evita, los niños pueden ver en un libro de lectura, el dibujo de una estrella en forma de cruz en el cielo estrellado de la noche, acompañado del epígrafe: “Ella era una santa. Y por esa razón voló hacia Dios”. El imaginario colectivo, el mito, hará el resto. Las apariciones milagrosas de Eva Perón comienzan a conocerse y a sumarse. Basta hojear la revista oficial Mundo Peronista N° 36, de enero de 1953, que bajo el título de “El milagro de Belén” cuenta sobre un milagro que realizó Evita. Relaté antes una anécdota de Eva Perón atendiendo enfermos, contada por su colaborador José María Castiñeira de Dios. Hay otra parecida, pero ahora con el agregado de un milagro. Cuenta su colaboradora Irma Cabrera de Ferrari que cierta vez Eva, tras besar la boca llena de llagas de una mujer que se acercó para pedirle ayuda, con su actitud produjo que de golpe, cayera al suelo una botella de desinfectante que le acercaba un ayudante.

Pero la presunta santidad de Eva Perón no se agota aquí. En la página 3 de “La Prensa” (siempre del 28-7) y bajo el título de “La angustia del campo argentino” puede leerse que

“Eva Perón fue la más dulce y alentadora expresión de una Nueva Argentina que vencía y superaba para siempre las viejas injusticias y las inhumanas explotaciones. En todos los hogares su nombre fue bendecido por grandes y chicos. Por los grandes en el emocionado agradecimiento, dicho sin reparos y con toda la fuerza de la sinceridad criolla. Por los chicos, en el lenguaje encantador de la media lengua que aprende a silabear el nombre de Evita como el de un personaje de leyendas y maravillas. Casi como el de una santa. Porque en la pureza y simplicidad de la fe campesina, el nombre de Evita, su imagen familiar y querida, está entre los santos, en el rincón sagrado del hogar, donde se enciende la lámpara votiva de los seres supraterrenos”.

Esta visualización de Evita como una santa, tiene su extensión una vez más, en el mismo gobierno que tiene un conglomerado de revistas que dirige: Mundo Deportivo, Mundo Peronista, Mundo Infantil. Este último medio con motivo de la muerte de Eva Perón presenta una plegaria muy similar a las que rezan los católicos habitualmente: a la Virgen María y que dice así: “Evita, nuestro amor que estás en el Cielo, que tu bondad siempre nos acompañe. Que continúes protegiendo nuestros sueños y nuestros juegos desde la estrella más cercana. Que continúes procurándonos aquello que no tengamos. Que continúes intercediendo entre Dios el Padre Todopoderoso para que nuestros mayores nunca carezcan del fructífero trabajo. Que continúes enseñando y guiando a nuestra Patria, Justa, Libre y Soberana”.

Esta línea de acción, de pensamiento, tiene su inicio con motivo del renunciamiento de Eva Perón a la vicepresidencia de la Nación (agosto de 1951), idea de “renunciamiento” que llevaba implícito el concepto de “sacrificio” y “martirio”; y los tres juntos, por asociación, se relacionan con una “santidad”, a tal punto que el término “Santa Evita” apareció por vez primera en el diario “Democracia” el 21 de junio de 1952, con motivo del análisis de aquel renunciamiento histórico.

Resulta importante, resaltar el rol que tenía Eva Perón en vida para los trabajadores, el rol que ella misma se daba como intermediaria entre Perón y su gente. Primero, hará saber, exaltará la conducta sin dobleces y fiel de los trabajadores. Dirá Eva Perón, a su esposo Juan, el presidente, en el acto de clausura del Congreso Nacional Extraordinario de la Confederación General del Trabajo, el 19-4-50:

“Mira la fidelidad, la dedicación y el patriotismo de la clase trabajadora (…) Mi general aquí está la CGT con sus vanguardias descamisadas, con vuestras gloriosas y queridas vanguardias descamisadas presentes para rendiros homenaje y apoyo (…) A mí siempre me llaman: ´Señora usted que es cegetista, usted que es de la CGT´ (y yo repito) Mi General: aquí estamos los más humildes de la Patria; aquí estamos los que vemos en vos el salvador de la Patria….”

Luego, se definirá como una trabajadora y una peronista más con una misión clara y concreta al servicio de ese mismo pueblo trabajador. “Yo les agradezco compañeros trabajadores, el honor que significa para una humilde mujer, que trabaja tratando de interpretar los sueños de Patria del general Perón, el que la hayan mencionado en este Congreso Extraordinario de la CGT. Para mí esto sirve de estímulo y de acicate; para mí, esta es la condecoración más honrosa que puede haber para el pecho de una mujer salida de las filas del pueblo, que se siente orgullosa de ello y de mantenerse, corazón a corazón, auscultando las palpitaciones del pueblo trabajador. Yo lo agradezco porque sé que ustedes no lo hacen por rendir homenaje a la señora de Perón, sino en ella a todas las mujeres argentinas. Yo agradezco la adhesión de los compañeros porque ello significa que el pueblo trabajador comprende que hay una mujer que lo quiere entrañablemente, que lo interpreta siempre y que ha de ser un puente de amor y de esperanza para todos aquellos que esperan que el rayo de luz y de justicia del general Perón, llegue a todos los rincones de la Patria”.

A partir de todas estas declaraciones de amor en vida, puede entenderse mejor la devoción que los trabajadores profesaban a Eva Perón. De ahí los títulos honoríficos con que la cubrieron: Abanderada de los Trabajadores, Mártir del Trabajo, Evita Capitana, etc. Y no debe dejarse de lado tampoco la importancia que reviste su función, como mediadora entre las masas y su Líder: “Pero muchas veces, sin embargo, tengo que decir al pueblo cara a cara lo que le diría su Líder y, como consecuencia de eso, tengo también que hablar al Líder de lo que el pueblo quiere hacer llegar a sus oídos”. Un rol ajustado a su condición femenina y “maternal” en donde intercede por los trabajadores (todos “sus hijos”) ante la verticalidad y autoridad del Líder Perón (“el padre”) consiguiendo obligaciones, pero también, beneficios y derechos para sus representados. Eva Perón no tenía hijos propios, era la “madre” de todos los niños, de todos los trabajadores, hasta de la nación en su conjunto.

También en “La Prensa”, pueden leerse las declaraciones que da a conocer el secretario general de la CGT, en el marco de la iniciativa de beatificar y canonizar a Eva Perón. Dirá: “Nuestra Mártir del Trabajo está ya santificada. Ella como Jesús, asombró a los sabios con su talento. Hizo del bien un credo. Sintió el martirio de todos los dolores y murió físicamente por los que tanto amó. Su templo está en el corazón de cada hombre redimido; está en el espíritu de los millones de seres que la lloran”. Luego de otras consideraciones, agrega: “Si hemos de conformarnos con decir que ha muerto una mujer, confortémonos recogiendo la voz de los pueblos que nos dicen: ha nacido una santa: Santa Eva de América”.

Debo aclarar que esta actitud del secretario general de la C.G.T. no es una acción personal o voluntarista e individual, debe leerse dentro de un contexto de acciones que apuntan al mismo fin. Veamos: Una placa recordatoria en memoria de Eva Perón es inaugurada mostrando un halo luminoso que rodea su cabeza y el diario obrero que cubre la nota, proclama a Evita “Madona de América”.

O este otro caso: el Sindicato de Vendedores de Diarios, Revistas y Afines entrega a sus afiliados y público en general, una página impresa con un dibujo donde el halo, el manto azul y blanco (colores que también son los argentinos) y la pose tradicional es la de la Virgen María, pero la cara que hay en el dibujo es la de Eva Perón.

Estas manifestaciones de homenaje a Evita -de todas las formas posibles- son una constante en los trabajadores sindicalizados. Inclusive a una semana de su muerte, el Papa Pío XII recibe una petición del sindicato de Trabajadores Argentinos de la Alimentación con el fin de “iniciar inmediatamente el proceso para beatificar y canonizar a la ilustra extinta”.

Veinte años más tarde una nueva generación de argentinos trataría a costa de sus propias vidas de llevar el nombre de Eva Perón y sus principios, como bandera, a la victoria.