Según un decreto del gobierno, 1950 fue declarado "Año del Libertador General San Martín". "Seguramente el del Libertador fue el año más feliz de Evita. Si 1946 había asistido a sus primeros escarceos públicos y 1947 fue el del viaje, el de 1948 quedó marcado con la fundación de la Fundación y el siguiente evidenció sin lugar a equívocos su inconstrastable poder (...) el Año del Libertador recogería los frutos de su esfuerzo. Sería el de los honores, los reconocimientos y también el último en que pudo hacer, con su marido o sola, algunos viajes al interior del país" (1).
También el régimen parecía definitivamente afianzado a esa altura: había avanzado en la realización de profundas transformaciones económicas y sociales, el Primer Plan Quinquenal estaba en plena marcha, gozaba de un consenso con pocas fisuras y había concretado la reforma de la Constitución, a manera de colofón institucional de la revolución emprendida.
No obstante, tras ese cielo sin sombra de nubes, podrían entreverse las primeras amenazas de dificultades futuras. Para Eva, porque en ese año 1950 se insinuaría la sombra de la enfermedad, sin que ella prestara atención a sus molestias ni escuchara las advertencias médicas. Para el gobierno, porque a la bonanza y las condiciones favorables de los primeros años, sucederían circunstancias adversas que llenarían el camino de obstáculos.
La etapa expansiva y transformadora que -en el aspecto económico- se desarrolló entre 1946 y 1949, contó con la influencia favorable de una ventajosa situación externa: elevados saldos en divisas, intensa demanda de sus exportaciones y ventajosos precios caracterizaron la inmediata posguerra. Pero a partir de 1949, las condiciones comenzaron a variar, obligando al alejamiento de Miguel Miranda y su equipo e imponiendo una modificación del rumbo emprendido.
Duración:
2:00 minutos |
|
Turismo y esparcimiento popular. |
¿Qué había sucedido? Por un lado, la emergencia de los Estados Unidos como potencia dominante hacía variar los ejes del intercambio internacional, de un modo adverso a la Argentina. Las posibilidades de complementación con el país del Norte - que aparecía como único proveedor posible de tecnología y bienes de capital -no eran fáciles para una nación productora de alimentos. Por lo demás, la política exterior independiente practicada por el peronismo provocaría las represalias norteamericanas, marginando a nuestro país de las ventas vinculadas al Plan Marshall.
La circunstancia mencionada en último término contrarió fundadas esperanzas de Perón, que esperaba obtener por esa vía importantes saldos en divisas. Además, tanto el presidente como Miranda habían creído en la inminencia de una tercera guerra mundial, según parecía indicarlo la situación internacional de esos años.
Miguel Miranda, audazmente, retuvo dos cosechas de granos a la espera del alza de precios que habría de provocar el conflicto. Pero, contrariamente, los precios internacionales de los alimentos bajaron, al lanzar Estados Unidos grandes excedentes al mercado.
A la adversa situación externa se sumaron inconvenientes internos: dos grandes sequías castigaron al campo argentino, determinando una severa reducción de planteles ganaderos y áreas sembradas, con la consiguiente disminución de saldos exportables. Así, el sector externo afrontó serias dificultades, en momentos en que el crecimiento y la diversificación de la economía exigían nuevas importaciones de bienes de capital e insumos.
La imposibilidad de hacerlo trabó el crecimiento y redujo la oferta de bienes
y la ocupación en el sector privado. La persistencia de los altos salarios
y el incremento del empleo estatal desataron entonces presiones inflacionarias,
obligando al gobierno a replantear sus objetivos de corto plazo.
Un equipo de técnicos encabezado por Alfredo Gómez Morales sustituyó a Miranda.
Aferrados a una visión ortodoxa de la economía, recomendaron severas medidas
de restricción y control del gasto para corregir los supuestos desbordes de
sus predecesores.
No comprendían del todo el sentido político de la acción emprendida en esos primeros años, que Perón había definido con una de sus frases características: "Con Miranda organizamos el equipo de asalto, ustedes tienen que realizar la operación de aferramiento...".
No obstante, el presidente no dejó de tomar en cuenta los consejos de sus asesores, aunque sin descuidar el cumplimiento de las metas del Primer Plan Quinquenal, que permitió mantener la actividad económica y el empleo en niveles aceptables.