La muerte de Eva Perón provocó un pesar inenarrable en los humildes y los trabajadores de la nación.
Su funeral fue una de las demostraciones de dolor popular jamás visto en la historia de la humanidad.
Durante catorce días, mañana, tarde y noche, desfiló el pueblo para darle su último adiós. Los dos traslados de sus restos, el primero entre el Ministerio de Trabajo (donde estuvo la capilla ardiente) y el Congreso de la Nación, y el segundo hasta la CGT, donde descansarían finalmente, fueron multitudinarias expresiones de dolor colectivo.
El dolor no se acalló y volvió a florecer con enorme dimensión treinta días después, en una impresionante marcha de antorchas organizada en su memoria.
Innumerables altares populares en los barrios obreros y genuinas manifestaciones de dolor popular se mantuvieron durante meses, luego de su fallecimiento.
Todo este dolor, todo este amor desplegado por su pueblo, transformarían su vida y sus obras en un ícono mundial de la solidaridad social y de la protección de los pobres y desamparados.
Durante los primeros años de gobierno, el peronismo ha podido llevar a cabo una rápida transformación en el país. Ha promovido una justicia distributiva antes impensable, aumentando decisivamente la participación de los trabajadores en el ingreso nacional. Ha puesto a los sectores humildes y marginados de la sociedad en condiciones de vida y consumo más dignas. Ha fortalecido a las organizaciones obreras, otorgándoles la capacidad de discutir y ampliar sus derechos frente a la antes omnímoda voluntad patronal, amparadas por una amplia legislación laboral cuyo cumplimiento estricto vigila el gobierno.
La vida del hombre del trabajo ha cobrado otro sentido, se ha dignificado: ahora es conciente del lugar que ocupa y no se siente disminuido por su condición. Ha afirmado su identidad. También la economía se ha transformado: ya no es la argentina el país granja, de producción eminentemente primaria. Existe una amplia industria que abastece el consumo interno y también incipientes pero promisorios esbozos de una industria de bases, que el gobierno prevé impulsar.
Políticamente, se ha ampliado la base de la democracia: en las elecciones de noviembre de 1951 ya han votado las mujeres, los ciudadanos residentes en los ex Territorios Nacionales y los suboficiales de las fuerzas armadas. El padrón ha crecido aproximadamente del 20% al 60% de la población del país. Los cargos electivos se han abierto a los sectores populares, y hombres y mujeres de extracción obrera y sindical se sientan en las bancas de la Legislatura. También ocupan cargos en los gabinetes ministeriales.
Sin embargo, la revolución justicialista recién ha comenzado. Esas transformaciones, con ser profundas, no constituyen -como ha dicho Perón en más de una oportunidad- sino la primera etapa de un proceso destinado a consolidarse y hacer imposible la vuelta al pasado.
Cualquier cambio institucional, por profundo que fuese, podría ser revertido por un gobierno de signo diferente si no respondía a una convicción fuertemente arraigada en el pueblo. Porque las revoluciones más profundas y duraderas -pensaba Perón- son las que se realizan en las conciencias.
Por eso era imprescindible inculcar la doctrina que constituía el basamento de la transformación operada.
Pero además y paralelamente, la revolución sólo sería una realidad y podría afianzarse, a través de la organización política de todos los sectores del pueblo, que les otorgara un definitivo protagonismo. No se trata solamente de producir transformaciones en las estructuras económicas en orden social, sino de que estas transformaciones hallaran expresión en una forma de organización diferente de la vigente en la Argentina liberal, distinta de las política de círculos, tantas veces denunciada por el presidente.
Con esa certidumbre, Perón emprenderá de allí en más un renovado esfuerzo por hacerse comprender y propulsar la organización revolucionaria de todos los sectores del movimiento. Así, el 13 de mayo de 1953 se dirige extensamente a un grupo de delegados sindicales de la industria del vestido. Dice en esa oportunidad, entre otras cosas: "Yo creo, y soy un convencido de ello, que no se puede practicar una democracia, en ningún país del mundo, sin una organización popular. Si la democracia es el gobierno del pueblo, ¿como puede ejercerse desde el pueblo si no existe una organización que la haga real y efectiva?
¿ustedes creen que los gobiernos de la oligarquía podían ser considerados gobiernos democráticos? ¿a quienes representaban ellos? a un pequeño sector de privilegiados dentro de la comunidad argentina. ¿Cómo va a ser eso un gobierno democrático, un gobierno popular? El gobierno popular es el que surge del pueblo. Y esto solamente puede alcanzarse a través de una organización popular que imponga el gobierno y que imponga al gobierno que es lo que tiene que hacer. Esa es la democracia como la entiendo yo; y no una democracia falsificada, como la que vemos en todas partes (... ). "
"Sólo con esa organización integral del pueblo se va a tener la realidad democrática con que muchos pueblos sueñan en el mundo. Claro que para alcanzar esto tenemos que luchar contra las oligarquías, y las oligarquías no se entregan; están agonizando pero todavía "patean" ( ... ). Lo único que vence a esto en forma aplastante y en forma, diríamos irreversible, es la organización.
Por eso he insistido tanto en la necesidad de la organización del pueblo. Solamente es dueño de sus destinos un pueblo organizado. Los pueblos que no se organizan no serán jamás dueños de sus destinos; serán instrumentos de los organizados."
"Los pueblos tienen una de estas dos características: organizados, son dueños de su destino; desorganizados, son instrumentos de los organizados, generalmente pequeños núcleos que cargan la parte del león en el reparto de los beneficios del trabajo de la comunidad. Esa es la realidad absoluta.
El sistema capitalista no es nada más que mantener pueblos desorganizados para poderlos explotar. Nuestro sistema quiere un pueblo organizado, para que no pueda entrar de nuevo la explotación. ( ... ) Solamente mediante una solidaridad absoluta entre nosotros podremos llegar a constituir una comunidad justa. Las comunidades no son justas mientras no sean solidarias, porque nadie brinda la justicia en forma gratuita. "