La prédica de Perón respecto de la necesidad de poner en marcha el proceso de autodeterminación popular, alcanzaría su pico máximo en la enunciación del Segundo Plan Quinquenal el 1 de Diciembre de 1952, en el recinto de la Cámara de Diputados de la Nación.
La necesidad organizativa aparecía cada vez más imperiosa -y Perón multiplicaría esfuerzos en procura de ello- sobre todo en momentos en que el gobierno afrontaba dificultades económicas, y sufría el creciente jaqueo de los planes conspirativos de una oposición minoritaria, pero irreductible y peligrosa, dispuesta a aprovechar el más mínimo signo de debilidad.
Sin embargo, su prédica parece caer en el vacío y el movimiento no sale de su atonía. Ante esa sensación de parálisis, la oposición irá ganando terreno al polarizar las opiniones y aglutinar enemigos de la causa nacional.
El 1 de mayo de 1954, al inaugurar el período de sesiones en el congreso, Perón retomará se prédica llegando a explicar punto por punto el camino a seguir en la tarea organizativa. Será un máximo esfuerzo por hacer comprender sus concepciones estratégicas, que invariablemente son desoídas.
Pero algo separa a Perón de la dirigencia partidaria y gremial que lo acompaña. Algo que se constituye en una barrera insalvable para que su proyecto pueda ser comprendido. En realidad, es el tiempo histórico que vive. La Argentina que comienza a transitar la segunda mitad del siglo veinte -en especial sus hombres políticos- está aferrada a las concepciones liberales que le impusieran sus "varones consulares", durante los años fundacionales de la República Oligárquica.
José María Rosa ha explicado el fracaso de Rosas, diciendo que el Restaurador es un hombre más propio "de la segunda mitad del siglo XX (tiempo de nacionalidades, de advenimiento de las masas, de defensas heroicas de la soberanía, de lucha contra los imperialismos), que de la primera mitad del XIX que le tocó vivir cuando los imperios se extendían sin vallas, no gobernaban las masas y los intelectuales se perdían entre las palabras del liberalismo".
Algo similar ocurriría a Perón una centuria más tarde: su prédica revolucionaria era más del Siglo XXI (tiempos de aceleración y masificación de las informaciones, época de Internet, de Organizaciones Libres (ong. org. etc), de Referéndums y Plesbicitos) que de la primera mitad del siglo XX, donde la libertad y la justicia eran vistas por sus dirigentes sólo en las estructuras jurídicas creadas por su ideologías, y no en la conciencia colectiva del pueblo transformada en una organización política dinámica y creadora.
También a Perón -como a Rosas- lo derrotó su tiempo.