Es a partir de 1944 cuando se hacen realidad los primeros beneficios, jamás imaginados por los trabajadores, cuyos efectos fueron palpados durante los primeros gobiernos justicialistas. En distintos planos pudo apreciarse la mejora en el nivel de vida, así desde los derechos de la ancianidad hasta las jubilaciones generalizadas, pasando por los tribunales de trabajo y el turismo social.
Hablamos de bien tangible, pues, la consecuencia inmediata, fue el reconocimiento último traducido en un sentimiento de profunda gratitud por el hombre que había hecho posible estas revolucionarias mejoras sociales. El pueblo sólo sería leal a Perón, una lealtad que no sufriría brechas, ni admitiría sustituciones.
Hacia 1952, la Previsión Social, había logrado un alto grado de desarrollo y eficacia. El Instituto Nacional de Previsión Social que tenía hacia 1943 medio millón de afiliados y en 1946 un millón y medio, contaría con más de cinco millones en 1952.
Es Perón quien explica el fenómeno diferenciando entre el pasado y el presente: "Los jubilados que en 1946 eran 110.000, son 226.000 en 1951 y, además, por si hubiese necesidad de establecer una diferencia más entre los tiempos que pasaron y los de nuestros gobiernos, ahora cobran... "No está de más subrayar que las pensiones y jubilaciones son reajustadas de acuerdo con el costo de vida. La administración justicialista lleva el timón de las obras sociales programadas directamente para el pueblo: balnearios populares; turismo social, parques infantiles, hogares escuelas, ciudades infantiles, estudiantiles y universitarias, colonias de recuperación y readaptación, escuelas fábricas, colonias de vacaciones.
A pesar de las evidencias, desde la oposición se critica lo incriticable, y es el mismo Perón quien esclarece los actos de gobierno: "Ni siquiera queda el recurso de decir, como suelen a veces hacerla nuestros adversarios: 'es obra de gobiernos anteriores'; porque en esta materia, los primeros ladrillos fueron puestos por nosotros, y toda la obra, en su totalidad, ha sido realizada por el movimiento peronista en su permanente afán de cimentar la felicidad del pueblo".
El conjunto de derechos de los trabajadores, proclamados por el justicialismo desde los primeros tiempos de su gobierno, son llevados a la práctica. Cuando Perón se refiere a la plena ocupación conjuntamente con el equilibrio entre el capital y el trabajo, expresa: "Los convenios celebrados en 1952 tienden a restablecer ese equilibrio momentáneo roto en 1951 por la acción unilateral del capital, que elevo progresiva e inconsultamente los precios en los artículos de primera necesidad, uniéndose a la acción especuladora de inescrupulosos comerciantes agiotistas."
Es la Comisión Nacional de Precios y Salarios; constituida por representantes de trabajadores, empresarios y consumidores, quien tiene como misión fundamental mantener dicho equilibrio.
Todos los organismos del Estado intervienen en los aspectos esenciales del funcionamiento social. La lucha contra la especulación y el agio se torna implacable y paralelamente, los salarios varían ajustándose al costo de vida para que no pierdan valor adquisitivo.
El fantasma de la inflación no es temido por el peronismo: "nuestra experiencia -dice Perón- nos dice que nuestro pueblo ha sido más feliz con inflación que sin ella". Por cierto, no es en defensa de la inflación como método del accionar económico, ya que en realidad los pilares de dicha acción son la producción y al ahorro, más allá de la inflación.