En la tarde del 3 de octubre, el hidroavión que conduce a Perón vuela ya sobre la capital paraguaya. El propio presidente Stroessner sale a recibirlo en su propia aeronave. Tras un amague de descender en el aeropuerto de Asunción- con la finalidad de despistar a los periodistas allí apostados- la máquina toma tierra en el aeródromo militar de Ñú Guazú a las 17.45. "Vengo a ponerme bajo la bandera de este gran país que es mi patria", dirá Perón a los funcionarios que lo reciben.
Luego, será trasladado al domicilio del comerciante argentino Ricardo Gayol, ubicado en el barrio residencial de Las Mercedes. Ese será su primer alojamiento en el exilio. Los primeros días en el Paraguay transcurrirán en forma grata y apacible, entre la solidaridad de los dueños de casa -Perón anudará una sólida amistad con los Gayol- y las constantes muestras de afecto de los asunceños.
Es mucha la gente que se acerca a saludarlo. Especialmente el 8 de octubre -día en que el general cumple sesenta años-, la casa se colma de obsequios y miles de personas acuden a felicitarlo. No faltan los conjuntos musicales, que le ofrecen los cálidos ritmos paraguayos.
El presidente Stroessner va a verlo con frecuencia. Al principio, las visitas se efectúan en forma reservada, pero luego Stroessner concurre a las de Gayol sin ningún disimulo.
Las autoridades paraguayas tienen motivos para temer por la vida del expresidente argentino. Por eso, Stroessner ha dispuesto un cuidadoso operativo de vigilancia, encargando la seguridad de Perón a gente de su absoluta confianza.
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Perón recibe un ramo de flores de simpatizantes asunceñas en su exilio en Paraguay. |
El 7 de octubre, el servicio secreto detecta la presencia de dos sospechosos en las cercanías de la casa de Gayol. Son detenidos de inmediato y, a través de sus declaraciones, puede establecerse que integran un grupo de siete personas enviadas por el gobierno argentino, con la misión de secuestrar a Perón.
El resto de los secuestradores será también apresado en el barrio de Chacarita, donde se han alojado en viviendas alquiladas. Continuarán detenidos mientras Perón permanezca en territorio Paraguayo, sin que se de participación a la justicia.
A partir de estos hechos, la vigilancia será reforzada y el mismo Perón adoptará diversas medidas de seguridad. Incluso, irá armado cada vez que abandone el domicilio de los Gayol. Sin embargo, la evidencia de esas amenazas no perturba mayormente el ritmo de vida del general: de invariable buen ánimo, conversa afablemente con sus anfitriones y aprovecha el tiempo para avanzar en la redacción de su primer libro del exilio: La fuerza es el derecho de las bestias.
En un primer momento, Perón a preferido guardar silencio ante el periodismo para no comprometer al gobierno paraguayo. Sin embargo, ante la insistencia de la prensa, consulta a las autoridades al respecto: la respuesta será que se encuentra en un país libre y que puede expresarse sin limitaciones.
Se organiza una conferencia de prensa en casa de Gayol, en la que Perón responde sin tapujos a todo cuanto se le pregunta y se explaya duramente contra quienes han usurpado el gobierno en la Argentina.
Sobre los motivos de la revolución dice: "Las causas son solamente políticas. El móvil, la reacción oligárquico clerical para entronizar al 'conservadorismo caduco'. El medio, la fuerza movida por la ambición y el dinero".
Más adelante afirma: "La libertad y la democracia basada en los cañones y en las bombas no me ilusionan (...). Yo ya conozco demasiado de esos gobiernos que no basan su poder en las urnas sino en las armas. La persecución despiadada y la difamación sistemática no abren buenas perspectivas a una pacificación".
Asimismo, Perón reseña su acción de gobierno, descalifica a quienes los han derrocado y niega terminantemente las versiones difundidas sobre su supuesta fortuna. Sus declaraciones alcanzan amplia difusión y provocan una reclamación del gobierno argentino, que sugiere a las autoridades paraguayas el "alejamiento del general Perón a cualquier país extracontinental”.
El gobierno paraguayo molesto por el tono de la imposición de la nota, responde en forma enérgica. Sin embargo, deberá acceder a internar a Perón en una localidad lejana a la frontera, ante el consejo del mismo Perón, para no entorpecer las relaciones entre ambos países.
El 17 de octubre -pocas horas antes - se le han brindado homenajes recordatorios del "día de la lealtad"-, Perón es conducido a Villarica, localidad ubicada a 160 kilómetros de Asunción. Allí se alojará en la cómoda residencia de Rigoberto Caballero, dirigente del partido Colorado.
Perón pasará allí dos semanas, adaptándose fácilmente al nuevo domicilio. Continuará escribiendo sus notas y establecerá cordiales relaciones con los habitantes de Villarica. Por lo demás, le será mantenido el mismo personal de custodia, con el que ha tenido oportunidad de intimar.
Pero la creciente presión diplomática del gobierno argentino abreviará la permanencia de Perón en Villarica. El 12 de noviembre es acompañado a Asunción por dos coroneles, enviados por Stroessner. Tras una larga conversación con el mandatario paraguayo, se despide emotivamente de los funcionarios que esperan en las antesalas y les anuncia que se dispone a abandonar esa tierra entrañable. Después se dirigirá al aeropuerto de Ñu Guazú para iniciar una nueva etapa de su exilio. Su próximo destino será Panamá.
En Buenos Aires, las presiones del sector liberal sobre Lonardi, harán crisis en el mes de noviembre.
El día 10, el presidente asiste a la constitución de la Junta Consultiva Nacional organismo presidido por Rojas que formará parte de la ofensiva de este último contra el jefe del ejecutivo y su grupo de colaboradores más íntimos. La integran Oscar Alende, Horacia Thedy, America Ghioldi, Miguel Angel Zabala Ortiz, Alicia Moreau de Justo, Nicolás Repetto, Julio Noble, Luciano Molinas, Ramón Muñiz, José Aguirre Cámara, Enrique Ariotti, Rodolfo Corominas Segura, Juan J. Díaz Arana, Juan Gauna, Oscar López Serot, Rodolfo Martínez, Adolfo Mugica, Manuel Ordoñez, Reynaldo Pastor y Horacio Storni.
Al día siguiente como resultado de las intensas presiones, se produce el alejamiento del ministro de Ejército, Justo León Bengoa, siendo reemplazado por Arturo Ossorio Arana. El cerco se cierra sobre Lonardi.
El 12 de noviembre el presidente hace conocer un mensaje a la ciudadanía, remarcando que en la Junta Consultiva no están representadas todas las Corrientes de opinión política nacional. Reitera que no debe haber “ni vencedores ni vencidos” y que "no es posible calificar de antipatriotas o de partidarios de la tiranía a todos los que prestaron esa adhesión desinteresada y de buena fe (al peronismo)". Dice asimismo: "En ningún caso dividiré a la clase obrera para entregarla con defensas debilitadas a las fluctuaciones de nuestra economía y de nuestra política".
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Tiempo de miserias. La Junta consultiva nacional presidida por Isaac Rojas. Los partidos políticos serían cómplices de la barbarie y el crimen. |
Al mismo tiempo, Lonardi ordena la disolución de los grupos civiles parapoliciales, amenazando con dar intervención al Ejército, y dicta un decreto dividiendo al ministerio del Interior y el de Justicia. Designa en el primero al doctor Luis María de Pablo Pardo. Bussa renuncia de inmediato a Justicia.
Esa noche, un nutrido grupo de militares se hace presente en la residencia presidencial, para exigirle la renuncia de varios funcionarios: el general Uranga, el doctor de Pablo Pardo y los asesores Villada Acáhaval y Guevara. A todos ellos se los acusa de nacionalistas.
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Huelgas en noviembre de 1955. La Hora de los Hornos Grupo de Cine Liberación. |
Se le dice a Lonardi que la Junta Consultiva ha renunciado y que los miembros de la Suprema Corte se disponen a hacer otro tanto. El presidente defiende calurosamente a sus colaboradores: dice que sólo aceptara el alejamiento de Villada Achaval -que quiere retirarse del gobierno-, pero no el de Guevara y Uranga. De Pablo Pardo se irá si se aviene a presentar su renuncia, pero él no se la pedirá. Entonces el contralmirante Rial -que se cuenta entre los presentes- plantea claramente las exigencias del sector liberal: creación de una Junta Militar que cogobierne con Lonardi, intervención de la CGT y disolución del partido peronista. El presidente se niega y, finalmente, los oficiales se retiran.
Breve será el descanso del fatigado Lonardi: unas dos horas más tarde se hacen presentes los ministros militares para exigirle la renuncia. "Señor general -le dice Ossorio Arana-, debo manifestarle, en nombre de las fuerzas armadas, que ha perdido su confianza y exigen su renuncia. Otorgan sólo cinco minutos para presentarla. Vencido ese plazo se adoptarán medidas de fuerza y habrá derramamiento de sangre".
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Testimonio de los militantes que protagonizaron la resistencia. Irma Fuentes. Realizado para el film Los resistentes, dirigido por Fernandez Mouján. Una producción de El Perro de la Luna. |
Al principio, Lonardi parece avenirse. Pero luego, en un aparte con Villada Achaval, se hace cargo de la maniobra que es objeto. Entonces se indigna contra los ministros que le traen el ultimátum. Los despide de mala manera: “¡Y que sepan que no renuncio! ¡Ustedes me echan!”. La breve experiencia de los nacionalistas sin pueblo tocaba a su fin.