El gesto de autoridad de Perón frente a las elecciones de marzo de 1965, no ha atemperado las ambiciones del sector Vandorista. Continúan los contactos con el desarrollismo y los militares azules y el empeño en "cortar el cordón umbilical" con el líder exiliado. Después de todo, Perón está lejos del terreno de operaciones y su intento de volver ha fracasado.
Vandor, en cambio, está en el país y son muchas las fuerzas que le ofrecen su concurso.
Perón, que hace tiempo concentra sus esfuerzos en la institucionalización del Movimiento, entiende que es imprescindible cortar de raíz esas tendencias sismáticas.
Las cartas y las instrucciones transmitidas a través de terceros se han revelado insuficientes. Nunca ha faltado quien pusiera en duda la autenticidad de las directivas o la buena fe de los enviados. Habrá que emplearse a fondo: hace falta una persona que pueda obrar en su nombre, que le merezca absoluta confianza y que nadie pueda poner en duda la legitimidad de su mandato. Su esposa, María Estela Martínez -Isabel para el general- reúne las condiciones requeridas. Es por eso que el 12 de octubre de 1965, llegará a la Argentina con la delicada misión de poner orden en las filas peronistas.
El gobierno no intentó obstaculizar el viaje en esta oportunidad. Sabía que Isabel venía a "poner orden" y no ignoraba los coqueteos del vandorismo con el desarrollismo y los militares, de modo que no veía con malos ojos el cometido de la delegada de Perón. Por lo demás -suponían los radicales- los "rebeldes" no cederían fácilmente, y resultaba probable que el peronismo acabara dividiéndose, con el consiguiente debilitamiento.
Los medios de prensa partidarios del frentismo tomaron partido por Vandor, a quien no ahorraron elogios, al tiempo que presentaban a Perón como un anciano de salud quebrantada, prisionero de su esposa y de Jorge Antonio.
Isabel no demoró en tomar contacto con todos los sectores dirigentes, incluido el mismo secretario general de la UOM. Pero el conflicto no tardó en estallar: se suscitó un enfrentamiento en el seno de las 62 Organizaciones. José Alonso, secretario general de la CGT, tomó partido por Isabel y solicitó la expulsión de Vandor. Con el apoyo del dirigente ferroviario Lorenzo Pepe y de su similar de sanidad Amado Olmos, formó las "62 Organizacioones de Pie Junto a Perón", manteniéndose el grupo vandorista nucleado en las "62 Organizaciones Leales a Perón".
Los sindicatos que apoyaban a Alonso emitieron un comunicado acusando a Vandor de pretender sustituír a Perón en la jefatura del Movimiento, pero el metalúrgico era demasiado hábil para dejarse derrotar tan fácilmente. Respondió que era "necesario estar contra Perón para defender a Perón y eliminar la escoria de nuestro movimiento", y luego se las arregló para desplazar a Alonso de la conducción cegetista, anudando alianzas con los gremios independientes.
De resultas de la fractura, se escindió también el bloque parlamentario peronista, en dos fracciones de similar aspecto. La audacia de la maniobra de Vandor hacía suponer que la tarea de Isabel no sería sencilla. Sin embargo, Perón confiaba en ella y en la fidelidad con que se ajustaría a las precisas instrucciones impartidas. En diciembre de 1965, había escrito al general Arnaldo Sosa Molina: "Muchos se están ya probando mi ropa, pero creo que a los candidatos de marras les queda grande ahora".
En otra oportunidad, Perón se refiere a la situación planteada y a la naturaleza del cometido de Isabel: "El Movimiento no debe institucionalizarse en provecho de ningún hombre, sino en provecho de la Nación, del país, que es al que nosotros debemos servir. Si este Movimiento ha sido gregario es porque yo lo creé así, pero yo quiero, ahora, que siga funcionando a pesar de que yo haya desaparecido.
Duración:
2,06 minutos |
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Filmación casera de una reunión familiar en los jardines de la quinta 17 de octubre. |
No lo hago para que ningún hombre lo aproveche. Si cualquiera de estos hombres fuera un hombre capaz yo no me opondría, lo apoyaría... Si yo creyera que cualquiera de estos hombres que están queriendo reemplazarme tuviera las cualidades necesarias y las virtudes indispensables para mantener al Movimiento, ¡sí! Pero yo sé que están llenos de trampas, de vicios, llenos de cosas.
"Es el proceso de una dinámica especial que tienen los movimientos populares -dice con relación a la fractura interna- que es su renovación y eliminación selectiva a través de una lucha entre los dirigentes.”..."Yo creo que esto se va a superar perfectamente bien -concluye-. La misión que yo le di a la Señora es, precisamente, la de evitar esa lucha entre los dirigentes y colocar un fusible entre esos dirigentes que se pelean y la masa, para que ésta no se contamine en la lucha.".