Desde la perspectiva de Lanusse –y de los sectores liberales que lo apoyaban- el Gran Acuerdo Nacional debía ser la garantía de que la inevitable salida electoral no se convirtiera en un “salto al vacío”.
La confianza del presidente en la factibilidad de sus planes, se apoyaba en algunos datos ciertos: por un lado, la premura de los políticos en lograr la apertura del juego político para acceder a cargos electivos.
Por otro los temores que la gran burguesía y las fuerzas armadas podrían abrigar hacia la creciente insurrección social y la posibilidad del retorno al gobierno del peronismo.
Era necesario salvaguardar ciertos intereses, asegurándose de que el gobierno constitucional que sucedería a la Revolución Argentina pudiera garantizar algunas condiciones básicas: la neutralización de las tendencias extremistas y subversivas, el respeto al sistema capitalista y a la vigencia de la “libre empresa”, la seguridad de que no habría revisión o represalias sobre el período abierto en 1966, así como de que no se intentaría fraccionar a las Fuerzas Armadas, “descabezar” a sus conducciones ni intervenir en sus asuntos específicos.
En verdad, todo esto tenía especial significación con relación al peronismo, la única fuerza política capaz de acceder al poder que podía llegar a cuestionar tales aspectos.
No era cuestión de que las Fuerzas Armadas llamaran a elecciones y se retiraran precipitadamente, desentendiéndose del futuro.
Por el contrario, planteaba Lanusse, se trataba de elaborar un acuerdo entre los partidos políticos, las “organizaciones de la comunidad” y las mismas Fuerzas Armadas, que permitiera sentar las bases de una “democracia estable”. Si eso no era posible, habría que llegar a la conclusión de que “no estarían dadas las condiciones” para la salida política y los militares no tendrían más remedio que continuar ejerciendo el gobierno.
Esta última era la amenaza que esgrimía Lanusse, confiado en que persuadiría a los distintos sectores interesados de la necesidad de plegarse a sus planes. Ya en Abril de 1971, el presidente había sido singularmente explícito: “Yo todavía no me recibí de idiota (….) si no se dan las condiciones del acuerdo, previas a todo llamado a elecciones, no se engañen, no va a haber comicios.
¿Y cuáles serían las bases de ese acuerdo?. ¡Cuál sería la mejor garantía posible de que la salida electoral no significara un abismo de inseguridad?. Los partidos debían aceptar la idea de que el próximo gobierno constitucional sería “de transición” y de que el candidato más apto y conveniente para ejercerlo era el propio Lanusse.
“La acción política no es una acción que se pueda encasillar en una cuestión dogmática o formal... |
Audio Declaraciones de Juan Domingo Perón (primera parte). Madrid, 1971. |
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A cambio de ese renunciamiento inicial, podrían aspirar a todos los demás cargos electivos y también a la presidencia, una vez cumplido el primer período constitucional. Y cuando esto último ocurriera -especulaba Lanusse- era muy probable que Perón ya estuviera muerto, con lo que el principal problema se habría resuelto solo.