Tanto Perón como Cámpora habían sostenido la opinión de que la violencia cedería al desaparecer las causas que la engendraban. Pero esto podría ser enteramente válido con relación a los episodios de insurgencia popular -del tipo del Cordobazo-, y no con respecto a la guerrilla.
Pocos días después de asumir –el 13 de junio- Cámpora recibió en la Casa de Gobierno a dirigentes de las organizaciones armadas peronistas (FAP, FAR y Montoneros). Estas manifestaban su apoyo al gobierno, pero expresaban su intención de no desmovilizarse ni deponer las armas. Su accionar disminuiría perceptiblemente durante esos primeros meses, aunque no dejarían de llevar a cabo algunos episodios menores de "recuperación" de armamento y vehículos.
En cuanto al ERP, a principios de junio brindó una conferencia de prensa su máximo dirigente, Roberto Santucho, para informar que continuaría la lucha contra las Fuerzas Armadas, aunque respetaría y se abstendría de atacar al "gobierno parlamentario" que terminaba de asumir. En virtud de esa curiosa concepción seguirían produciéndose atentados contra militares, pero quedarían a salvo de ellos -prometía el ERP- las fuerzas policiales, en tanto dependían del ministerio del Interior.