Para la mano Macri !!

 

Un nuevo acto eleccionario nos enfrenta con el engendro demoliberal del macrismo que conduce a la Nación rumbo al precipicio, generando detrás de su accionar anárquico una caótica situación que atenta contra la paz social, marcando el rumbo de una disgregación comunitaria afín con sus intereses colonialistas de mantener al pueblo argentino dividido, indiferente e insolidario.

 

 


Ante esto se destaca una franja opositora que en un amplio abanico se manifiesta mayoritariamente adherente al pensamiento peronista, o si se quiere, a un espíritu nacional y popular. La derrota electoral de 2015 puso al Movimiento Nacional en situación de recomposición de su conducción política. La misma Cristina Kirchner se presenta en esta coyuntura como una militante más asumiendo que estamos en un proceso de debate interno. Este desafío electoral de alguna forma fotografía un estado de división que es la consecuencia lógica de la ausencia de un proyecto convergente común al conjunto. Sin embargo a pesar de esta situación de dispersión provocada por la falta de claridad estratégica, podemos ver que las distintas fuerzas que se presentan como referentes de un proyecto político nacional, popular y peronista, representan más del 60% del electorado (sin contar con el componente neoperonista del macrismo).


Este entramado refleja claramente nuestra situación política: una CGT dividida y un peronismo expresado en distintas alternativas. Sin embargo las divisiones del movimiento en el acto eleccionario no deben confundirnos. Este acto coyuntural exterioriza las tensiones de un movimiento en recomposición. El verdadero debate que debe preocuparnos es la redefinición del peronismo como alternativa a un sistema de democracia liberal que abre el camino hacia una colonización cultural que adormece y aísla al hombre y burocratiza sus instituciones políticas y sociales.

 

 

Obviamente no es la contienda electoralista el marco ideal para esta discusión sobre los objetivos estratégicos del peronismo, porque ante la acción desembozada de la reacción neoliberal macrista debemos salir a la cancha a dar batalla como sea. Las fuerzas del neoliberalismo aprovecharán esta situación para tratar que esta división se transforme en una disociación permanente. Asumir el debate interno como algo pendiente nos ayudará a enfrentar la contienda electoral minimizando nuestras diferencias y articulaciones electorales permitiéndonos enfocar nuestros esfuerzos en el verdadero enemigo: el macrismo. Asumir las diferencias y enfrentamientos internos como meras estrategias electoralistas permitirá mantener los puentes para el debate pendiente y retomar la reconstrucción del movimiento al día siguiente de la votación.

 

La condición colonial de la Argentina no podrá modificarse solamente con un cambio de política de gobierno. La derrota electoral después de 12 años de un gobierno nacional y popular lo demuestra. Es necesario debatir cual es la alternativa desde el peronismo para esta democracia colonial. Necesitamos salir a la lucha política no solamente a plantear un cambio de políticas de Estado sino del sistema de participación ciudadana. Ese debate no se maneja en los tiempos electorales y su profundización nos permitirá recomponer al movimiento nacional para la verdadera batalla de 2019.

 

 

El camino de la unidad

 

Lo que abrirá el camino a la unidad es debatir si el peronismo es un movimiento revolucionario que se plantee un nuevo concepto de ciudadano, de autoridad y una nueva institucionalidad. Ese será el punto de convergencia hacia donde todos nos pondremos en marcha configurando el Movimiento nacional.



Hoy la Unidad es imposible porque hemos aceptado como campo de construcción política al sistema demoliberal y en ese sentido, toda solución está enmarcada por definir quien llega al gobierno y desde ahí plantear una alternativa liberadora. En ese sentido las instituciones tienen una funcionalidad de defensa de intereses sectoriales y la lucha política se caracteriza por ser electoralista y aunque nadie lo confiese solo vale el mantenimiento del caudal de votantes que garantiza el poder.

 

 

 

La lucha es una lucha de proyectos elaborados y ejecutados por profesionales de la política que se disputan distintas visiones sobre la administración de la cosa pública. La relación de la ciudadanía con el Estado en este marco, es la de votar y luego de tener una actitud de vigilancia en el mejor de los casos. La famosa grieta se da entre dos concepciones distintas de manejos del Estado, una la supuestamente peronista, popular o nacional si se quiere y otra liberal, o pseudo desarrollista liberal o como se la quiera denominar ya que la estafa puede tener infinita cantidad de etiquetas.

 

 


Sin embargo ambas alternativas planteadas en estos términos son funcionales a los mecanismos de dominación imperial. Los poderes corporativos están dispuestos a aceptar cualquier alternativa de proyecto político que mantenga las formas participativas del demoliberalismo que mantiene a la comunidad en su conjunto en un estado de infantilismo político.



Las grandes corporaciones imperiales necesitan de formas participativas verticalizadas donde la creación y responsabilidad de las políticas de Estado estén en manos de profesionales, Ceos u organismos vanguardizados que explicarán el sentido último de la revolución. Una puede ser la revolución de la alegría y la meritocracia que tiende a la indiferencia y el descompromiso y la otra el camino de la revolución de los iluminados que plantean diagnóstico y soluciones a un pueblo colonizado que debe alinearse detrás de sus visiones liberadoras. Ambas alternativas son funcionales al proceso de colonización política que impide la maduración comunitaria.




¿Un nuevo Zeitgeist?

 

Cada revolución expresa el espíritu de la época que transita. La revolución francesa estuvo inspirada por la necesidad de liberar al hombre de la opresión de las monarquías absolutas y la revolución rusa sintetizó la lucha contra la explotación del capitalismo inhumano y feroz. Hoy parece que transitamos una época trazada por renovadas búsquedas de libertad, justicia e inclusión social, sin embargo lo que ha cambiado es el  protagonismo sobre la creación ideológica, es decir el ámbito donde se debe racionalizar el diagnóstico de los problemas y el desarrollo de las soluciones. En las revoluciones anteriores esta circunstancia siempre era responsabilidad de políticos, ideólogos y filósofos. Hoy esa acción creadora debe ser llevada por las comunidades en su conjunto, rompiéndose ese verticalismo desde lo ideológico que era la consecuencia lógica de pueblos analfabetos e incomunicados.  Hoy la enorme revolución tecnológica ha puesto en marcha un nuevo protagonista en la responsabilidad de la creación de la identidad revolucionaria.

 


Quizás este sea el nuevo espíritu de la época, la de los pueblos enfrentando la enorme responsabilidad de generar sus propias identidades políticas mientras desarrollan su lucha en favor de la justicia y la libertad. No es el derecho solamente a votar la conducción de un Estado, no es solamente la búsqueda de la justicia ante la explotación económica sino además el derecho a crear en forma comunitaria la identidad ideológica que va a resolver esos problemas.

En un mundo revolucionado por la técnica de las comunicaciones sociales ya no basta brindarle al ciudadano la posibilidad de elegir quien se haga cargo del Gobierno sino que debe ser incluido como parte de la acción creativa de los planes de transformación. No hacerlo es propender a un ciudadano aislado, sin compromiso y sin responsabilidad y un Estado débil por la falta de confianza de su Comunidad que no se siente representada en su total potencialidad cultural. En un mundo donde la conflictividad de los procesos políticos se ha multiplicado y la complejidad cultural acelerado, mantener una forma participativa que provoca un ciudadano infantilizado y Estados lábiles es abrir las puertas al colonialismo.

Es decir que debemos romper la articulación orgánica demoliberal que nos sofoca e impide expresar nuestra creatividad política. El sentido verticalista de las organizaciones del demoliberalismo impide la maduración colectiva. Este ordenamiento del poder verticalista o desde centro a la periferia es rota por el peronismo con una nueva concepción orgánica.

 

 

La Comunidad organizada

 

La revolución justicialista propone para ordenar una nueva forma de participación ciudadana la organización de la comunidad. Sin embargo en un proceso de autodeterminación política comunitaria la organización no puede ordenarse desde un proceso preelaborado
ideológicamente, es decir que las estructuras orgánicas no pueden predeterminarse en función de las distintas ideas. Este ordenamiento era natural cuando la creación política dependía de los organismos verticalizados clásicos del demoliberalismo y en el socialismo dogmático. Nada más fácil que ordenar desde ideologías predefinidas. Recordemos el surgimiento de la derecha y la izquierda en la Revolución Francesa. No se puede ordenar así un proceso de creatividad popular.

 

Lo fundamental según Juan Perón es la “organización espiritual del pueblo” es decir generar una unidad de concepción que ordene la creatividad política. Este proceso comienza con el “despertar en las masas populares una conciencia social, incrementarla y darle una mística personal hasta convertirla en solidaridad social”, es decir despertar en el ciudadano la necesidad de romper el tabicamiento individualista y lanzarlo a una acción solidaria que le permitirá armonizar sus necesidades personales con las necesidades de su Comunidad.

 

Lo segundo es ordenar el proceso creativo popular para que no sea un caos asambleario, y también dotarlo de mecanismos orgánicos que vayan delineando una nueva forma de autoridad, y que brinde una identidad política que pueda ir sintetizando el desarrollo histórico de la acción transformadora.

 

Para organizar toda esta dinámica creadora, el justicialismo propone generar una unidad conceptual, es decir un acuerdo sobre los principios con los cuales debemos ver la realidad y una tabla de valores para unificar de alguna manera la forma de resolver los conflictos.

Estos principios o valores fundamentales fueron interpretados por Juan Perón en una Doctrina Nacional que sintetizó la práctica anticolonialista luego de casi una década de acción política.

 

¿Cómo funciona una doctrina? Cuando queremos sumar a alguien a este Movimiento Nacional solo pedimos que se respeten estos principios rectores y ordenadores de la acción. Le decimos algo así: “Uníte a esta acción transformadora. Podes opinar lo que quieras, siempre y cuando respetes estos principios fundamentales que nos unen a todos. Podes crear y aportar desde tus capacidades personales y potencialidades ya que nuestro camino lo realizamos entre todos y no esta preelaborado desde una ideología cerrada. No sabemos qué forma final tomará nuestra lucha contra la injusticia, y dependerá de nosotros mismos.”

 

“...Cuando uno organiza, lo primero que tiene que crear es la doctrina común, manera común de ver las cosas, un modo especial de apreciarlas y un modo similar de resolverlas ...”


Juan Perón, Conducción Política

 

Concebir la realidad de una misma forma y resolver los problemas con una tabla de valores en común permitirá salvaguardar la creatividad individual y social de la comunidad manteniendo una identidad que a su vez pueda madurar culturalmente elevando las solidaridades populares.

Esta maduración colectiva permitirá profundizar un poder político cada vez más sólido hasta alcanzar la Unidad Nacional, primer peldaño para lanzar a la nación argentina hacia la integración continental.

 

“...El punto de partida de toda organización consiste en organizar a los hombres espiritualmente: que todos los hombres comiencen a pensar y a sentir de una manera similar, para asegurar una unidad de concepción que es el origen de la unidad de acción...”


Juan Perón, Conducción Política

 

Tres sencillas banderas sintetizan estos principios revolucionarios que ordenarán la creatividad popular. Hagamos lo que hagamos ninguna acción debe contraponerse con nuestros ideales de justicia social, independencia económica y soberanía política. Cualquier decisión que atente contra estos principios fundamentales será una puerta abierta al colonialismo que intenta someternos.

 

La Justicia Social es nuestra bandera fundamental porque asumimos que la igualdad y libertad pregonada por las constituciones liberales, son una ficción jurídica que avala la hipocresía de congelar una injusticia real, brindando los mismos derechos a poderosos y sometidos. Creemos que luchar por una democracia real es luchar contra la injusticia social para nivelar las diferencias provocadas por un capitalismo feroz, cruel e inhumano. Por eso la Comunidad Organizada es principio y fin del justicialismo. Luchar por una Comunidad Organizada es luchar por poner en marcha una democracia verdadera donde todos tengamos los mismos derechos. Luego será el pueblo por sí el intérprete y dueño de su destino.

 

La Justicia Social lucha además por la maduración cultural del pueblo para romper con los privilegios monopólicos de las decisiones políticas impuesta por el demoliberalismo y permitirle al ciudadano expresarse políticamente -no solamente con su voto para la elección de la conducción del Estado- sino desde su actividad personal en la comunidad, como trabajador, intelectual, comerciante o empresario.

 

La Justicia Social pelea también por lograr la humanización del capital para poner la potencialidad económica al servicio de un proceso político, donde la confianza ciudadana comience a depender de las potencialidades creativas del pueblo y sus instituciones y no de las aspiraciones especulativas de un grupo de usureros y profesionales del lucro.

 

La segunda bandera es la Independencia Económica que motoriza la lucha contra el colonialismo económico y propone poner todas las fuerzas productivas del país al servicio de un proyecto nacional y no al servicio del mercado transnacional de las plutocracias dominantes.

 

Finalmente la bandera de la Soberanía Política que es la responsable de consolidar en términos institucionales la recuperación democrática, garantizando los derechos individuales y de la Nación toda.

Como podemos ver las tres banderas no son una especulación partidaria, o un dogma ideológico, sino una herramienta de ordenamiento de una nueva forma de participación ciudadana como eje de una lucha anticolonialista que defiende los intereses de la Nación.

 

“…todas las comunidades que cuenten con un verdadero Pueblo, dotado de conciencia, organización y personalidad social, evolucionarán siempre progresivamente. Mientras que aquéllas que sólo posean una masa inorgánica estarán sujetas a la explotación de las oligarquías poderosas, que las someterán a sus designios impidiendo su evolución social…”

Juan Perón, Sociología Peronista

 

Cuando el peronismo puso las tres banderas en la constitución del 1949, se lanzaron voces de condena por creer ver en ellas un slogan partidario o una sumisión ideológica a una fracción ciudadana. En realidad las tres banderas son un compromiso de todos los argentinos que de buena fe se deciden a enfrentar los apetitos colonialistas contra nuestra patria.

 

Las Tres Banderas son una herramienta de concepción política que permite que la transformación creativa del pueblo argentino tenga en su ejecución una identidad política que garantice su potencialidad anticolonialista, construyendo la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.

 

 

La organización institucional, un gobierno de conducción

 

Esta Unidad conceptual genera además un nuevo concepto de autoridad. La doctrina transparenta los principios que usarán las dirigencias en su acción política para que el pueblo pueda saber los criterios que delinean su actividad y propuestas. El aceleramiento de la conflictividad social ha dejado obsoletas el sentido de las antiguas “plataformas” de los partidos políticos. Hoy es necesario que exista una Unidad conceptual para poner en marcha una nueva filosofía de acción política que el peronismo denomina de conducción.

 

Es decir que la maduración de esa creatividad popular, esa proceso de solidaridad creciente ira generando la orgánica popular necesaria para ejecutarla. El proceso madurativo es comunitario, es decir abarca a las dirigencias y el pueblo en su conjunto. Por eso Juan Perón la denomino de conducción. Es decir el desarrollo provoca una transformación conjunta de dirigencias, instituciones y pueblo en general es un proceso indivisible que rompe con la verticalidad institucional anterior. Un proceso que generará un proceso hacia la unidad nacional y continental.

 

“...La Revolución Peronista cambia el rumbo de la evolución social de la comunidad argentina e inicia la marcha hacia la formación de la Comunidad Organizada a través de la conquista sucesiva de cuatro etapas: Cultura social; Conciencia social; Solidaridad social; Unidad Nacional. El camino a recorrer, alcanzando objetivo tras objetivo, escalonaría perfectamente bien el sentido de esa solidaridad. Primero, despertar en las masas populares una conciencia social, incrementarla y darle una mística personal hasta convertirla en solidaridad social, que ha de terminar en una solidaridad nacional, única solidaridad a través de la cual podemos llegar a la verdadera Unidad Nacional.”

 

(JD Perón, Sociología Peronista)

 

El lema de la Secretaria de Trabajo y Previsión en 1943 era el despertar de la conciencia social de los trabajadores. De alguna forma fue ese despertar el gran triunfo de la revolución peronista. Sin embargo esa efervescencia popular debería haber devenido en una maduración social colectiva que propiciara la Unidad Nacional cosa que finalmente no ocurrió. Ese despertar de la conciencia social desarrolló un grado de solidaridad social que permitió la organización de los sindicatos como basamento firme y “columna vertebral”, sin embargo este tipo de maduración colectiva necesita mantener una dinámica solidaria  en evolución constante y  propiciando  orgánicas sociales crecientes.

 

“…Si la conciencia social es acción dirigida a la comprensión e inteligencia de los hombres, un hombre con conciencia social comprenderá que no está aislado dentro de la comunidad, y que sus actos no le conciernen a él exclusivamente, sino también a todos los demás que forman parte de la misma comunidad. En cambio, si la solidaridad social va dirigida al sentimiento, al corazón de los hombres, un hombre será solidario socialmente cuando sienta y actúe de tal modo que sus obras se realicen antes que para su propio bien, para el bien de sus semejantes y de la comunidad…”

 

(JD Perón, Sociología Peronista)

 

Es decir el obrero aislado es solidario con otro obrero de su actividad en defensa de los intereses del conjunto. Sin embargo cuando ese objetivo se logra y se desarrolla un gremio fuerte y consolidado, debe continuar su maduración política motorizando la solidaridad de su institución con los sectores más vulnerables de la sociedad y para eso debe articular sus intereses sectoriales con los de la Nación en su conjunto. Es decir que el motor de la solidaridad no debe detenerse si se quiere mantener la mística revolucionaria del peronismo. No continuarla transforma a la institución automáticamente (y más allá de la buena intencionalidad de sus dirigencias) en liberal ya que solo defiende el interés de un sector aislada del Movimiento Nacional.

 

“…La solidaridad social es, por lo tanto, el sentimiento que dando cohesión a las comunidades hace posible su existencia como unidades sociales que presentan características propias. Sin solidaridad social entre todos los miembros no puede hablarse realmente de comunidades…”

 

(JD Perón, Sociología Peronista)

 

Por eso luego del extraordinario desarrollo organizativo del sindicalismo que tuvo como punto culminante la realización del Cabildo Abierto y la unificación en una poderosa CGT con millones de afiliados, el General Perón al lanzar el Segundo Plan Quinquenal convoca a las Organizaciones Libres del Pueblo a crear junto con el Poder Ejecutivo los futuros planes de gobierno. Para ello convocó a la creación del Consejo para el Proyecto Nacional. Es decir que se propiciaba un ámbito de discusión de política nacional en estructuras dependientes directamente del Poder ejecutivo donde el desarrollo institucional no estaba acotado por la limitación temporaria del Poder Legislativo.

 

Sin embargo el intento fracasó por la inexistencia de un espíritu autodeterminante en las dirigencias de los gremios (trabajadores, empresarios, comerciantes, etc) que participaban del consejo como una paritaria ampliada donde cada uno defendía sus propios intereses sectoriales.

 

La revolución peronista se estancó en el marco orgánico de la solidaridad social quedando su desarrollo institucional jugando en el campo del liberalismo. Es decir todas las instituciones libres: sindicales, empresariales y culturales asumieron su rol de defensa de intereses sectoriales y dejaron la creación de las políticas nacionales en manos de los gobiernos de turno. De esta manera el desarrollo del crecimiento político de las instituciones libres quedó atado a los mecanismos de luchas electoralistas del demoliberalismo transformándose en furgón de cola de los partidos políticos, perdiendo la posibilidad de conducción permanente de la creación institucional de las políticas nacionales.

 

“…El sentido de solidaridad existe, como ya se ha visto, en todas las comunidades, de ahí que se pueda hablar de solidaridad familiar, solidaridad sindical, solidaridad popular, etc. refiriéndose a la solidaridad existente en la familia, en el sindicato y en el Pueblo.

Pero para lograr la Felicidad del Pueblo y la Grandeza de la Nación se requiere un mayor grado de solidaridad, de tal manera que abarque a toda la comunidad nacional. Este grado máximo de solidaridad hace posible consolidar la verdadera Unidad Nacional. Por eso el general Perón afirma "no hay unidad nacional sin una efectiva y permanente solidaridad de todos los hombres y mujeres que integran la comunidad"

"Para conseguir la Unidad Nacional, lo primero es pensar con sentido nacional, y luego actuar con sentido nacional", es decir que en primer término se debe lograr una conciencia nacional para poder llegar después a una perfecta solidaridad nacional…”

 

Juan Perón, Sociología Peronista

 

La Comunidad no se organiza para defender los intereses sectoriales de ningún grupo en particular sino el interés de todos armonizados detrás del objetivo de construir la grandeza de la Nación.



La burocratización de las organizaciones sociales impidió la consolidación institucional y el heroísmo militante no alcanzó a revertir el terrorismo político desplegado por la oligarquía a partir de 1951 que finalizó con los criminales bombardeos a la plaza de mayo y al golpe gorila de 1955.

 

Cuando el peronismo pudo retornar al país en 1973 luego de 18 años de exilio y con un movimiento inmerso en graves pujas internas, el Gral. Perón puso en marcha un equipo que se dio al trabajo de lo que sería su última actualización doctrinaria. Volvería a centrar su prédica en un llamamiento a la Comunidad para convocarla a una nueva forma de representación política. Trataría de desarrollar nuevamente la idea de que las identidades políticas más que una elaboración de una vanguardia iluminada son el producto de la Comunidad junto con sus dirigentes y que ese proceso está sostenido no sobre ideas abstractas y cerradas sino sobre la convicción de que esa identidad es un camino de creación permanente y absolutamente dinámico, en evolución madurativa permanente.

 

Por eso el Modelo Nacional, desarrolla la necesidad de organizarse para lanzar al ciudadano a una discusión y debate permanente promoviendo esa construcción identitaria. El Modelo Argentino no es un modelo ideológico abstracto sino un “proceso ideológico”, un modelo orgánico que ordena una nueva concepción participativa que debería demostrar su potencialidad si lograba desatar las fuerzas creativas de la comunidad.

 

Ese trabajo ofrecido como base de una nueva organización política sintetizaba las herramientas que habían provocado más de 30 años de lucha contra el colonialismo.

 

Volvía a reafirmar la necesidad de sostener todo ese nuevo proceso creativo ciudadano sobre una unidad conceptual que le proveían las tres banderas del justicialismo, la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.     

                          

Para ello volvía a convocar a la organización de ámbitos de discusión de políticas nacionales y le pondría el mismo nombre que en la convocatoria a las organizaciones libres del pueblo en 1952: el Consejo para el Proyecto Nacional.

 

Sin embargo su propuesta no fue comprendida una vez más.

 

Ni las dirigencias de los 50 ni la de los 70 estaban a la altura del pensamiento político de este anciano líder que los convocaba para una revolución profunda y trascendente.

 

Fallecería  el 1 de julio de 1974.

 

A pesar de la soledad estratégica a la que lo condenó el tiempo histórico que le tocó vivir, pudo dejar sistematizados en sus obras y propuestas el camino para la liberación de la patria.

 

Muchos años después de su muerte, con el advenimiento de la democracia, esta realidad obligaría a todos los dirigentes políticos a adoptar un discurso que respetara estas verdades fundamentales. Era la evidencia de que los postulados del justicialismo se habían transformado en los postulados de todo el pueblo argentino.

 

El hombre nuevo que anunció, se iría afirmando con el correr de los años ante la explosión de los medios de comunicación de masas que multiplicaron su capacidad informativa geométricamente, sumando a ello la extraordinaria revolución cultural de Internet con su interconectividad planetaria instantánea. Hoy es absolutamente natural ver la participación popular en decisiones políticas que van desde alternativas económicas, hasta política exterior o reformas constitucionales.

 

Hoy, los pueblos naturalmente van rompiendo las formas de participación política y es una evidencia el agotamiento de las estructuras participativas demoliberales. A las acciones de participación masiva como plebiscitos y referéndums se han sumado las herramientas de medición de opinión, que permiten evaluar los consensos comunitarios.

 

Hay un ambiente revolucionario que se expresa en una incertidumbre generalizada respecto del futuro, que en sí mismo demuestra el agotamiento de la perversión individualista que ha lanzado al hombre contra el hombre en un camino sin razón ni esperanza.

 

El pueblo argentino sigue esperando sin embargo que se pongan en marcha las herramientas de participación popular que disparen el debate y permitan al país romper con el colonialismo cultural que todavía nos somete.

 

En ese sentido a nuestro criterio solo dos alternativas se están motorizando para ubicar al peronismo en la senda de construir una alternativa al sistema de democracia colonial que nos quiere doblegar. Una la del Papa Francisco que mantiene de forma inalterable una militancia activa en favor de los desposeídos y excluidos de este sistema de explotación perversa y el otro es Cristina Kirchner quien en su prédica diaria marca la necesidad de transformación institucional profunda necesarios para doblegar una democracia colonial.

Analicemos ambas posturas.



Papa Francisco: construyendo pueblo

 

Francisco es un referente fundamental de la política argentina y en su labor pastoral no solamente impugna la salvaje explotación de un capitalismo inhumano sino que también motoriza la necesidad de una nueva organización social que revierta el sentido egoísta del individualismo. En la encíclica Evangeli Gaudium el papa Francisco convocó a la construcción de pueblo dejando de lado la actitud indiferente y aislada del ciudadano neoliberal.

 

“…En cada nación, los habitantes desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como masa arrastrada por las fuerzas dominantes…”. “…Recordemos que « el ser ciudadano fiel es una virtud y la participación en la vida política es una obligación moral ». Pero convertirse en pueblo es todavía más, y requiere un proceso constante en el cual cada nueva generación se ve involucrada. Es un trabajo lento y arduo que exige querer integrarse y aprender a hacerlo hasta desarrollar una cultura del encuentro en una pluriforme armonía…” (E A E G; Pag. 170)


 
Francisco vuelve a la carga con la necesidad de buscar caminos para que la acción solidaria del individuo encuentre un cauce institucional que le permita a la comunidad madurar colectivamente. Esta acción lógicamente generará “tensiones bipolares” que surgen como producto de enfrentar las filosofías individualistas y materialistas que sustentan las instituciones y las prácticas políticas hoy en día.

 

“…quiero proponer ahora estos cuatro principios que orientan específicamente el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común. Lo hago con la convicción de que su aplicación puede ser un genuino camino hacia la paz dentro de cada nación y en el mundo entero.” (E A E G; Pag. 171)

 

Estos principios que conforman cuatro ejes de tensiones a la cual están sometidos los procesos de autodeterminación comunitaria son: el tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte. Este proceso y su consustanciación con el pensamiento peronista fueron analizados en un documento anterior (Construyendo pueblo el pensamiento revolucionario de Francisco, el Papa compañero Ver documento) pero la referencia al respecto de la nueva institucionalidad es permanente en la prédica de Francisco como lo demostró en la Audiencia a los delegados de la Confederación Italiana del Sindicato de Trabajadores. Vuelve a señalar el Papa, la necesidad de que los gremios abandonen su actitud liberal de circunscribir su tarea a una actitud de defensa de intereses particulares y les reclama que recuperen su “perfil profético” fundamental.

 

“….Me gustaría hacer hincapié en dos desafíos trascendentales que el hoy  el movimiento sindical debe afrontar y superar si quiere seguir desempeñando su papel esencial para el bien común.

El primero es la profecía, y se refiere a la naturaleza misma del sindicato,  a su verdadera vocación. El sindicato  es una expresión del perfil profético de una sociedad. El sindicato nace y renace cada vez que, como los profetas bíblicos, da voz a los que no la tienen, denuncia al pobre "vendido por un par de sandalias" (cfr Amós 2,6), desenmascara  a los poderosos que pisotean  los derechos de los trabajadores más vulnerables, defiende la causa del extranjero, de los último, de los "descartes". Como demuestra la gran tradición de la CISL, el movimiento sindical tiene sus grandes temporadas cuando es  profecía. Pero en nuestras sociedades capitalistas avanzadas el sindicato corre el peligro  de  perder esta naturaleza profética  y de volverse demasiado parecido a las instituciones y a los  poderes que, en cambio,  debería criticar. El sindicato, con el  pasar del tiempo, ha acabado por  parecerse  demasiado a la  política, o mejor dicho, a los partidos políticos, a su lenguaje, a su estilo. En cambio, si se olvida de esta dimensión típica y diferente, también su acción dentro de  las empresas pierde potencia y eficacia. Esta es la profecía.

Segundo desafío: innovación. Los profetas son  centinelas, que vigilan desde su atalaya. También el sindicato tiene que  vigilar desde las murallas  de la ciudad del trabajo, como  un centinela que mira y protege a los que están dentro  de la ciudad del trabajo, pero que mira  y protege también a los que están fuera de las murallas. El sindicato no realiza su función esencial de  innovación social si vigila solo a los  que están dentro, si sólo protege los derechos de las personas que trabajan o que ya están retiradas. Esto se debe hacer, pero es la mitad  de vuestro  trabajo. Vuestra vocación es también proteger los  derechos de quien todavía no los tiene,  los excluidos del trabajo  que también están excluidos de los derechos y de la democracia.

El capitalismo de nuestro tiempo no comprende el valor del sindicato, porque se ha olvidado de la naturaleza social de la economía, de la empresa. Este es uno de los pecados más graves. Economía de mercado: no. Digamos economía social de mercado, como enseñaba san Juan Pablo II: economía social de mercado. La economía se ha olvidado de la naturaleza social de su vocación, de la naturaleza social de la empresa, de  la vida,  de los lazos, de los  pactos. Pero tal vez nuestra sociedad no entiende al sindicato porque  no lo ve luchar  lo suficiente en los lugares de los "derechos del todavía no",  en las periferias existenciales, entre los descartados del trabajo. Pensemos en el 40% de jóvenes menores de 25 años que no tienen trabajo. Aquí, en Italia. ¡Y allí es donde tenéis que luchar!

Papa Francisco.
Audiencia a los delegados de la Confederación
Italiana del Sindicato de Trabajadores (CISL), 28.06.2017



Cristina y el Frente Ciudadano

 

El lanzamiento del Frente Ciudadano de Cristina Fernández de Kirchner también lleva a una impugnación del sistema participativo del liberalismo. De alguna manera se encuentra presente el sentido participativo de las Organizaciones Libres del Pueblo lanzada por Perón en 1952.
El sentido de la palabra democracia para Cristina está asociado a una nueva forma participativa y vemos en su prédica en forma permanente el sentido de dos democracias distintas una con un ciudadano movilizado, solidario, activo y responsable y otra democracia atada a instituciones del pasado que nos condena a un presente colonial

 

“…siempre, todo proceso transformador requiere de liderazgos y direcciones políticas, pero esencialmente requiere de sociedades con alto grado de conciencia colectiva, y de capacidad de organización colectiva para salir adelante. Recuperar esa organización permitirá volver a constituir un Estado democrático…”

“…Por eso creo que nuestra tarea no es ni enojarnos ni quejarnos, sino organizarnos y ayudar a organizar al conjunto de la sociedad, en frentes sociales específicos, colectivos pero específicos, donde puedan reunirse intereses comunes, problemas comunes, prácticas comunes, ideas comunes acerca de la medicina, acerca del rol del hospital público, acerca del rol de la universidad….”

“…Todos debemos pensar con absoluta generosidad que ninguno de nosotros es imprescindible, que lo único imprescindible es volver a organizar al pueblo, a la sociedad en todos los frentes y para todas las políticas, porque es la única manera de que no vuelva un sector político, que vuelvan los argentinos y las argentinas a ser protagonistas de su destino y de sus vidas…”

 

#CFKenLanus en el III Encuentro Nacional de Salud

 

El sentido de construir una democracia popular y participativa es el espíritu que ronda todo el discurso de Cristina, llamando a pensar en nuevas organizaciones que superen a las cristalizadas instituciones liberales que son hoy una nueva forma de dominación imperial.

 

“…Fíjense ustedes: cuando pensaron esta forma de gobernar y que es la forma de gobierno en general de todo occidente, podríamos llamarlo así, no existía la luz eléctrica. No existían los autos. ¿A alguien se le ocurre, por ejemplo, que podría seguir siendo operado de una muela o de amígdalas de la misma forma que se hacía en 1789? Seguramente que no y dirían que estamos todos locos. Sin embargo tenemos la misma arquitectura institucional para un mundo que ha cambiado en 180 grados, absolutamente. Con nuevos poderes que no están legalizados ni controlados ni regulados por ninguna constitución estatal. Que son el poder de los organismos multilaterales internacionales, el de las grandes finanzas internacionales, el de las grandes multinacionales, el de los grandes medios de comunicación que hoy formatean el sentido común y el pensamiento de la ciudadanía.

Entonces creo que este neoliberalismo tiene la misión de venir a formatear la cabeza de los ciudadanos globales y no le va nada mal, desgraciadamente, lamentablemente. Esto requiere, por parte de los partidos progresistas, lo charlábamos con Alexis Tsipras en Atenas, la necesidad de construir, por lo pronto un foro global donde podamos empezar a discutir determinadas categorías de pensamiento. Donde podamos comenzar a repensar y a discutir la democracia, porque en definitiva la democracia, hasta la democracia el neoliberalismo la termina usando contra la propia democracia sino pregúntenle a los brasileros. El juicio político es un instrumento que establece la constitución brasilera. ¿Para qué fue usado por el neoliberalismo? Para derrocar a una presidenta constitucional, Dilma Rousseff, imponer un títere como el actual presidente de Brasil, e imponer el plan de ajuste y austeridad más memorable que se tenga memoria en Brasil. Pero entonces, amigos y amigas, es necesario repensar y quiénes tienen la obligación de repensar nuevas categorías de accionar, nuevas estrategias, son precisamente los que queremos que las cosas cambien, que haya más equidad social….”

“…¿Les parece lógico que después de todo lo que se ha transformado el mundo sigamos únicamente con el concepto político de derecha y de izquierda que se acuñó también en 1789? ¿No les huele que tenemos que ir o intentar ir por algún otro lado? Me parece que sí y me parece que vale la pena intentarlo. No me siento ni Rousseau ni Montesquieu, por dios. No pretendo generar… pero creo que debemos discutir nuevos contratos sociales entre pueblos y dirigentes y utilizar todos los instrumentos, todas las herramientas que hoy están a nuestro alcance. Como ellos, el neoliberalismo, utiliza también las herramientas de la democracia y del pueblo para muchas veces lograr captar segmentos de la población que rompiendo la relación de fuerzas de proyectos nacionales, populares y democráticos finalmente terminan votando en contra de sus propios intereses…”

 

Cristina Fernández de Kirchner
Reunión en el Parlamento Europeo
con grupo de Eurodiputados
 Miércoles 10 de mayo de 2017.

 

El debate de una nueva forma de democracia está abierto y es en función de ir dirimiendo la nueva institucionalidad es que podremos redescubrir y rejerarquizar el pensamiento de Juan Perón. Pero mientras vemos la forma de articular la nueva democracia nacional, social y popular, debemos dar batalla a los enemigos que con la claridad que les da la defensa de sus privilegios y prebendas se presentan hoy como una alternativa a la comunidad en una nueva contienda electoral.

 

 

Salgamos a la cancha a decirle: Para la mano Macri!

 

Asumiendo que un gran debate está pendiente en el Movimiento Nacional, nuestras divisiones no deben perturbarnos. Son una lógica consecuencia. Como pasa habitualmente en los momentos revolucionarios sabemos perfectamente lo que no queremos más que lo que queremos. Y en algo estamos de acuerdo a pesar de nuestras diferencias: no queremos a Macri con su proyecto neoliberal. Por eso concentremos nuestros esfuerzos en frenar esta maniobra corporativa y colonial de cristalizar una democracia de ricos, una democracia para pocos. Evitemos la tentación de hacer política detrás de los focus group que muchas veces navegan en las contradicciones de una comunidad manipulada y sin mucha conciencia social. Como decía Perón: “…no hay que mirar al costado a ver qué hace el compañero, hay que mirar al frente a ver qué hace el enemigo…”

 

Digamos no a su forma de participación ciudadana compartimentada e individualista que impide la maduración de la cultura social de la comunidad y promueve la farandulización de la política y la criminalización de la protesta y la movilización social.

 

A su armado institucional meritocrático basado en promover la defensa de los diversos intereses profesionales de la comunidad en forma individual, que termina premiando la acción competitiva y el dominio de los más poderosos.

 

A su hipócrita visión de igualdad y justicia amparada por una falsa legalidad que iguala los derechos de humildes y poderosos y cristaliza una injusticia económica evidente.

 

A su promoción de un Estado ceocrático que pone en manos de los más poderosos el manejo de todos los resortes de la economía y la justicia.

 

A su defensa de los monopolios multimedios para garantizar el manejo distorsivo de la realidad y ocultar el plan de entrega económica a las corporaciones y la oligarquía.

 

 

 


¡Digamos sí a una democracia social, popular y participativa!

 

Luchemos por una participación activa movilizada por ciudadanos comprometidos, solidarios y con una proyección social que sume su esfuerzo personal al esfuerzo común de construir la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación.

 

Promovamos el sentido revolucionario de la doctrina peronista como herramienta de organización política del pueblo para lanzarlo a una nueva participación ciudadana.

 

Exijamos los ámbitos de discusión de políticas de Estado para la inclusión de las organizaciones populares y sociales.

 

Patria sí Colonia no!!

 

 

 

 

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