A medida que Eva crecía iba despuntando en ella una viva vocación por el teatro. Gustaba de disfrazarse y representar escenas y papeles diferentes en sus juegos. Le atraía leer poesía y sobre todo recitar en público, disipándose en esos momentos una tendencia a la introversión que no había dejado de acompañarla.
Palmira Repetti, maestra de sexto grado de Eva, recuerda haber descubierto
y alentado su temprana vocación: " ... viva, tan viva y muy inteligente
... cómo no. Tendría quince años, dieciséis años cuando venía a mi casa para
explicarle lo que había estudiado de verso y todas esas cosas. Le gustaba
mucho leer". (11).
A poco de llegar a Junín, Eva tuvo oportunidad de actuar en un escenario. Por intermedio de su hermana Erminda -que integraba la Comisión del Centro de Cultura y de Arte del Colegio Nacional- pudo tomar parte en la representación de la obra teatral Arriba Estudiantes, junto con otros alumnos mayores que ella.
Eva cursó todos los grados de la escuela primaria. Fue una discreta alumna,
aunque con algunas dificultades en aritmética, según lo revelan sus calificaciones.
Registró, eso sí, gran número de inasistencias en todos los años. Esto último
sugiere dos cosas: que su salud ya era frágil por entonces, o que su espíritu
inquieto se avenía mal con la enseñanza convencional, no logrando esta última
despertar su interés.
Al concluir el ciclo elemental, se abría ante ella un vacío.
¿Qué le ofrecía Junín a esa muchacha retraída y llena de sueños? No le seducía la idea de estudiar de maestra como Blanca, ni desempeñarse en un puesto público como Elisa. Tampoco le gustaría esperar plácidamente un matrimonio confortable. La vida en Junín, aunque más activa que la de Viamonte, presentaba pocos matices atractivos para la joven inquieta que era Evita: la "vuelta del perro", alguna confitería cercana a la Plaza céntrica.
En cambio, el cinematógrafo la transportaba a otros mundos. Y Eva se asomaba con palpitante avidez al ambiente artístico a través de la pantalla o las revistas. Recibía así las imágenes de ese fascinante mundillo donde las mujeres eran siempre hermosas y elegantes.
Donde gentes y lugares diferían tanto de la chatura de la ciudad chica. Y la muchacha soñaba con Buenos Aires y con ser actriz, para parecerse a aquellas cuyas imágenes veía en las páginas de 'Mundo Argentino, Sintonía o El Hogar'.
El deseo de abandonar Junín, de lanzarse a la conquista de esa Buenos Aires idealizada, fue madurando en Eva. Es difícil saber en qué momento tomó la determinación, o que circunstancias la precipitaron. Lo imaginable es que doña Juana se opuso con todas sus fuerzas a la partida de su hija apenas adolescente, en pos de una quimera. Pero la joven había heredado de su madre la tenacidad, multiplicada por la energía de sus pocos años. Y terminó imponiendo su voluntad.
Según la versión de su hermana Erminda, Eva convenció a su madre de que la acompañara a la Capital para presentarse en Radio Nacional, donde habría obtenido un contacto tras recitar el poema de Amado Nervo "¿Adónde van los muertos?". Luego, doña Juana la habría dejado en Buenos Aires, alojada con una familia amiga.
Pero otros coinciden en afirmar que Eva partió de Junín con el cantor Agustín Magaldi y su esposa, a los que conoció cuando pasaron por la ciudad en el curso de una gira artística, Entendiendo que toda oposición era inútil, doña Juana habría concedido su permiso, aunque a disgusto. Esta última es la versión proporcionada, entre otros, por Edmundo Guibourg, que tuvo amistad con Eva Perón. (12).
Lo cierto es que corría 1935 -apenas tenía quince años- cuando Eva partió de Junín en busca de su destino. Pero ese destino -ella lo ignoraba- no sería precisamente el de una luminaria del cine, sino algo muy diferente.