Con la crisis, la vida se volvía más dura en los pueblos pequeños y en las zonas rurales, donde la actividad económica estaba más ligada a las explotaciones agrícolas. Se intensificaría entonces la migración hacia las ciudades: allí la concentración de población ofrecía mayores posibilidades de trabajo. Sin embargo, la recesión también estrecharía las oportunidades de ocupación en los centros urbanos y la orgullosa Buenos Aires ofrecería muy pronto el espectáculo cotidiano de la miseria, las filas de desempleados y las ollas populares.
Como tantos otros, doña Juana y su familia decidirían por esa época abandonar el pequeño pueblo que los había albergado hasta entonces. Habrán incidido, sin duda, las motivaciones económicas. Pero también el deseo de dejar atrás un pasado ingrato y liberarse de tantos chismes y habladurías.
En una ciudad más grande -y por eso más anónima- podrían empezar de nuevo. El lugar elegido sería Junín. "Junín era el centro urbano más cercano a Viamonte y aunque a una niña como Evita le puede haber parecido una gran ciudad, estaba lejos de serlo. Pero era una ciudad un tanto particular pues desde que el Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico instalará allí sus talleres (...) se había convertido en un importante centro ferroviario."
Cuando la familia Duarte se mudó a Junín, la ciudad estaba dividida en dos partes separadas por las vías y las estaciones del Ferrocarril. La estación del Ferrocarril Central Argentino delimitaba la ciudad al norte. Unas cuadras más arriba, corría el Buenos Aires al Pacífico, con sus galpones y sus enormes talleres. Entre las dos estaciones y más allá de los galpones había surgido un nuevo Junín, de calles de tierra y casas precarias donde vivían obreros en barrios con nombres como Pueblo Nuevo, Villa Talleres y Tierra del Fuego.
Tanto la Fraternidad como la Unión Ferroviaria tenían filiales en los talleres y los conflictos gremiales no habían faltado desde 1896, año en que se produjo la primer gran huelga de ferroviarios. Siguieron en 1904, 1905, 1913 y en 1928 cuando el Pacífico dejó a 160 obreros cesantes, a pesar de que el año anterior había reconocido a la Unión Ferroviaria como entidad que representaba al personal.
"EI viejo Junín se extendía al sur de la frontera ferrocarrilera, alrededor de la Plaza San Martín. Allí estaban la Escuela N°1 a la cual asistió Evita, la catedral, la jefatura militar y en una de las esquinas de la plaza, el almacén de ramos generales de Basterreix Hnos. y Canaverio.
Hacia 1930, había todavía un buen número de almacenes de este tipo. Eran enormes caserones que funcionaban como importadores de especialidades europeas, desde vinos finos hasta cuchillería barata, prestaban semillas y maquinaria a crédito y además compraban las cosechas de los chacareros.
"Los dueños de estos grandes almacenes no constituían una verdadera aristocracia,
pues eran inmigrantes de origen italiano, pero sobre todo español. Se reunían
en la Sociedad Italiana o en el Club Español y vivían en hermosas casonas
con patios cubiertos de flores y plantas.
Sus hijos se casaban con descendientes de viejos juninenses y juntos pertenecían al club social donde solamente tenían entrada las familias "bien" de Junín. Esta categoría incluía al grupo de profesionales que trabajaban para los ferrocarriles, ya sea como médicos o altos funcionarios.
Separados de todos y formando un mundo aparte en el cual los argentinos raramente penetraban, en una verdadera enclave colonial, reinaban los ingleses del Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico". (9). Los párrafos precedentes, tomados de Marysa Navarro -biógrafa de Eva Perón- describen con acierto el paisaje físico y social del Junín de entonces.
No es extraño que impresionara vivamente a Eva, niña ya próxima a ingresar en la adolescencia y con la sensibilidad a flor de piel. Junín exhibía -mucho más que el pueblo chico- la ostensible contradicción entre la miseria y la riqueza. Los manchones de pobreza y marginidad -acentuados por la crisis- junto a la prosperidad. Su natural rebeldía ante la injusticia volvería a despertar ante el espectáculo de esas dos realidades tan distintas, y se transmutaría en temprana conciencia social.
En 'La Razón de mi Vida' dejaría testimonio de aquel choque con la realidad: "recuerdo muy bien que estuve muchos días tristes cuando me enteré que en el mundo había pobres y había ricos, y lo más extraño es que no me doliese tanto la existencia de los pobres como el saber que al mismo tiempo había ricos.
"Yo sabía que había pobres y que había ricos, y sabía que los pobres eran más que los ricos y estaban en todas partes.
"Me faltaba todavía conocer la tercera dimensión de la injusticia.
"Un día oí por primera vez de labios de un hombre de trabajo que había pobres porque los ricos eran demasiado ricos, y aquella revelación me produjo una impresión muy fuerte (...) Más que creerlo por un razonamiento, 'sentí' que era verdad ". (10).
No hay total certeza acerca de la fecha en que la familia se mudó a Junín. Pero ello ocurrió durante 1930 y el pase de Eva a la Escuela N°1 Catalina Larralt de Estrugamou de Junín tiene fecha el 11 de agosto de ese año. Allí completaría el tercer grado y todo el ciclo primario.
En Junín las cosas mejorarían. Doña Juana continuaba cosiendo y Blanca consiguió un puesto de maestra en el Sagrado Corazón. Elisa obtuvo el pase al correo de la ciudad.
Juan, por su parte, obtendría trabajo como dependiente en una farmacia. Voluntariosa
y activa, la madre no tardaría en crearse otra fuente de ingreso preparando
comida para algunos pensionistas. Residieron sucesivamente en tres casas ubicadas
en la parte vieja de Junín: en la calle Roque Vazquez y después en las calles
Lavalle y Winter.
Entre los comensales habituales de doña Juana se contarían algunas personas importantes de la ciudad: el mayor Alfredo Arrieta -jefe del distrito militar- y José Alvarez Rodríguez, rector del Colegio Nacional y hombre muy respetado.
También Justo Alvarez Rodríguez, abogado y hermano del antes nombrado. Arrieta
y Justo Alvarez Rodríguez se casarían con dos de las hermanas de Eva: Elisa
y Blanca.