Desde tiempo atrás alentaba en Eva la idea de plasmar en un libro las experiencias fundamentales de su vida política, una serie de ideas, sentimientos y reflexiones que deseaba perpetuar.
Con ese objeto, desde mediados de1950 comenzó a mantener largas charlas con Manuel Penella de Silva, un periodista español vinculado al ambiente diplomático que se encargaría de dar redacción definitiva al trabajo. Había que dar con el tono adecuado a la emotividad de Eva y poner en forma de libro todo lo que surgía a borbotones de sus labios.
A principios de 1951 estuvieron listos los originales. Se dice que Raúl Mende les habría efectuado abundantes correcciones.
EI 4 de abril de 1951, ella pudo leer el texto en el curso de una reunión llevada a cabo en los salones de la planta baja de la residencia presidencial, a la que asistió el príncipe Bernardo de los Países Bajos. El visitante condecoró a Eva y calificó al libro de "conmovedor".
Más allá de todo protocolo, a esa altura no cabe duda que Evita conocía -o sospechaba- su mal. El libro era una especie de testimonio perdurable. Un pequeño triunfo sobre la muerte, que ya la acechaba. Ella recorrería sus páginas con una indefinible mezcla de alegría y sociego.