(6) La agonía

El 18 de julio cayó súbitamente en coma. Mientras llamaban al padre Hernán Benítez -su confesor-, los médicos instalaron en la habitación tubos de oxígeno y otros elementos para intentar salvarla.

Duración: 1 minuto
 
 
Eva Perón. Relato de Juan Perón.
 

 

Pero alrededor de la medianoche despertó sorprendiendo a todos: "¿Qué me pasó? Tengo que dejar la cama. Si me quedo en ella me muero" (12). Se levantó y se dirigió al baño, ayudada por una enfermera. Su hermano Juan, que presenció la escena, corrió hacia la planta baja gritando alborozado: "¡Eva se salva!" (13).

Figura 22:

 

Misa de campaña organizada por la CGT el 20 de julio en la Avenida 9 de julio. "...Los primeros síntomas de su enfermedad se manifestaron hacia fines de 1949.
Una fuerte anemia la obligó a someterse a intensas curas.La veía pálida y cada día me parecía más delgada, más consumida.

Insistía en que reposase, pero ella no atendía razones. Reaccionaba contra la debilidad que la postraba, obligaba a las pocas fuerzas que aún le restaban y a su inextinguible fuerza de voluntad.

Durante algún tiempo pareció que las medicinas la hubiesen ayudado; había recuperado un poco de fuerzas, pero muy pronto advertí que se trataba de una mejoría efímera. Evita ya no tenía sangre, ya no tenía pulso: estaba descarnada y blanda como una sombra. Era toda nervios y voluntad.

En su rostro no se notaban más que los ojos, hundidos, encendidos por la fiebre, cercados de ojeras. El mal la devoraba sin piedad.
“Si no te sometes a reposo, te mueres”, le decía yo y ella me respondía: “Si me someto a reposo, ¿quién cuidará de esa gente?...” (JDP, Cómo conocí a Evita y me enamoré de ella)
 


 

El 19 transcurrió sin sobresaltos. El 20 de julio la CGT organizó una misa de campaña en la Avenida 9 de Julio. A pesar del intenso frío y la llovizna, miles de personas se arrodillaron en el asfalto para seguir la ceremonia oficiada por el padre Virgilio Filippo. A través de los parlantes allí instalados, el padre Hernán Benítez hablaba a la multitud, preparando los ánimos para lo que ya se sabía inminente: "Ahora, compañeros, ya tenemos nuestra mártir, ya tenemos nuestros mártires, porque Dios, al elegir a Eva Perón, nos ha elegido a nosotros para mártires, desde que su dolor es nuestro dolor".

Figura 23:
 
Cámpora y otros funcionarios en la misa de campaña.

 

Como Eva, desde el lecho, insistía en escuchar las palabras de Benítez, Atilio Renzi tuvo que simular un desperfecto en la radio para impedirlo.

El 22 de julio el modisto Paco Jamandreu fue llamado por la noche a la residencia presidencial: Perón le explicó acongojado que Eva se moría, pero -querían engañarla diciéndole que haría un viaje y se le estaba diseñando la ropa. Al día siguiente Jamandreu -viejo amigo de Evita- regresó con sus diseños para que ella los viera.

Figura 24:

 

Muestras de dolor y pesar popular en la multitudinaria misa de campaña de la CGT. "...No había palabras que lograran convencerla de la necesidad de moderar el ritmo de su trabajo. La curaban numerosos médicos argentinos, pero cuando se agravó, hice venir de los Estados Unidos al Doctor Pack, un famoso cancerólogo, amigo nuestro y asesor del Instituto Argentino para el Cáncer y de la Fundación Eva Perón.

El Dr. Pack visitó a mi mujer hacia fines de 1951; la invitó a vivir de manera más regulada y tranquila y me dijo claramente que las esperanzas de salvarla serían nulas si no seguía sus consejos.

“La señora, me dijo, puede morir de un momento a otro. Está gravísima. No hay nada peor que curar a un enfermo que no quiere seguir las prescripciones del médico. Es mi deber advertirle, que solamente un largo período de reposo puede prolongarle la vida.

Intenté intervenir, pero sin éxito alguno. Eva continuaba yendo a su oficina, recibiendo gente y, como de costumbre, regresaba a casa a horas avanzadas de la noche y muchas veces al alba.
Una vez que la reprendí ásperamente, me respondió: “Sé que estoy muy enferma y sé también que no me salvaré. Pienso, sin embargo, que hay muchas cosas más importantes que la vida y si no las llevase a cabo, me parecería que no habría cumplido mi destino”. (JDP, Cómo conocí a Evita y me enamoré de ella)
 


 

Mientras tanto se sucedían los comunicados oficiales, dando cuenta de la gravedad de su estado: "Los médicos que asisten a la señora Eva Perón informaron esta noche a las 22 horas, que el estado de salud de la enferma, a pesar de la mejoría experimentada el sábado y domingo últimos, continúa delicado".

Documentos:

Eva Perón.
Escrito de Juan Perón.

Ver


El país entero estaba pendiente de la agonía de Eva. Millones de personas oraban pidiendo un milagro. Pero también había rumores malevolentes que ya la daban por muerta y mal disimulada alegría ante la perspectiva cierta de su desaparición. Narra Perón que el día antes de su muerte lo hizo llamar para hablarle a solas: " ... hizo un esfuerzo por incorporarse. Su respiración era apenas un susurro: "No tengo mucho por vivir -dijo balbuceante-. Te agradezco lo que has hecho por mí. Te pido una sola cosa más ... -Las palabras quedaban muertas sobre sus labios blancos y delgados. Su frente estaba brillante de transpiración. Volvió a hablar en tono mas bajo. Su voz era ahora un susurro-: No abandones nunca a los pobres. Son los únicos que saben ser fieles" (14).

El final

El 26 de julio era sábado: un sábado húmedo y nublado. Eva desmejoró a partir de las diez de la mañana. A las once fue evidente que se acercaba el final y sus familiares rodearon el lecho. Entró en un letargo pero la agonía duraría todavía unas horas.

Figura 25:

 

Durante la agonía de Eva Perón era permanente la presencia del pueblo en los jardines de la Residencia Presidencial para orar por su salud.
"...Desde entonces el mal no le dio tregua; quebrantó sus últimas fuerzas y la obligó a guardar cama. Aquellos días de lecho fueron infernales para Evita; estaba reducida a la sola piel, a través de la cual se notaba ya la blancura de los huesos. Solamente sus ojos permanecían vivos y locuaces. Se posaban por doquiera, preguntaban
todo; a ratos estaban serenos, a veces me parecían desesperados.

Las fuerzas ya la habían abandonado. Cuando se sintió cercana a la muerte quiso escribirme una carta que yo conservo entre las pocas cosas que representan mi mundo de entonces y mis riquezas de siempre. La dictó a una secretaria, y luego, de su puño y letra, agregó alguna cosa con una caligrafía vaga y temblorosa.

Una semana antes de su muerte quiso hacer testamento. A propósito de sus bienes escribió: “Deseo que todos mis bienes sean puestos a la disposición de Perón en su calidad de representante del pueblo argentino. Mis bienes son patrimonio de mi pueblo y del movimiento peronista; los derechos de mi libro entréguense a mi marido y por su mediación, a nuestra gente.

Mientras Perón viva, él podrá disponer de todos mis bienes como mejor lo crea; podrá hacer de ellos lo que quiera. A él dediqué mi vida y por tanto todo lo que fue mío, le pertenece. Después de la muerte de mi marido, todo será del pueblo. Dispongo que mis joyas sirvan para crear un fondo de ayuda social; ellas no son mías, en parte me fueron regaladas por mi pueblo. Estas y otras que recibí de mis amigos extranjeros deberán servir para crear alguna cosa útil y permanente, para la tranquilidad de la gente miserable”.

El testamento de Evita fue leído a la multitud en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1952.
El día antes de morir me mandó llamar y quiso permanecer sola conmigo. Me senté a la orilla de la cama y ella hizo un esfuerzo para incorporarse; su respiración era ya un estertor agónico. “No me queda ya mucho que vivir”, dijo balbuceando las palabras. “Te agradezco cuanto has hecho por mí. Te pido una sola cosa...”. La palabra murió en sus labios blancos y finos; su frente estaba perlada de sudor. Volvió a hablar en tono más bajo;
su voz era apenas un susurro... “No abandones a la gente pobre... Es la única que sabe ser fiel...”.
Ya era avanzada la tarde; por la ventana entraban las primeras sombras.

Un viento implacable mecía furiosamente los árboles. El cielo tenía el color de un sudario y amenazaba lluvia.

Durante la noche, Evita tuvo un colapso y entró en coma. En la alcoba estaban conmigo su madre, su hermana, su confesor, el padre Benítez, y los médicos que la asistían, el profesor Finochietto y los doctores Tacchini y Taiana; afuera llovía como un diluvio.." (JDP, Cómo conocí a Evita y me enamoré de ella)


 

A las tres de la tarde el padre Benítez le suministró los sacramentos. A las cuatro y media se difundió un boletín oficial: "El estado de salud de la señora Eva Perón ha declinado sensiblemente". A las ocho de la noche había entrado definitivamente en coma. Estaban a su lado Perón, Juana Ibarguren, sus hermanos Elisa, Erminda, Juan y Blanca, Orlando Bertolini, Carlos Aloé, Raúl Alejandro Apold, Raúl Mendé, Armando Méndez San Martín, Oscar Nicolini, Héctor Cámpora, Jerónimo Remorino, Atilio Renzi, su mucama y las enfermeras que la asistían. También, por supuesto, los médicos: Taquini y Finochietto.

"Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación, el penosísimo deber...
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Comunicado de la muerte de Eva Perón
 

Eran las 20.23 cuando Taquini, que le controlaba el pulso, anunció que Evita había dejado de existir. Juan Duarte sufrió una crisis de llanto y se lanzó corriendo escaleras abajo. Apold redactó el comunicado oficial, pero la congoja le impidió leerlo y fue preciso que lo hiciera un locutor: "Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación, el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la señora Eva Perón serán conducidos mañana, en horas de la mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente" (15).

Todo había terminado. Ya no sufriría más. Ya era historia...

 

Notas

8- Marysa Navarro, Op. Cit. pag. 295.

9- Borroni y Vacca. Op. Cit. pag. 281.

10- Testimonio de Raúl A. Apold en Borroni y Vacca, Op. Cit. pag.301.

11- Ibid. pags. 285/286/287.

12- Erminda Duarte, citada en Navarro, Op. Cit. pag. 300.

13- Borroni y Vacca, Op. Cit. pag. 291.

14- Juan D. Perón, citado por Navarro, Op. Cit. pag. 301.

15- Borroni y Vacca. Op. Cit. pag. 316.

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