(2) El Ejército y el Gobierno

El prestigio de Castillo cayó verticalmente el 17 de febrero de 1943 al exteriorizar que Robustiano Patrón Costas le sucedería en el Gobierno.

Esto se sintió sobremanera en las filas militares, pese a los almuerzos semanales de Olivos.

Figura 9:
 
Recibo de un sobre secreto del GOU, firmado por el teniente coronel Agustín de la Vega. 14 de mayo de 1943.

La desilusión ganó a todos los grados y las conspiraciones recomenzaron. Los veinte meses de tranquilidad de la pax Castillae habían terminado. La ovación de la cena de camaradería del 7 de julio de 1942 no se repetiría en la de 1943.

Los generales Rawson y Menéndez, viejos conspiradores, se lanzaron abiertamente a buscar adeptos. Extraña que no lo hiciera Medina, decano de los conspiradores, y algunos mal pensados lo atribuyeron a que fallecido Justo (en enero de 1943) Medina no tenía papel a desempeñar.

Figura 10:
 
Listas de jefes militares “decididos”, en sexto lugar figura el propio Perón. Los veinte meses de tranquilidad de la Pax Catillae habían terminado. La ovación a Castillo de la cena de camaradería del 7 de julio de 1942 no se repetiría en la de 1943.

Entre los Militares no comprometidos —dejemos al GOU aparte— tampoco había caído bien la candidatura de Patrón Costas. El cuadro de oficiales mayores no pensaba, indudablemente, en revoluciones y acataría lo que resolviesen los civiles (aunque, en realidad, se trataba de “un solo civil”).

Pero el industrial salteño, de graves ademanes y poco cordiales palabras, no despertaba simpatías. Era la antítesis del sencillo y campechano Castillo.

Figura 11:
 
Facsímil de una de las circulares del GOU. Los contactos de los gouistas con radicales siguieron, pero alguno de ellos no fue discreto pues informó a la Embajada norteamericana sobre las conversaciones realizadas.

En el GOU, la posibilidad de sustituirse al poder civil no era compartida por nadie al lanzarse, en febrero, la candidatura de Patrón Costas.

A ningún oficial joven le gustaba Patrón Costas, que significaba la posibilidad —tal vez la certeza— de que se abandonaría la neutralidad y la continuación del régimen con sus falsificaciones electorales y lastre de corrupción.

Figura 12:
 
Sobre de un envío del GOU al teniente coronel Héctor J, Ladvocat. Mayo de 1943.

Pero con una “revolución” que derrocase al Gobierno constitucional los podrían suponer conspiradores profesionales, como Menéndez o Rawson, nunca militares sanmartinianos como creían serlo los jóvenes logistas. Y menos contra Castillo, que, fuera de sus lazos con el régimen demostró una conducta patriótica y austera y no había dado —por lo contrario— motivos de queja al Ejército.

Tal vez no hubiera necesidad de derrocar al presidente para imponer un sucesor que no desagradase tanto como Patrón Costas a los jóvenes oficiales. Ni siquiera de hacerle un “planteo” (como en octubre de 1941), a lo menos un planteo tan decisivo como aquél.

Figura 13:
 
Castillo recibe a una delegación de trabajadores del Estado en la Casa de Gobierno (1941), en su carácter de vicepresidente a cargo del Poder Ejecutivo Nacional.

Bastaría que el Ejército (por medio del GOU, desde luego) exigiera que las elecciones presidenciales fueran correctas en Buenos Aires y Santa Fe para que la fórmula Patrón Costas-Iriondo naufragase.

Todo era cuestión de oponer a Patrón Costas un candidato radical, que podía ser Amadeo Sabattini, radical “intransigente” que acababa de hacer un buen Gobierno en Córdoba y, sobre todo, se manifestaba neutralista como buen discípulo de Irigoyen.

Figura 14:
 
Enrolamiento de jefes al GOU por unidades. Agregados de puño y letra del coronel Juan Perón. 1943

Tal vez los radicales unionistas, pese a la posición belicista de la fracción, aceptarían a Sabattini si se les daba a entender que con ese candidato (y solamente con él) habría elecciones limpias.

Pero, claro está, Sabattini debería comprometerse a mantener la neutralidad contra los embates unionistas y no interferir demasiado en las cosas militares.

Figura 15:
 
Castillo asiste a la bendición de los barcos comprados a Italia en agosto de 1941.

El teniente coronel Miguel Angel Montes, amigo personal de Sabattini, fue comisionado por la logia para entrevistar al político cordobés. Pero la gestión fue un fracaso.

La noche del 15 de mayo se reunieron los directivos del GOU en la inspección de Tropas de Montaña —Santa Fe 2317— convocados por Perón para oír el informe de Montes.

La desilusión fue grande. El teniente coronel Tomás Ducó le pareció que no quedaba otro arbitrio que “la acción inmediata”, pero predominó la opinión de seguir los contactos con los radicales. “La voluntad de los aquí presentes es la mía”, fue el voto de Perón.

Figura 16:
 
Dr. Castillo en Azul, acompañado de Manuel Fresco (a la derecha), en octubre de 1939.

Las elecciones presidenciales serían el primer domingo de septiembre y no había por qué apresurarse a tomar el camino del medio.

Los contactos de los gouistas con radicales siguieron. El teniente general González habló con alguno que no fue discreto; pues informó a la Embajada norteamericana que “el general Ramírez y un grupo de oficiales en servicio activo se habían acercado a un núcleo radical (…) para indagar el apoyo de ese partido en caso de que se organizara un golpe.

La cena de González

El informe anterior debió ser por la cena ofrecida el 27 de mayo por el teniente coronel González a siete diputados radicales y al ministro de Guerra, general Ramírez.

Solamente que el informante se lo contó mal a Norman Armour, o éste no lo entendió bien. El ministro y el secretario del Ministerio no andaban en busca de apoyos radicales para un golpe revolucionario, sino en procura de un candidato radical que se comprometiera a mantener la neutralidad.

Figura 17:
 
Norman Armour (der) en una recepción diplomática.

Como se había convenido la noche del 15 de mayo, los componentes del GOU siguieron los contactos con dirigentes radicales. Pero a éstos se les hacía difícil entender que unos oficiales que no pasaban del grado de coronel girasen a todo el Ejército y pudieran obligar al presidente a dar elecciones limpias. Para que lo escuchasen de los propios labios del ministro de Guerra, González los invitó a cenar a su casa.

Figura 17 b:
 
Oficiales Superiores del GOU:
1 - Teniente Coronel Carlos María Zavalla
2 - General Orlando Peluffo
3 - Coronel Aristóbulo Mittelbach
4 - Coronel Juan Domingo Perón
5 - General Edelmiro J. Farrell

El inconveniente era que los radicales no encontraban una figura que pudiera unir a las dos fracciones radicales. Dos de los presentes, los diputados por Buenos Aires Mario Castex y Juan Carlos Vázquez, propusieron una posible solución; que el general Ramírez aceptase la candidatura por el partido radical, que la convención del partido aceptaría con entusiasmo, pues Castillo no podría hacerle fraude a su ministro de Guerra.

Documentos:

Manifiesto del fallido levantamiento
militar de 1933. Un antecedente del GOU.
Documento Inédito.

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La respuesta de Ramírez “fue ambigua”, dice el dueño de casa. Pero bastó para que los invitados divulgaran por todas partes, indiscreta y satisfactoriamente, que Ramírez sería el candidato radical.

Por supuesto, se enteró Castillo de inmediato. En una entrevista “tormentosa”, que debió ser el 29 ó 30, el presidente exigió una explicación a su ministro. Ramírez negó haber aceptado (pues su repuesta, como dice González, fue “ambigua”), pero no pudo explicar porqué anduvo entreverado con opositores discutiendo candidaturas presidenciales cuando había un candidato oficial. Parece que Castillo le reprochó su falta de lealtad y, desde luego, lo comprometió a desmentir por la prensa su posible candidatura.

Figura 18:
 
Coronel Juan Perón “…La revolución fue consecuencia de una imposición que el Gobierno del Doctor Castillo quiso hacer al país, en las elecciones para elegir al hombre que había de sucederle…”
 
Juan Domingo Perón

El primero de junio, Ramírez publicó un escueto comunicado “desvirtuando que encabezara una fórmula presidencial haciendo uso, para tal fin, de las prerrogativas del cargo“. El estiramiento del presidente con el ministro no pasó inadvertido a los periodistas.

El 2 de junio corrió la versión de que Ramírez había presentado la renuncia. Esa noche, al regresar Castillo a la residencia de Olivos a las veinte horas, como tenía por costumbre, los periodistas le preguntaron si Ramírez había presentado su renuncia. La respuesta del presidente —difundida por los diarios al día siguiente— fue: “El ministro de Guerra no ha presentado su renuncia todavía”.

Figura 19:
 
En el Plaza Hotel de Córdoba (1937) conversan los dirigentes radicales Sabattini, Alvear y Mosca.

Después cenó con su familia. A eso de las veinticuatro recibió una información extraña: en la Escuela de Caballería de Campo de Mayo estaban reunidos varios jefes del acantonamiento con el secretario del Ministro de Guerra, teniente coronel González.

¿Qué era eso? Llamó de inmediato al ministro Ramírez (que estaba en su despacho del Ministerio) y le ordenó que se presentara de inmediato en la residencia.

Ramírez creyó que lo llamaba para pedirle la renuncia.

Documentos:

Tres Revoluciones Militares.
Libro de Juan Perón.

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Con ella en el bolsillo se presentó en Olivos. Eran las dos de la mañana del 4. Pero el presidente no lo había llamado para pedirle la renuncia, sino para que le informara sobre la reunión de Campo de Mayo. ¿Qué andaban buscando los jefes militares…? Se encontraban disconformes con algún acto del Gobierno…? Que lo dijera claramente, porque hablando la gente se entiende.

Ramírez no pudo decirle nada, porque en realidad nada sabía. Castillo le ordenó que fuera a Campo de Mayo a “ver lo que allí sucedía”. Si por algo que no podía comprender Campo de Mayo se había levantado en armas o estaba por hacerlo (habían llegado rumores) consiguiese una demora de veinticuatro horas para aclarar todo mal entendido.

Ramírez, que no había tenido ocasión de sacar la renuncia del bolsillo, le expresó su lealtad y se fue a Campo de Mayo.

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