(6) Más allá de la Historia

El Libro Azul

José María Rosa

El 11 de febrero, Braden personalmente entregó a los diplomáticos latinoamericanos un libro encuadernado en azul, de 86 páginas, titulado “Consultas entre las repúblicas americanas respecto de la situación argentina”. No se trataba, en realidad, de “consultas”, sino de un alegato sobre el nazismo en la Argentina, que apenas indirectamente tocaba a Perón (no exactamente por nazi, sino por procederes “antidemocráticos”). Al día siguiente lo distribuyó a la prensa y agencias informativas, que le dieron una intensa publicidad en los Estados Unidos; no tanta (fuera de La Prensa, de Buenos Aires, y El día y El País, montevideanos) en América Latina.

¿Qué contenía el Libro azul…? Fuera de hechos ciertos y públicos, como el mantenimiento de la neutralidad de Castillo en adelante, los discursos de los delegados argentinos en Río de Janeiro, las notas oficiales intercambiadas con Hull, las promesas argentinas de declarar la guerra al Eje y firmar los acuerdos de Chapultepec; lo demás eran informes de los servicios de inteligencia norteamericanos, construidos a base de decires, suposiciones, habladurías, “puede ser”, “se asegura”, “es público y notorio”, informando que políticos y militares argentinos, “desde Castillo en adelante”, simpatizaban con los alemanes; que “Ramírez, Farrell, Perón, el almirante Scasso, Carlos Ibarguren, el general Pertiné, general Rawson, Alberto Uriburu, Homero Guglielmini, Gregorio Aráoz Alfaro, Ramón Loyarte, Floro Lavalle, Alejandro Von del Beccke, Mario Amadeo, Horacio Pueyrredón, etc., en fin, hombres de todos los matices políticos —casi todos antiperonistas militantes—, habían concurrido a las recepciones del embajador alemán Von Thermann, y allí, se afirmaba, “recibieron instrucciones políticas para nazificar al país”; que Paz Estenssoro estuvo en Buenos Aires con elementos nazis (por un almuerzo en el nacionalista Club del Plata) antes de cooperar con el mayor Villarroel en la revolución de Bolivia y “sustraerla a la causa de las democracias”.

En fin, informaciones y deducciones del servicio norteamericano de informaciones que podrían impresionar al susceptible público norteamericano, pero tenían un valor contraproducente en la Argentina y provocarían desmentidos y rectificaciones.

Repetía que hubo diarios apoyados por la Embajada Alemana, publicaban los cables de la Transocean germánica y daban las noticias de la guerra en forma favorable a ésta, y que los diarios Democracia, La Epoca y Tribuna realizaban en la actualidad campaña peronista porque recibían estipendios del Gobierno.

En sus últimos capítulos analizaba al régimen interno del Gobierno Farrell-Perón, las restricciones a la prensa, el mal trato a los opositores y actuación de la Secretaría del Trabajo: “El ejemplo más espectacular de los métodos de fuerza empleados por la Secretaría de Trabajo se produjo el 17 de octubre de 1945, cuando la Confederación General del Trabajo, con ayuda de la policía, impuso en toda la nación la huelga general en apoyo de Perón. Los trabajadores se hallaron aterrorizados y se cerraron los negocios por intimación a mano armada. Las fábricas fueron asaltadas mientras la policía protegía a los manifestantes. Los testimonios sobre esto son abrumadores”.

Terminaba el Libro Azul pidiendo a “los Gobiernos de las demás repúblicas americanas sus opiniones basadas en estas premisas”. No lo decía expresamente, pero sugería si no era el caso de una “acción colectiva”.

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