A principios de febrero de 1947, el gobierno español invitó a Eva Perón a efectuar una visita oficial a ese país. Casi enseguida se sumaron los gobiernos de Francia, Italia y Portugal. Se la recibiría con los honores correspondientes a la esposa de un jefe de estado.
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Acto de despedida de Eva Perón en Plaza Italia. |
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Para Eva, ese viaje significaría la oportunidad de concretar un anhelo personal, a la vez que serviría para difundir la imagen del gobierno peronista en el viejo mundo.
Tras una concentración popular de despedida, efectuada en Plaza Italia, Eva partió con su comitiva en la tarde del 6 de junio de 1947. Después de hacer escala en Brasil y tocar las Canarias, arribó al aeropuerto de Barajas, Madrid, en la noche del 8 de junio.
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Despedida de Evita a la gira europea. Duración: 1 minuto |
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Recibida calurosamente por Francisco Franco y funcionarios de su gobierno, fue objeto de numerosos obsequios y homenajes por parte del gobierno español. Era de esperar, puesto que se trataba de una visita oficial. Sin embargo, resultarían mucho más sorprendentes las constantes muestras de afecto que su presencia cosechó de parte del pueblo español, que saludó su paso por las calles madrileñas.
Condecorada por Franco con la Gran Cruz de Isabel la Católica, recorrió distintos lugares de Madrid, siempre aclamada por el público. Tras recorrer Granada, Sevilla y Barcelona, partió hacia Italia, no sin antes declinar una invitación, para ser presentada a la nobleza española: "Yo soy una mujer del pueblo", se excusó.
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Eva Perón en España. |
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Recibida en Roma por las máximas autoridades del gobierno italiano, Eva cosechó en ese país idénticas muestras de afecto, aunque algo empañadas por los disturbios provocados por el partido comunista local en repudio a su presencia.
El 27 de junio, el Papa Pío XII la recibió en audiencia. El primero de Julio se entrevistó con el presidente de Italia, Enrico de Nicola, para tratar el tema de posibles envíos de trigo argentino a los países que fueran excluidos del Plan Marshall. Su recorrida por otras ciudades italianas sirvió para confirmar que su popularidad se extendía hasta límites inesperados, mientras que toda la prensa mundial se ocupaba de la viajera. Pero las intensas actividades oficiales que Eva desarrolló en esos días proporcionaron las primeras señales de alarma acerca de su salud: debió descansar algún tiempo cerca de Génova y suspender un proyectado viaje extraoficial a Gran Bretaña.
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Eva Perón en Italia. |
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En Portugal y Francia sus actividades fueron más protocolares y la reacción popular resultó indiferente. En los Alpes marítimos franceses debió tomarse nuevamente algunos días de reposo.
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Eva Perón en Francia. |
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En Suiza, donde no había sido formalmente invitada, transcurrió seis días. Allí la indiferencia se trocó en hostilidad y fue objeto de algunas manifestaciones de repudio. No obstante mantuvo reuniones con las autoridades de gobierno para tratar problemas atinentes a las relaciones económicas entre ambas naciones.
La prensa local se ocupó extensamente de su presencia: "Durante el banquete que le fue ofrecido a la esposa del presidente argentino en Watteville -informaba la Gazette de Lausanne- se consideraron importantes problemas económicos, entre ellos los relativos a las transferencias de capitales, las dificultades portuarias y el precio del trigo.
La señora María Eva Duarte de Perón hizo gala de un profundo conocimiento de estas cuestiones". Eva regresó a Buenos Aires el 23 de agosto, tras tocar Brasil- donde asistió a la reunión plenaria de la Conferencia de Cancilleres de Río de Janeiro- y Uruguay.
Mucho se especuló acerca de las motivaciones políticas de la gira de Eva Perón. Mejorar la imagen del gobierno peronista en Europa, o proyectar una posible alternativa argentina al Plan Marshall, a la que había aludido Perón.
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Arribo de Eva Perón a Buenos Aires. |
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Eva, desde Madrid, transmitió un mensaje aclaratorio: "informar sobre la paz reinante en nuestro país, la estabilidad de los salarios y la protección al trabajador". Poco después de su regreso diría:
"Yo llevé a Europa el mensaje espiritual de los trabajadores argentinos que labran la grandeza y no luchan en contiendas fraticidas, sino por altos ideales. Ellos no quieren guerras. Las guerras las desean los capitalistas egoístas y fríos, que no quieren que se realice la justicia social porque ella les resta un poco de sus colosales dividendos."
Lo cierto es que el viaje fue la comidilla de Buenos Aires. Para las damas de clase alta, que desconocían Europa, era inconcebible que "esa mujer" pudiera ser recibida oficialmente en plena " cuna de la civilización" y, peor aún, desempeñarse con la desenvoltura con que lo hacía, como si hubiera nacido para ello. No menor sería la desazón de las señoras de clase media, que no conocían ni conocerían Europa. Y la prensa mundial había estado pendiente de ella. . .! Quedaba el consuelo de que en Suiza, al menos, había sido mal recibida…