Desde un principio, la Secretaría de Salud Pública esboza el trabajo entendiendo a la medicina -como ya hemos apuntado- en tres ramas: Medicina asistencial, Sanitaria y Social. Las primeras reuniones que se realizan entre Perón, Carrillo y sus colaboradores son desalentadoras en cuanto a las conclusiones que se arriban.
La tarea se presentaba difícil de resolver pero Ramón Carrillo ha de hallar pronto al colaborador adecuado, Carlos Alberto Alvarado, médico de unos 40 años que vegetaba en el Departamento Nacional de Higiene, a quien Carrillo puso al frente de la Dirección de Paludismo.
Habría de secundarlo el Doctor Jorge Argentino Coll, quien conjuntamente con Alvarado, después de un estudio cuidadoso "in situ", elaborarían "una de las primeras campañas de erradicación del paludismo en las Américas y en el mundo",según testimonio del propio Alvarado.
El primer gran problema que se plantea a la Salud Pública es el de la escasa cantidad de camas en los hospitales, falta el mínimo indispensable. Otro problema que pesa sobre sus espaldas es el de las epidemias y endemias graves, en especial la tuberculosis, el paludismo y la lepra. Pero es la mortalidad infantil la que ocupa la mayor atención a la Secretaría de Salud Pública. Así en el primer año de gobierno se llegan a crear cincuenta centros de protección materno infantil, y en los años siguientes esos centros se van multiplicando por el territorio argentino.
La alimentación deficiente es otro de los grandes problemas que debe afrontar el gobierno peronista: en un estudio general realizado en 1946 se determina que la tercera parte de nuestra población se encuentra en estado de subalimentación. La invalidez, como la muerte prematura, consecuencia de los factores enunciados, son también flagelos que deben desterrarse de la Argentina. "Para la solución de esos y otros males -comenta Pavón Pereira- el equipo de Salud Pública debe enfrentar una situación anómala y deficitaria en muchos aspectos: el alto costo de los medicamentos, la falta de coordinación de la higiene pública, el control del trabajo, los problemas de la medicina preventiva”.
Es necesario entonces organizar a los médicos, pues para vencer es necesaria la organización: la profesión médica no es la excepción: Perón trata de aplicar la necesidad de la organización a los médicos; “En la guerra cuando el enemigo invade un país, se le opone un ejército; no se da a cada habitante un fusil para que detenga al enemigo que avanza en forma moralizada- explica-. Con las enfermedades pasa lo mismo. Son ejércitos bien organizados, y si dejamos que cada médico actúe aisladamente no vamos a acabar nunca con las enfermedades. Hay que organizar colectivamente la profesión médica para atacar los males colectivos".
El gremialismo y el mutualismo consolidados entre 1946 y 1955, hacen mermar la práctica privada de la medicina. Las personas que se atienden en mutuales y obras sociales son día a día más. En la época peronista los males epidémicos o endémicos fueron desapareciendo, merced al equipo de Salud qué encabezó Ramón Carrillo.
Perón recordaría tiempo después de su derrocamiento:"Respecto al paludismo, en dos años lo erradicamos totalmente del país. Acabamos con ese flagelo. Con la tuberculosis bajamos de 200 muertos por cada 100.000 habitantes a 68; hicimos un fábrica de auromicina y elaboramos un gran plan bajo el lema de 'Contra los males colectivos tienen que venir remedios colectivos'. Con los leprosos se hizo una gran campaña persuadiéndolos a colocarlos en distintos lugares. Creamos pueblos enteros de leprosos. El más importante en la isla del Cerrito, con buenas viviendas. Ahí cada uno hacía su vida normal. Solo que no podían tener a sus hijos. De cuando en cuando los podían ver, pero sin vivir con ellos porque la lepra se contagia en la convivencia. Cuando estos leprosos que están ahí, acaben muriéndose, se acabó la lepra en la Argentina.”
Bien dice Fermín Chavez: "Si alguien preguntara alguna vez qué figuras de aquella década simbolizaron el humanismo social definido por Perón, no vacilaríamos en responder: Evita Duarte y Ramón Carrillo, dos expresiones singulares del genio americano. El segundo resistía a la idea de que los jóvenes fuesen ganados por la 'convicción materialista de que la vida es un botín legítimo del más fuerte'. Y la vida y la muerte de ambos no fueron al fin otra cosa que heroicos y buscados testimonios."
Muchas veces se olvida, quizá intencionalmente, que Carrillo puso en ejecución la producción, en el Ministerio de Salud Pública de una lista de especialidades medicinales que eran vendidas a precios populares, empresa que fue combatida por los grandes laboratorios; así como también la legislación básica, los proyectos de socialización de la medicina y de semisocialización de la farmacia ... pero los olvidos son tan comunes en nuestra historia que no nos sorprende.