El 27 de noviembre de 1943, marca un hito fundamental en la historia del quehacer sindical y social del país, con la creación de la secretaría de trabajo y previsión. Por lo tanto en ese año se comienza a trabajar en todos los aspectos de la previsión social debido a que la nación carecía totalmente de la misma.
Habían personeros que eran partidarios del seguro, pero este precisamente es la consecuencia de la imprevisión social.
La previsión social hace inútil el seguro ya que ella era un seguro colectivo que el gobierno tenía la necesidad y la obligación de dar a la comunidad.
Origen del sistema
Existían por ese entonces dos o tres cajas que se sostenían mediante el esfuerzo de sus propios componentes: así la de la policía y algunos sectores estatales, los demás quedaban librados a la suerte o la desgracia de su propio futuro.
La importante cantidad de ancianos que se hallaban abandonados, motivo el estudio de esta problemática y la consiguiente búsqueda de una solución a la misma. Es por eso que se fueron organizando las distintas cajas de previsión que atendían a toda la población trabajadora. Se trataba de que existiera una cobertura de los riesgos, de la vejez, de la invalidez y de las enfermedades.
Este accionar apuntó a que en la comunidad nadie quedara abandonado a su propia suerte y que un sentido de solidaridad social permitiera que todos los hombres que trabajaban por la grandeza de la nación, pudieran en su momento de infortunio tener cubierto los riesgos para seguir viviendo dentro de un margen de felicidad, tranquilidad y dignidad humana.
Se trabajó duramente hasta 1955 para organizar este programa, no se hizo un sistema previsional estatal por considerar que estos servicios no solían ser eficaces. Se prefirió instituido, administrados y manejados por las propias fuerzas que habían de utilizarlos, dejando al estado libre de una obligación. Asi, se organizaron cajas que se manejaban, se dirigían, se financiaban y se mantenían por si mismas. Se creo el Instituto de Reaseguros para esas cajas, para que mediante un fondo común se auxiliaran mutuamente. No existieron inconvenientes y las cajas se capitalizaron extraordinariamente. Algunos riesgos que no se cubrían con la Previsión Social fueron satisfechos con la ayuda social, tarea a cargo de la Fundación Eva Perón. En 1956, luego del derrocamiento del Gral. Perón, el gobierno existente echó mano de los capitales acumulados en las cajas apropiándose de ellos. Como consecuencia de esto, las mencionadas cajas se descapitalizaron y a raíz de esta usurpación los pobres jubilados empezaron a sufrir la consecuencia del deterioro de sus ingresos que no podía paliar ningún salario ni ninguna jubilación.
Es decir: el asalto y el desfalco a las cajas ocasionó como en todas las organizaciones económicas y financieras que tienen su límite (indicado por su capital), un déficit severo, ante el cual el estado tuvo que hacerse cargo de todas las prestaciones, con el consiguiente perjuicio que ocasionó en la población de tercera edad, así como en el resto de la comunidad.