El año 1951 se presentaba bajo malos auspicios. Desde el mes de diciembre del año anterior se venía extendiendo una dura huelga de trabajadores ferroviarios, que había llegado a paralizar por completo los servicios. Si bien el gobierno logró una rápida normalización de las actividades interrumpidas, el hecho de que el conflicto apareciera en sus propias filas -el movimiento obrero- no podía menos que preocupar. La adhesión de los trabajadores seguía inalterable, pero no había impedido las huelgas y el gobierno había debido apelar a medidas ingratas: ilegalidad del paro, clausura de seccionales, despidos y movilización del personal.
Era preciso, pues, recobrar la iniciativa política, para evitar que la revolución se paralizara y que las dificultades coyunturales cobraran cuerpo, oscureciendo los aspectos esenciales. En el mes de febrero se iniciaría otro episodio resonante, que tendría repercusión en el exterior y erizaría particularmente la piel de la oposición.
Se tratará del conflicto con el diario La Prensa, tradicional órgano oligárquico de propiedad de los Gainza Paz. Tras un prolongado conflicto -iniciado con el Sindicato de Vendedores de Diarios- la CGT solicitó en el mes de marzo la expropiación del periódico. La Cámara de Diputados designó una comisión bicameral que debería tomar posesión del mismo, la que ordenó la detención del director, Alberto Gainza Paz, que ya había abandonado el país.
A mediados de abril se procedió por ley a la expropiación del diario, aconsejada por la intervención. Al discutirse el texto en diputados, John William Cooke, representante del oficialismo, contestaría con claridad a la oposición radical, basada en el carácter discutible de las irregularidades contables alegadas por la intervención: La Prensa - decía Cooke- podía estar "perfectamente a salvo en el aspecto legal, podía haber cuidado las formas en todas sus actividades" pero había contraído con el pueblo "la deuda de sus grandes pecados". "Diarios de esta clase son los que han minado las bases de la nacionalidad" afirmaba, y la expropiación era una medida revolucionaria.
Fue promulgada por el Poder Ejecutivo en el mes de abril, anunciándose que la Fundación Eva Perón se haría cargo del pago de los sueldos atrasados. El tradicional diario sería entregado a la CGT, y volvería a aparecer en diciembre de 1951, bajo la orientación de un directorio presidido por José Espejo, secretario general de la Central Obrera.
El 1 de mayo de 1951 tendría lugar una nueva celebración del día del trabajo, a la vez que Perón debería dejar inaugurado el período de sesiones en el Congreso Nacional. Con tales motivos, el presidente pronunciaría dos discursos: uno por la mañana, ante ambas Cámaras y otro por la tarde, ante el pueblo reunido en la Plaza de Mayo y las calles aledañas.
En el extenso discurso a la Legislatura, el presidente trazó un balance de lo realizado en cinco años de gobierno, contestando a las acusaciones de la oposición, explicando los motivos de las dificultades económicas y el sentido de las transformaciones realizadas.
Por la tarde se dirige a un auditorio diferente, la clase trabajadora. Utiliza un lenguaje más directo y pone el acento en un tema en especial: el sentido de la libertad. Porque el gobierno no ha adoptado algunas medidas que hacen clamar a la oposición sobre las libertades conculcadas, y es preciso aclarar cuales son las libertades que importan al pueblo y que el peronismo se encarga de resguardar, y cuales son las que restringe.
Dirá Perón: "La lucha por la libertad, para nosotros, es la que nos conduce a la justicia social, a la independencia económica y a la soberanía política. Los argentinos tenemos nuestro régimen de de libertad constitucional; pero que sería de él en la injusticia social, en la esclavitud económica o el vasallaje político. Todo eso nos reduciría a la libertad tan conocida por los trabajadores argentinos: la libertad de morirse de hambre. Por eso, el cuento de la libertad es demasiado conocido para que nosotros podamos caer en él ( ... ). Por eso, también hoy, el 1 de mayo, quiero anunciarles que el diario La Prensa, expropiado por disposición del Congreso Nacional, será entregado a los trabajadores en la forma que ellos indiquen.
Este diario, que explotó durante tantos años a sus trabajadores y a los pobres, que fue instrumento refinado al servicio de toda explotación nacional e internacional, que representó la mas cruda traición a la patria, deberá purgar sus culpas sirviendo al pueblo trabajador para defender sus reivindicaciones y defender sus derechos soberanos".
Asimismo, hace una advertencia que cobraría carácter premonitorio ante los sucesos que se producirían algunos meses más tarde:"Recordemos que la defensa del justicialismo es el nervio motor de nuestra lucha; en lo exterior, contra e1 imperialismo y la reacción, y en lo interno contra la traición político-oligarca. Cada buen argentino debe sentirse depositario y guardián de nuestra justicia social, independencia económica y soberanía política, y estar listo, como en tiempo de lucha con los comandos ágiles y los hombres de pie, porque el imperialismo capitalista no descansa en su tarea de comprar conciencias y pagar voluntades".
También las palabras de Eva resultarán, en la oportunidad, premonitorias: "Si a mí me dieran a elegir entre todas las cosas de la tierra, yo elegiría entre ellas la gracia infinita de morir por la causa de Perón, que es morir por ustedes. Porque yo también, como los compañeros trabajadores, soy capaz de morir y terminar el último momento de mi vida con nuestro grito de guerra, con nuestro grito de salvación: ¡La vida por Perón!''.
Ese 1º de mayo, Perón había retornado la iniciativa política que profundizaría con la próxima convocatoria a elecciones, anticipando la fecha de las mismas: era preciso hacerlo para reunificar las fuerzas partidarias tras su candidatura, conjurar las tendencias disgregadoras e imponer su autoridad.
En verdad, la campaña por la reelección de Perón se había iniciado ya algún tiempo atrás. La Reforma Constitucional del 49 abrió sus puertas a un nuevo mandato presidencial y, desaparecido el obstáculo legal, nadie dudaba que Perón sería presidente nuevamente a partir de 1952 (en junio de ese año terminaba su período). Con ello quedaban también a un lado las aspiraciones que -en algún momento- habían alentado los partidarios del gobierno de la Provincia de Buenos Aires, Domingo Mercante, apoyándolo como posible candidato.
Estaba pues, definido el primer término de la fórmula que llevaría al justicialismo a las próximas elecciones. No así el segundo: ¿quién sería el candidato a la vicepresidencia?
Dentro del peronismo había - lo hemos dicho- sectores y hombres con aspiraciones propias. Ante la alternación eleccionaria, comenzó como en los viejos tiempos de los círculos políticos del liberalismo un verdadero carrousel de postulaciones y posibles candidatos, que eran instrumentados en función de recibir "la bendición oficial".
A las pretensiones de Mercante, se le sumaron luego las de Bramuglia, y cada sector del movimiento nacional comenzó de alguna forma a presionar para imponer su alternativa. La política de círculos denunciada por Perón en mas de una oportunidad hacia carne en su propias dirigencias, esta actitud - proveniente de una profunda incomprensión ideológica - en el fondo planteaba una cuestión de competencia con respecto a la autoridad de Perón y las elecciones deberían permitirle cohesionar sus fuerzas y unificarlas nuevamente en función de su conducción estratégica.
A principios de julio, Perón realiza una maniobra que descoloca a la oposición: envía al parlamento el proyecto de ley electoral. El mismo sustituye el anterior sistema de lista incompleta por el de representación por circunscripciones (se acusaría al gobierno de trazar las mismas, en la Capital Federal, de tal modo que los barrios donde la oposición era fuerte quedaran compensados por aquellos donde la mayoría peronista resultaba abrumadora, a efectos de diluir su representación).
Además, dispone el escrutinio provisorio, inmediato al cierre del comicio, para agilizar la difusión de los resultados. Pero lo más importante es que se fija la fecha de elecciones para el 11 de noviembre del año en curso. En 1946, la convocatoria había obligado al peronismo a organizar sus fuerzas en forma acelerada, cuando los demás partidos ya contaban con una estructura orgánica. Ahora, Perón - acuciado por la necesidad de reestructurar su movimiento - devolvía la jugada: sería la oposición la que debería organizar sus campañas en el menor plazo al esperado.
Mucho se ha especulado sobre el motivo que condujo a Perón a la decisión de adelantar las elecciones: realizarlas antes de producir el ajuste en materia económica que venía reclamando el Consejo Económico Nacional, quitar a la oposición tiempo para organizarse. En cualquier caso, el triunfo del peronismo no parecía peligrar, lo que quita verosimilitud a esas suposiciones.
Otros elementos, aunque también conjeturables, parecen tener más asidero: a esa altura es presumible que Perón no desconocía el deterioro de la salud de su esposa - Ivanissevich la había operado a principios de 1950-. Aunque ella se rehusara a aceptar su malestar y ocultara sus síntomas, resultaba visible el modo en que su intensa actividad la fatigaba. Conociéndola, era de suponer que resultaría imposible mantenerla al margen de la campana electoral, que demandaría nuevos refuerzos. Más aún cuando - como veremos Eva debería realizar un máximo sacrificio, que la sometería a una fuerte tensión emotiva.
Así, comienza a correr el proceso preelectoral, en un ambiente de inquietud. El 22 de junio se ha descubierto una maniobra conspirativa en el ejército, procediéndose a la detención de oficiales de baja graduación. El 6 de julio, en la comida de Camaradería de las Fuerzas Armadas, Perón se refiere a "los grupos que, consciente o inconscientemente, directa o indirectamente, sirven a las fuerzas internacionales de disociación"."Las fuerzas -dice premonitoriamente- vuelven ahora al intento fracasado, utilizando los mismos procedimientos, con el único añadido de la pasión desorbitada que en esta oportunidad los enceguece, en virtud de la nueva e irremediable derrota que preveen".
Mientras tanto, Enrique Santos Discépolo se filtra por las noches en los hogares, a través de la radio, con el talento y la mordacidad de las charlas con "Mordisquito": un típico representante de la oposición irreductible, que todo lo critica.
Discepolín ironiza los argumentos de los "contras": "Antes no te importaba nada y ahora te importa todo... y protestás. "¿Por qué protestás? Ah, no hay té. Eso es tremendo. Mirá que problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta... pero no hay té. Y según vos no se puede vivir sin té. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteas un problema de estado porque no hay té. Claro, ahora la flota es tuya, ahora los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es tuyo, pero... ¡no hay té!... "
“La verdad, yo no lo inventé a Perón, ni a Eva Perón la milagrosa. Ellos nacieron como una reacción a tus malos gobiernos.” |
Audio Mordisquito de Enrique Santos Discépolo. |
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