El año 1951 sería tremendo para Eva. No solamente por el inexorable avance de su enfermedad, sino por la intensidad de los sucesos políticos que debió protagonizar.
En el mes de enero se produjo una larga huelga ferroviaria, y Eva intervino activamente, recorriendo estaciones y talleres en procura de que los trabajadores levantaran el paro.
Luego, ante el anuncio de las elecciones del mes de noviembre, fue lanzada su candidatura a la vicepresidencia y debió atravesar -durante el Cabildo Abierto realizado el 22 de agosto- momentos de extrema tensión emocional, a los que ya nos hemos referido en otra parte de esta obra.
EI 31 de agosto se difundió por radio su discurso declinando su candidatura, al que siguió una ola de homenajes y actos de reconocimiento gremiales y partidarios. La CGT dispuso que el próximo Día de la Lealtad -17 de octubre- se celebraría en su honor, el Congreso Nacional la homenajeó en sesión especial y Perón la condecoró con la Gran Medalla Peronista en Grado Extraordinario.
Pero los honores y aún las muestras de afecto popular, no podían detener el cáncer que la carcomía. El 24 de setiembre debió guardar cama en su habitación de la Residencia Presidencial y se le efectuó una transfusión de sangre. Ya no retornaría su actividad anterior, ni podría eludir el tratamiento médico. Pero era demasiado tarde. De allí en más, sus salidas serían ocasionales y representarían dolorosos esfuerzos, sólo posibles merced a su apasionada obstinación.
Al tiempo de producirse el intento golpista del general Menéndez -el 28 de setiembre- Eva fue sometida a una extracción de tejidos para realizar una biopsia. El comunicado oficial no lo reveló: "La enfermedad que aqueja a la señora Eva Perón es una anemia de regular intensidad que está siendo tratada con transfusiones de sangre, absoluto reposo y medicación general".
Teniendo en cuenta su estado, Perón decidió ocultarle lo que estaba ocurriendo durante esa jornada, aunque a Eva no le pasó inadvertida la ausencia de su marido. La gritería proveniente de la concentración reunida por la CGT en la Plaza de Mayo también le llamó la atención. Recién en horas de la tarde Perón le informó lo sucedido, y Eva insistió entonces en hablar por radio.
Lo hizo por la noche: "El general Perón acaba de enterarme de los acontecimientos producidos en el día de hoy. Por eso no he podido estar esta tarde con mis descamisados en la Plaza de Mayo de nuestras glorias. Pero no quiero que termine este día memorable sin hacerles llegar mi palabra de agradecimiento y de homenaje, uniendo así mi corazón de mujer argentina y peronista al corazón de mi pueblo ( ... ) Yo espero estar pronto en la lucha con ustedes ( ... ) y por eso les pido que rueguen a Dios que me devuelva la salud que he perdido, no para mí, sino para Perón y para ustedes, mis descamisados".
Al día siguiente -29 de setiembre- Eva convocó junto a su lecho, en forma reservada, a los dirigentes de la CGT, Espejo, Soto y Santín. "Si a Perón el ejército no lo quiere, lo defenderá el pueblo", dijo. Estaba también presente el Comandante en jefe del ejército, general Sosa Molina. Eva ordenó entonces la compra de cinco mil pistolas automáticas y mil quinientas ametralladoras, destinadas a la formación de milicias obreras que defenderían el gobierno ante un posible golpe. El dinero lo aportaría la Fundación.
Un nuevo parte médico, difundido el mismo 29, hablaba de una " ... gran debilidad, intensificada en la fecha como consecuencia de las profundas emociones que debió soportar en la tarde de ayer".
Duración: 1 minuto |
|
Expresiones populares por la salud de Eva Perón. Audio de Eva Perón enferma. |
De allí en más, se multiplicarían las misas, peregrinaciones y otras manifestaciones de rogativa por la salud de Eva. Algunas organizadas por diversas instituciones y otras por grupos de trabajadores o militantes partidarios, como espontánea evidencia del afecto popular.