(2) En las Fuerzas Armadas

El proceso de reciente descomposición, consecuencia directa de la situación de ilegitimidad política instaurada por la dictadura militar, avanzaba también en las filas militares. 

Por lo pronto, la saña con que había sido reprimido el alzamiento de junio de 1956, había producido estupor y dejado un sabor amargo a muchos militares. No había precedentes cercanos de fusilamientos en la Argentina -Perón se había negado a hacerlo en 1951 y 1955- y esas heridas no cierran fácilmente. 

Figura 11:
 
A pesar del marco proscriptivo y las persecuciones de los comandos civiles, los políticos se perdían entre las palabras de democracia y libertad. La foto ilustra a Rojas y la Junta Consultiva. 

Las reincorporaciones al servicio activo de los conspiradores de 1951 y junio del 55, eran violatorias del escalafón. Al igual que los ascensos que tenían en cuenta los "méritos" políticos antes que los estrictamente militares. Es que los sectores ultraliberales privilegiaban la unidad ideológica de la institución militar por sobre la unidad profesional. 

Se rumoreaba que serían designados nuevos titulares en los comandos y se desconocía la autoridad del general Zerda, comandante en jefe, que fue finalmente puesto en disponibilidad por el ministro de Guerra, Osorio Arana. En noviembre de 1956, dieciocho generales que solicitaron la renuncia del ministro, fueron relevados del mando y arrestados. Varias guarniciones quedaron a cargo de coroneles. El coronel Arribau, que desempeñaba la secretaría de la Presidencia, explicaría que, contra lo que creían muchos, los méritos en la lucha por la libertad tenían más importancia que el escalafón.

Figura 12:
 
Alfredo Palacios conversa con el presidente provisional Aramburu y su canciller Podestá Costa. 

Aramburu ordenó el retiro de gran número de oficiales señalados como nacionalistas y dispuso el ascenso al generalato de varios gorilas caracterizados. Ossorio Arana renunciaría al año siguiente. Pero lo cierto es que el ejército estaba en estado deliberativo y resultaba difícil recomponer la disciplina y la jerarquía. Por lo demás, también se habían acentuado la rivalidad y el afán de preeminencia entre las tres armas. 

Figura 13:
 
Tapa de Tía Vicenta. “No te asustes nene, que no es Frondizi. Es solamente una bruja...”

En la medida en que iba perdiendo el inicial apoyo de las agrupaciones políticas, las fuerzas armadas pasaban a ser el único sustento de la dictadura de Aramburu, que entraba así en un creciente aislamiento. Pero se trataba de unas fuerzas armadas profundamente trabajadas por las disensiones internas, quebrantadas en su unidad y su disciplina.

Figura 14:
 
Aramburu asiste a un Tedéum en La Plata, con autoridades de la intervención en la provincia de Buenos Aires.

Perón escribía al respecto: “La descomposición de la dictadura es notoria para todos. El caos económico que sus despropósitos gubernativos ha producido, se completa con la anarquía social y el desbarajuste político que sus abusos han provocado. Las persecuciones sin nombre a la ciudadanía y su acción política interesada en el fraude han llevado este campo a la disolución mas absoluta en tanto las fuerzas armadas, único sostén de la dictadura, han entrado en una putrefacción indetenible. Minada la disciplina, alterados todos los valores de la jerarquía, contrapuestos al pueblo, no han de tardar en sucumbir a su propia descomposición. ¿Que le quedará entonces a la dictadura?”.

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