(5) El cadáver fantasmal 

Los afanes de los "Libertadores" de hacer desaparecer todo vestigio de la revolución justicialista chocarían con un obstáculo impensado: el cadáver embalsamado. Esos restos incorruptibles, producto de la pericia de Ara, habían sido olvidados en la orgía destructiva inicial. Ese cuerpo prolongaba, de un modo fantasmal, la presencia aborrecida de Eva Perón. 

Al momento de estallar la revolución, Ara continuaba yendo regularmente a la CGT para controlar el cadáver de Eva. Pocos días antes había recibido el saldo de los cien mil dólares fijados como remuneración por su tarea, de manos de Juana Larrauri. 

Figura 42:
 
El Dr. Pedro Ara ante los restos de Eva Perón.

En los primeros momentos nada ocurrió, y el médico pudo disipar los temores que abrigaba acerca de la posible suerte de los restos que le habían sido confiados: en esos momentos se ocupó en hacer confeccionar un largo vestido de lino, a manera de las indumentarias de las estatuas medievales, para reemplazar la simple túnica que todavía seguía cubriendo el cuerpo de Evita. 

Documentos:

La profanación.

Escrito de Juan Perón.

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Aunque nadie había irrumpido en el segundo piso de la central obrera, el cadáver representaba ya una seria preocupación para el gobierno. En el mes de octubre la familia Duarte solicitó al nuevo presidente la entrega de los restos, sin obtener respuesta alguna: Lonardi se mostraba cauteloso pero no ignoraba que el cuerpo de Eva podía erigirse en un, poderoso símbolo, capaz de convocar la voluntad de lucha de los peronistas. "Cualquiera fuera el lugar elegido para el descanso de los restos, este iba a atraer de inmediato una peregrinación de peronistas.” 

Figura 43:
 
Los Libertadores creían que el cuerpo era una estatua de cera y amputaron un dedo para comprobarlo. 

Lonardi se debatió frente a este problema y no tomó decisión alguna. Sin embargo, cuando Aramburu clausuró la CGT, se hizo imposible postergar por más tiempo la adopción de alguna medida" (7).

Puesta la CGT bajo la intervención de un oficial de las Fuerzas Armadas, numerosos militares arribaron al edificio para ver los restos: corrían diversos rumores acerca de una supuesta destrucción de los mismos y reemplazo por una estatua de cera, y los visitantes se negaban a creer en la autenticidad de lo que les mostraba Ara. EI gobierno llegó a formar una comisión para que examinara la cuestión. "Como único medio de 'destruir el mito', una frase que repitieron frecuentemente en sus conversaciones con el doctor Ara, habrían querido demostrar públicamente que el cadáver de Evita fue una farsa, y se aferraban a esta ilusión a pesar de la gran cantidad de documentos indiscutibles aportados por Ara. Según ellos, toda aquella evidencia podía ser inventada. Fue necesaria una segunda sesión de rayos X y otra serie de exámenes médicos, incluida la amputación de un dedo del cadáver, para convencerlos de que el cadáver era auténtico, lo que se convirtió para ellos en un problema profundamente molesto, mas difícil de resolver de lo que la razón sugería" (8)

Figura 44:
 
La figura de Eva Perón se convertiría en una leyenda. El volante la muestra en un acto en la época de la resistencia.

Circulaban versiones de que grupos peronistas -y también antiperonistas- asaltarían el edificio de la CGT con el propósito de apropiarse del féretro y esto urgía aun más al gobierno: había que eliminar ese cadáver que, de algún modo, seguía vivo. 

Figura 45:
 
Juana Ibarguren madre de Eva Perón, reclamó permanentemente la devolución del cuerpo de su hija.

"Se preguntó al doctor Ara si el cadáver podía descomponerse, en algunas circunstancias determinadas; si, por ejemplo, una avería en el equipo de aire acondicionado podría causar ese efecto. Cuando contestó que no y les hizo saber su negativa a prestar ninguna ayuda a los militares en ese sentido, se realizaron algunas investigaciones informales acerca de si existían algunos casos en los que la Iglesia pudiera aprobar la cremación" (9)

La respuesta fue negativa y Aramburu -católico devoto- desechó esa idea. 

El rapto

Por decisión de Aramburu, el gobierno emitió un decreto secreto, por el cual el cuerpo de Evita debía ser sepultado en una parcela numerada y sin nombre, en el cementerio de Chacarita. 

Fue encargado de la tarea el coronel Carlos Eugenio Moore Koening, jefe del Servicio de Informaciones del Ejército. En la noche del 22 de diciembre, Moore Koening irrumpió en la CGT acompañado de un grupo de oficiales de civil y fuertemente armados. 

Duración: 1 Minuto
 
 
Profanación de los restos de Eva Perón en la CGT. Recreación de “Una Tumba sin Paz”, De Tristán Bauer.
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Integraban el comando, entre otros, el mayor Eduardo Arandía, subjefe del SIE, el capitán de navío Florentino Fráscoli y el mayor Gandolfo. EI doctor Ara, previamente avisado, estaba allí. 

Figura 46:
 
El Dr. Pedro Ara y Blanca, hermana de Eva Perón.

Arandía había hecho traer, de la cochería Lázaro Costa, el ataúd en que el cuerpo de Eva había sido expuesto al público por primera vez. Un camión del ejército conducido por Fráscoli serviría para trasladar el cadáver. Cuatro peones de limpieza que se hallaban en el edificio fueron obligados a cargar el ataúd hasta la sala donde se encontraba el cuerpo de Eva. Se los conminó a permanecer allí como testigos y dos de ellos, hondamente conmovidos, debieron ayudar a Ara en la tarea de alzar el cadáver desde la plataforma donde se hallaba al interior del ataúd. 

Acto seguido, supuestamente, debía ser soldada la tapa:  Ara preguntó si era esto lo que se haría, pero Moore Koening le dijo que no pues los soldadores no habían acudido. También le indicó que su misión consistía en dar sepultura a los restos. 

Figura 47:
 
Eva con Perón en el departamento de la calle Posadas, en la época de la campaña electoral para la primera presidencia.

Luego la ceremonia concluyó y Ara debió retirarse de la CGT. Previamente se le entregó un recibo por el valioso escudo peronista y el rosario obsequiado por Pio XII, que estaba entrelazado en las manos de Eva. El doctor ya no regresó al edificio de la central obrera y no pudo saber cómo continuó el episodio. Preocupado, llamó repetidamente a Moore Koening sin ser atendido. Finalmente, algunos días más tarde, recibió una llamada telefónica a medianoche: "Profesor, se la han llevado" dijo una voz anónima (10)

Exilio y regreso: un largo peregrinar 

Allí se iniciaba, para el cadáver de Eva, un largo peregrinaje. Todos los episodios subsiguientes están cubiertos por un velo de misterio y los testimonios que dan cuenta de ellos no son seguros. En apariencia, los restos fueron colocados en un camión militar, todavía con el ataúd sin soldar. El vehículo habría sido estacionado durante la noche en un regimiento de infantería de marina. A la mañana siguiente, continúa la extraña historia, fueron hallados un ramo de flores y una vela junto al camión. Entonces el ataúd fue colocado en un vehículo civil que lo trasladó a otro sitio, en el centro de la ciudad. 

Pero la misteriosa aparición de la vela y las flores se habría repetido (11), con la consiguiente preocupación de Moore Koening. 

Figura 48:
 
En época de la Resistencia Peronista, los militantes perseguían a los profanadores poniendo velas demostrando así, que sabían donde esta el cadáver de Eva.}

Entonces, y según una versión no confirmada, el mayor Arandía sugirió ocultar el ataúd en su propio domicilio. Obsesionado por la posibilidad de que fuera arrebatado, el militar dormía con un arma cargada bajo la almohada. "Una noche se despertó sobresaltado por un ruido y al ver una sombra que se movía disparó varios tiros. Luego descubrió que había dado muerte a su mujer embarazada que se había levantado para ir al baño" (12)

Figura 49:
 
Dolor popular ante la muerte de Eva Perón. El amor de su pueblo provocaba un odio enfermizo proporcional en la oligarquía, quienes se ensañaron con su cuerpo.

AI parecer, el cadáver estuvo depositado en otros varios lugares: para evitar sospechas, el ataúd fue reemplazado por una gran caja de madera destinada a contener equipos de radio. 

Moore Koening acabó haciéndolo llevar al edificio del SIE, en Callao y Viamonte, donde lo ubicó en el cuarto piso, en un sitio próximo a su despacho. Se dice que él mismo adquirió una mortaja para reemplazar la túnica que cubría los restos. 

Figura 50:
 
Portada de un libro del Dr. Pedro Ara.

Allí lo mantuvo por propia decisión durante un año. En una oportunidad lo mostró a un amigo, quien informó al capitán Francisco Manrique, que se desempeñaba en las cercanías de Aramburu. 

Figura 51:
 
Según las declaraciones del Coronel Mario Cabanillas, Moore Kooening tuvo prácticas anticristianas con el cuerpo de Evita.

Al saber el presidente que Moore Kooening no había cumplido su misión de sepultar los restos, y tras comprobar que sus nervios estaban seriamente alterados. se lo apartó de su puesto. EI coronel terminaría sus días torturado por el recuerdo del cadáver de Eva. Quebrantado por esa obsesión y el alcohol, sufriría -o imaginaría- varios atentados contra su vida. 

EI escritor Rodolfo Walsh ha escrito un breve relato sobre el tema: un periodista, tras los pasos del cadáver, entrevista a Moore Koening. "Esa mujer -le dice el coronel en un momento de sobriedad, y cuando ya el periodista se marcha-, esa mujer es mía" (13)

El cadáver exiliado

Moore Koening fue reemplazado en el SIE por el coronel Mario Cabanillas. Había que solucionar definitivamente la cuestión de los restos, que no podían permanecer insepultos. Pero el gobierno tampoco consideraba prudente, a esa altura, que permanecieran en la Argentina: muerta, Eva seguía siendo demasiado peligrosa. Se consultó entonces a la Iglesia. A principios de 1957 un sacerdote argentino, el padre Rotger, concurrió a la Casa Rosada en compañía de un colega italiano. Nuevamente se acordó un entierro secreto: muy pocas personas, además del presidente, conocerían el lugar. Para dejar falsas pistas, varios ataúdes llenos de tierra fueron despachados a las embajadas argentinas de Alemania, Italia y Bélgica. 

Duración: 2.20 minutos
 
 
Testimonio del Cnel Héctor E. Cabanillas, Ex Jefe de Inteligencia (SIE).
De “Una Tumba sin Paz”, De Tristán Bauer.
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"EI sacerdote italiano se hizo entonces cargo formalmente del ataúd verdadero, y seis semanas más tarde volvió a la Casa Rosada con un sobre en el que de conformidad con lo previamente acordado, se detallaba el paradero actual del cadáver. EI presidente Aramburu lo entregó a su abogado, con la indicación de que debía mantenerse cerrado hasta cuatro semanas después de su muerte, momento en que se haría entrega del mismo al que fuera entonces presidente de la Argentina" (14). Aramburu, que a esa altura ya tenía sobre sus espaldas a los fusilados de junio de 1956, se libraba así de "esa mujer". 

Figura 52:
 
Aramburu sería informado del paradero del cuerpo de Eva Perón. La infamia terminaría con una infamia mayor: la devolución del cuerpo sería ofrecido en negociaciones políticas.

Liberaba también su conciencia, ignorando donde estaba oculto el cadáver exiliado. "A quienes preguntaban sobre el paradero del ataúd -doña Juana, por ejemplo-, Aramburu podía decirles, con la mejor buena fe, que él personalmente no sabía nada, pero que el cadáver estaba ciertamente en 'manos cristianas' y que en fecha posterior, cuando las pasiones se hubieran enfriado, sería devuelto para su sepelio familiar" (15)

Notas

Joseph Page- “Perón” Segunda Parte (Javier Vergara 1984) pags, 104/105.
Nicholas Fraser y Marysa Navarro- “Eva Perón” (Bruguera, 1982) pag.290.
Ibid. pag 291.
Ibid. pag 292.
Ibid. pag 293.
Joseph Page, Op. Cit. pag. 105.
Rodolfo Walsh, citado por Fraser y Navarro en Op. Cit. pag. 302.
Fraser y Navarro, Op. Cit. pag. 294.
Ibid. pag. 294.


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