Pero faltaba un último -macabro- episodio en este trabajoso e inútil intento de soborno. La devolución del cadáver de Eva.
Según es sabido, los restos mortales de Eva Perón –arrebatados de la CGT en Noviembre de 1955- cumplieron un largo y penoso periplo. En un operativo secreto, el gobierno de Aramburu dispuso su salida del país en 1957 -hasta entonces habían permanecido ocultos- y su posterior sepultura, bajo una identidad falsa, en un cementerio de la ciudad de Milán.
El cuerpo de Eva ya no estaba en la Argentina. Nada se sabía de él y surgían variadas versiones. Se decía que los restos habían sido incinerados y esparcidos en el mar, que habían sido sepultados en un cementerio del interior o enterrados en la isla Martín García. O tal vez, decían algunos, el ataúd había sido arrojado al Río de la Plata.
Como su mujer muerta, también Perón había marchado al exilio. Paraguay, Panamá, Venezuela, Santo Domingo y España, fueron las etapas de su largo periplo. Pero el país no hallaría solución política con el peronismo proscripto y las masas populares amordazadas.
Es que contra toda pretensión de los libertadores, aún con su líder en el exilio y el cadáver de Eva prolijamente oculto, el peronismo era una obstinada realidad. Y Perón, execrado y difamado, una especie de árbitro de la política argentina. Así lo demostraría el triunfo de Frondizi, pero también su caída.
Del mismo modo la insanable debilidad del gobierno radical de Illia y el rápido desgaste de la experiencia autoritaria y “modernizadora” de Onganía: al impulso flamígero de las rebeldías obreras y juveniles, se derrumbaban como un castillo de naipes las vanas esperanzas de los protagonistas de la Revolución Argentina. Y muchas de esas rebeldías hallaban en el peronismo su forma de expresión y en Perón su principal referente.
En 1970 un grupo guerrillero peronista secuestró y dio muerte a Pedro Eugenio Aramburu. Algún tiempo después -y cumpliendo las instrucciones que recibiera- el abogado entregó una carta a Alejandro Agustín Lanusse, presidente desde marzo de 1971. La cuestión de los restos de Eva comenzaba a ingresar en su etapa final.
Con mas realismo político que sus antecesores –pero también con oportunismo y desmedida ambición- Lanusse había reconocido la necesidad de entenderse con Perón. Lo hacía a disgusto, pero su misma animosidad por el ex presidente lo llevaba a forjar una falsa imagen: para él, Perón era un venal y un ególatra, pero también un cobarde: se conformaría con recompensas materiales, ciertas reivindicaciones personales y muestras de buena voluntad. En cambio, de ningún modo se atrevería a regresar al país y dejaría el campo libre al propio Lanusse. Más tarde debería admitir su error.
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Las hermanas de Evita ingresando en la quinta 17 de octubre para reencontrarse con los restos. |
Uno de los “gestos de buena voluntad” hacia Perón, consistiría en la devolución de los restos de su esposa. “Tras abrir el sobre y enterarse de su contenido, que se limitaba a dar el nombre de un sacerdote y de un cementerio de Milán, envió a coronel Héctor Cabanillas, del servicio secreto, a Italia, acompañado por el padre Rotger, el sacerdote argentino que, en nombre del gobierno, se había puesto en contacto con el gobierno italiano”(16).
Pero el religioso mencionado en la carta estaba muerto, Ambos comisionados debieron rastrear en la necrópolis de Milán entre las mujeres sepultadas en 1957. La pista mas segura la ofrecía el cadáver que figuraba como perteneciente a María Maggi de Magistris, supuestamente una viuda italiana fallecida en la Argentina y cuyos restos habían sido devueltos al país de origen.
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Recuperación del cuerpo de Evita. Testimonio del Cnel Héctor E. Cabanillas, Ex Jefe de Inteligencia (SIE). |
Munido de documentos falsos, Cabanillas pasó por ser el hermano de la Maggi y obtuvo de la autoridades italianas permiso para exhumar el cadáver y trasladarlo a España, encargando de ello a una empresa funeraria de Milán. El 2 de setiembre de 1971 se consumó la exhumación y la caja de cinc que contenía el cadáver fue trasladada a un nuevo ataúd.
Un coche fúnebre abandonó el cementerio, transportando los restos y al supuesto hermano de la muerta, para atravesar primero la frontera italofrancesa y luego la francoespañola. Ya en territorio español, dos automóviles comenzaron a escoltar el coche fúnebre.
En las cercanía de Madrid se anunció al conductor que éste que su trabajo había terminado y se trasladó el ataúd a un furgón. Juan Perón ya había recibido aviso telefónico en su residencia de Puerta de Hierro, por parte del embajador argentino, Jorge Rojas Silveyra: el cuerpo estaba en camino.
Por fin, el 3 de Septiembre, un furgón se internó en el sendero de entrada de la residencia de Puerta de Hierro.
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Perón en la quinta 17 de octubre. El embajador Argentino en España se retira de la quinta. |
Jorge Daniel Paladino, presente en la residencia al momento de la restitución del cadáver, relató así esa tensa instancia:”Ese 3 de Septiembre, a las nueve y media de la noche, llegó a la residencia un furgón, simulado como de transporte de flores, que había recogido el cadáver en la frontera. Adentro esperábamos Perón, el Brigadier Rojas Silveyra, Cabanillas, Gómez Carrillo, Isabel, López Rega y yo.
Cuando llegaron los restos todos se retiraron y sólo quedamos un empleado de la casa y yo para abrir el cajón y reconocerlo. Con una lámpara de soldar estaño, intentamos perforar la chapa de zinc que cubría el cajón, pero nos fue imposible. Recurrimos entonces, a un cortafierro y un martillo. Logramos abrirlo a golpes.
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Testimonio de Pino Solanas. Del programa Filmoteca temas de cine, al introducir la proyección de La Revolución Justicialista. |
Fue un trabajo durísimo que nos demandó casi una hora”: Al abrirse el féretro se produjo un momento de silencio. Luego Perón dijo simplemente:”es Evita”. Rojas Silveyra le relató brevemente la ruta seguida por los restos, desde que salieron de Buenos Aires y hasta su arribo a Madrid. Según testimonio del mismo embajador, el ex presidente se limitó a responderle:”Pasé muchos años felices con esta mujer”.
Sin embargo otra versión que relata Pino Solanas, cuenta que la exclamación de Perón al ver el estado de los restos ultrajados de Eva había sido ¡Canallas!
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El cuerpo mutilado de Eva Perón. De “Una Tumba sin Paz”, De Tristán Bauer.Más información. Voz de Erminda Duarte. |
El estado del cadáver era atroz, su nariz destrozada, numerosos cortes (algunos muy profundos en el cuello) y los pies manchados con brea. ¿Serían producto de los “actos anticristianos” protagonizados por Morí Köening, según Cabanillas? No lo sabemos, la historia de esta infamia todavía no está terminada.
Perón tomó fotografías del cadáver pero nos la dio a conocer. Quizás, conjeturamos, pensaba que no era ese el momento de provocar una explosión de indignación y odio sobre los responsables del ultraje, que justamente se estaban retirando del poder.
Perón, pese a su directivas de perseguir al enemigo hasta las últimas consecuencias, declamaba el fin del espíritu de agresión entre los argentinos, para poder poner en marcha la democracia social que según sus deseos podría liberarnos.
Fiel a la consigna que signó toda su vida y también su muerte, primero estaban los intereses del pueblo, luego los personales.
Ya se encargaría la historia de condenar a los miserables.
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Memoria: acto por Eva Perón en plena resistencia. |
Al día siguiente el Dr. Ara, que por entonces residía en Madrid, tuvo oportunidad de revisar el cadáver que había embalsamado años atrás, para comprobar que los daños producidos podrían ser reparados sin dificultad.
Acondicionado el cuerpo, el ataúd sería ubicado en una habitación del segundo piso de la residencia “17 de Octubre”.