El cuerpo de Eva fue depositado en el ataúd, cubierto con la bandera argentina. En sus manos cruzadas fue colocado el rosario obsequiado por el Papa Pío XII.
Gran cantidad de gente había pernoctado en los alrededores de la residencia
presidencial para ver pasar el féretro, obstaculizando el paso de la ambulancia
de la Fundación que lo conducía, cuando esta abandonó los jardines de la mansión.
El diario 'La Prensa' del 28 de julio hacía el relato del trayecto hacia el ministerio de Trabajo: "A las seis ya era imposible transitar por la calle Agüero así como el desplazamiento por la Avenida Libertador hasta Callao. Eran las 9.30 horas cuando se aproximaron al féretro las integrantes de la Comisión Nacional del Partido Peronista Femenino para despedir a su jefa.
Inmediatamente después, el general Perón, su secretario privado, Juan Duarte, el gobernador de Buenos Aires, Carlos Aloé, el secretario general de la CGT, José Espejo, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Héctor Cámpora, el subsecretario de Informaciones, Raúl Apold y el administrador de la residencia, Atilio Renzi, tomaron el ataúd que introdujeron hasta una ambulancia de la Fundación Eva Perón que poco después se puso en marcha hacia el Ministerio de Trabajo y Previsión. Detrás, salía un automóvil ocupado por el presidente de la Nación y el cortejo fúnebre" (5).
Duración:
2 minutos |
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Escenas de dolor popular en la capilla ardiente del Ministerio de trabajo. |
La caravana llegó hasta el edificio por la avenida Julio A. Roca, deteniéndose
en la intersección con Perú. La calle estaba parcialmente cubierta de coronas
y ofrendas florales, que ya no cabían en el interior. Una verdadera multitud
ocupaba las adyacencias, en un radio de diez cuadras.
Perón recibió en la entrada el saludo y el pésame de ministros y funcionarios del gobierno. Luego, caminaron todos hacia la capilla ardiente, ubicada en el hall central. EI féretro fue colocado sobre un promontorio, enmarcado por un crucifijo de oro, plata y marfil y dos candelabros.
Detrás, se verá la bandera argentina con un crespón negro. El cadáver estaba
ubicado dentro de una caja de cedro tallada de laureles y con un revestimiento
de láminas de cobre. Levantada la tapa, podía observarse el cuerpo de Eva
a través de un cristal.
Cadetes de la Escuela y el Liceo Militar, junto con alumnos de las Escuelas de Artes y Oficios Raggio, montaban una guardia de honor. También lo hacía una delegación de representantes sindicales, renovada cada quince minutos.
Poco más tarde se hizo presente el arzobispo de la arquidiócesis de Buenos Aires, monseñor Tato, para oficiar un responso. Por su parte, el padre Hernán Benítez, confesor de Eva, celebró una misa de cuerpo presente.
"Poco después del mediodía, comenzaron a desfilar los hombres y mujeres, ancianos y niños que habían esperado desde temprano el momento de ver a Evita. Subían en doble fila por un lado de la escalinata, se detenían un minuto frente al ataúd, rodeado de claveles blancos, y luego bajaban el otro lado. Algunos lo tocaban apenas, con un gesto ligero.
Otros se inclinaban para besar el cristal. Los había también que se persignaban,
enjugándose los ojos, y muchos eran los que estallaban en incontrolables crisis
de llanto. Se aproximaba entonces algún cadete o una enfermera de la Fundación
y los llevaba a una sala cercana donde funcionaba permanentemente una dotación
de auxilio de la Fundación.
Duración:
5 minutos |
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Capilla ardiente del Ministerio de Trabajo. Evita Inmortal . Secretaría de Prensa y Difusión. |
Llegaban ojerosos porque no habían dormido, empapados porque habían estado
parados bajo la lluvia durante horas, compartiendo un diario o un paraguas.
Siguieron viniendo toda la noche, el día siguiente en que también llovió a
partir de las once y así lo hicieron sin parar durante trece días" (6).
Mientras el público fluía incesantemente, el doctor Ara observaba el cadáver con un largavista desde la cúpula del vestíbulo central. Cuando las visitas se interrumpían, después de las 24, efectuaba un examen más detallado, preocupado por los resultados de su trabajo ante la eventual prolongación del velatorio, que a su juicio no debería durar más de quince días: ese era el lapso por el cual garantizaba el proceso de conservación realizado.
Su inquietud se justificaba, porque la enorme cantidad de gente que pugnaba por ingresar a la capilla ardiente había hecho pensar a Perón en la necesidad de extender el velatorio durante varios días más: EI presidente permanecía muchas horas en el ministerio, de pie junto al ataúd o en un salón cercano, recibiendo el saludo de distintos funcionarios o representantes de gobierno extranjeros.
Notas
1- Félix Luna- "Perón y su tiempo" Tomo II - (Sudamericana,1986)
pag. 268/269.
2- Testimonio de Alfredo Gómez Morales, citado por Luna, Op. Cit. pag. 274/275.
3- Diario "Democracia" del 27/7/52, citado por Marysa Navarro, "Evita"
(Corregidor, 1981) pag. 302.
4- Testimonio de Florencio Soto, citado por Otelo Borroni y Roberto Vacca
- "La vida de Eva Perón" Tomo I (Galerna, 1970) pag.325.
5- Reproducido en Borroni y Vacca, Op. Cit. pag. 318.
6- Marysa Navarro, Op. Cit. pag. 304/305.