En el orden de las relaciones exteriores, Estados Unidos había reconocido al gobierno revolucionario y los primeros actos fueron bien recibidos por Washington. El almirante Storni, que ocupaba el Ministerio de Relaciones Exteriores, había suspendido el lenguaje de código como vimos, dificultando las informaciones, reservadas necesariamente, de la Embajada de Alemania; y no perdía oportunidad de afirmar que Argentina habría de unirse con los aliados.
Ramírez en el discurso del 7 de junio había hablado de “amistad y colaboración con las naciones americanas de acuerdo a los pactos preexistentes”, Hacia el 28 de junio, Armour, estaba instruido para ofrecer armas al gobierno argentino si se demostrase con hechos concretos la amistad con los aliados.
El 8 de julio el canciller argentino dirigió una carta a Guani, vicepresidente del Uruguay y Presidente del Comité de Defensa Política del continente, donde afirmaba que Argentina revisaría su política exterior “a la luz de los acuerdos de Río de Janeiro”; y el 15 del mismo mes informó a la Embajada de los Estados Unidos, que “el presidente Ramírez había reunido a varios oficiales de alta graduación pocos días antes, instruyéndolos para que intenten persuadir a los oficiales más jóvenes de la necesidad de aceptar la ruptura”.
El GOU respondió a los propósitos de Ramírez y “los militares de alta graduación” en las “Noticias Nº 8 (Las Noticias, era un boletín secreto que la logia distribuía a sus afiliados, era de irregular aparición), del 17 de julio: “Todo enrolado en la obra del GOU debe saber y sentir que nuestra neutralidad es el símbolo de la soberanía nacional ante las presiones foráneas y que ella no constituye ni una adhesión ni un repudio a ninguno de los bandos en lucha”.
El tiempo pasó y las “medidas amistosas” del gobierno argentino no se concretaron. El 29 de julio, Armour sugiere a Storni una declaración nítida y por escrito donde explicase la demora a la Secretaría de Estado.
Storni habría informado a Ramírez y debieron convenir en una “carta confidencial” que en un tono lacrimoso e implorante, impuesto por Storni o los redactores, se esperanzaba ingenuamente en conmover al Secretario de Estado norteamericano: Hull. La carta confidencial diría entre otras cosas que la evolución hacia la ruptura con el Eje sería más rápida “si el Presidente Roosevelt tuviera un gesto de franca amistad hacia nuestro pueblo: tal podría ser el suministro urgente de aviones, repuestos, armamentos, maquinarias para restituir a la Argentina en la posición de equilibrio que le corresponde con respecto a los otros países sudamericanos”.
El 14 de Agosto Armour llegó a los Estados Unidos y entregó a Hull la carta. Este hizo estudiar por su staff una sarcástica respuesta que sería juzgada como “una de las severas censuras diplomáticas jamás asestadas a un gobernante latinoamericano por el Departamento de Estado”.
El Time diría “pulida y afilada como una navaja”. En la respuesta veía con buenos ojos que “el pueblo argentino se sintiera indisolublemente unido a los demás habitantes del continente americano” pero “con pesar el gobierno americano y el pueblo de los Estados Unidos” veían “que los indudables sentimientos del pueblo argentino se hallaban traducidos en el cumplimiento de obligaciones contraídas por su gobierno, juntamente con los otros países americanos “…El gobierno de Buenos Aires es el único en América que mantiene sus relaciones con el Eje. (…) La entrega de armamentos se hace exclusivamente con el propósito de contribuir a la defensa del hemisferio (…) Resultaría imposible al presidente de los Estados Unidos concretar un acuerdo conforme a la ley de Préstamos y Arriendos para suministrar armas y municiones a la Argentina”.
Ambas cartas se hicieron públicas el 8 de septiembre y conmocionaron grandemente en los medios militares y civiles. Storni renunció declarándose único responsable. A nuestro juicio, resulta evidente que una carta de semejante calibre, no puede ser enviada sin la consulta pertinente. Debió ser estudiada, aprobada y hasta corregida por el staff de Ramírez.
La modificación del personal militar de la presidencia, que se hizo seguidamente, demostraría que el GOU —contrariamente a lo que sugiere Potash— no sólo no participó como entidad orgánica, sino que tomó medidas para rodear mejor a Ramírez.
Por otra parte, González no tuvo tiempo de consultar con el GOU o no creyó pertinente hacerlo. Aunque la carta había partido, González estaba obligado a informar a la Logia. El efecto que causó en el GOU se supone por la renovación que en la Casa Militar hizo el Ministerio de Guerra. Así, dos hombres de la Logia: el teniente coronel Aristóbulo Mittelbach y el mayor Heraclio Ferrazzano; fueron designados como Jefe de la Casa Militar y edecán del presidente, respectivamente.
Ya en agosto al GOU le resultaba cada vez más difícil reunir al “primer escalón, pues sus componentes desempeñaban funciones de alta responsabilidad en el gobierno. Luego de la renuncia de la casa militar, en este mes, se delega en cuatro coroneles (Perón, González, Emilio Ramírez y Avalos) el manejo de la Logia, sin perjuicio de las reuniones extraordinarias del “primer escalón” y de todos los afiliados si las circunstancias así lo requieren.
Perón es el más laborioso y capacitado de los cuatro. Brilla con luz propia y su actividad se extiende a todos los ramos del gobierno. La envidia habita en algunos de sus camaradas. Perón es el “cerebro” del GOU; González, Emilio Ramírez y Avalos están sumergidos en la presidencia, la jefatura de policía y Campo de Mayo.
Perón construye su política desde el Ministerio de Guerra, en Callao y Viamonte. En contacto estrecho con Alfredo Mercante desarrolla una acción dinámica y fructífera. Capozzi, un activista del radicalismo, es también un estrecho colaborador de Perón cumpliendo tareas de enlace político-gremial.
Los primeros contactos con los gremios, se realizan con mucha reserva pues hay funcionarios gubernamentales opuestos a los planes del coronel Perón que intentan trabar las gestiones con la clase obrera.
El coronel Emilio Ramírez indica a sus subordinados, refiriéndose al tandem Perón-Mercante: “A esos dos hay que verlos siempre bien de cerca; están llevando dirigentes comunistas al Ministerio”. En agosto, Perón arregla el conflicto con los obreros de la carne. Mercante comenta el episodio: “La huelga de los trabajadores de la carne resultaba una carga muy pesada. Entonces Perón tomó la decisión de hacer llamar al dirigente comunista José Peter al Ministerio de Guerra.
Yo lo entrevisté apenas la policía lo trajo desde Neuquén. En otro despacho aguardaban media docena de dirigentes, que prometían levantar la huelga siempre que se liberara a Peter y se concediera un aumento de cinco centavos por hora en los salarios de los frigoríficos. Peter era un hombre regordete, rubio, de palabras firmes y al mismo tiempo diplomáticas. El acuerdo se produjo, pero se estableció que era necesario realizar una asamblea gremial en Dock-Sud. Tuvimos que hacer esfuerzos para evitar un desastre”. La huelga se levantó.
A principios de octubre, 36 representantes de diversos gremios se reúnen con Perón en el Ministerio de Guerra, quien les promete la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión.
Es necesario cumplir con todos los pasos, el primero de los cuales es obtener el Departamento Nacional del Trabajo. Todavía habrá que sortear algunos problemas.
Perón ya era “peligroso”. El cargo de vicepresidente de la Nación, estaba vacante desde el fallecimiento de Sabá Sueyro —el 17 de julio—, suponiéndose que el sucesor sería otro almirante.
Hubo un trascendido: el Ministerio de Guerra llevaría a su titular como vicepresidente. La marina se siente ofendida. Así también el coronel González estaba disgustado con la primacía de Perón y el coronel Ramírez cada vez más distanciado del Ministerio de Guerra.
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Ramirez y Farrell en carroza luego de la jura del segundo a la vicepresidencia de la nación. |
Por su parte el Presidente Ramírez mira con cierto resquemor al GOU. Lo cierto es que los opositores al Ministerio de Guerra coincidieron en hacer una contrarrevolución, destituir a Farrell y Perón y volver al sistema de partidos políticos, con gente seria, diarios serios, la siempre seria Universidad con los intelectuales de la “inteligenzzia”. Abarcaría “le monde” que para ellos, en su lenguaje, era la Argentina que se escuchaba y se veía. En síntesis “el pueblo todo”.
La fecha quedó fijada para el 10 de octubre. Ese día, un grupo de capitanes de fragata, con suficientes fuerzas y contando con el factor sorpresa, se apoderarían del Ministerio de Guerra. Se esperaba la orden del Presidente Ramírez, quien en definitiva postergó la acción hasta después de su visita a la ciudad de Azul, con motivo de la inauguración de una exposición ganadera.
Ramírez, en Azul dijo: “Mi gobierno no teme a los partidos políticos —el desconcierto fue general—. Por el contrario, los desea. Sabe que en el seno de estos partidos hay hombres, e incluso dirigentes, que han sido muy beneficiosos para el país y que si no han realizado sus altos y patrióticos ideales la causa infortunada del hecho es que el organismo general de la Nación se ha desintegrado en virtud de una serie de factores que no son imputables a esos hombres; pues se trata de figuras que están en condiciones de asumir la dirección de sus partidos para colaborar, de modo eficaz y constructivo con el gobierno de la Nación”. A esta altura del discurso nadie comprendía nada, pues meses antes había desahuciado a los partidos políticos.
Los que sí comprendieron la maniobra fueron los del GOU, que informados, el día 11 se reunieron por la tarde en el Ministerio de Guerra y resolvieron mantener al presidente, pero condicionado por la Logia. Trazaron un plan que se efectivizó: Al volver el tren presidencial de la ciudad de Azul, se detuvo en Chascomús. A las 4 de la mañana un grupo de oficiales despertó al presidente, a quien se le arrancó la firma de dos decretos: uno nombraba vicepresidente a Farrell con retención del cargo de Ministro de Guerra; el otro “aceptaba” las renuncias, nunca presentadas, de Santamarina, Anaya y Galíndez.
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Farell y Perón asisten a un espectáculo de box. |
A la tarde del 12, los vespertinos informaban las modificaciones del gabinete: Gilbert, que desempeñaba provisoriamente la cartera de Relaciones Exteriores desde la renuncia de Storni, fue confirmado; el General Luis Perlinger, sería el titular del Ministerio del Interior; el capitán de navío Ricardo Vago reemplazaría a Galíndez en Obras Públicas; el escritor Gustavo Martínez Zuviría en Instrucción Pública y el Dr. César Ameghino sería el responsable de Hacienda. La Revolución podía respirar. El camino de Perón no parecía tan escabroso, al menos por el momento.