La situación no era precisamente de aguas calmas, pero todo estuvo en los cálculos de Perón, que apenas tomó conocimiento del “malentendido” del Tte. Coronel Ducó que tenía conexiones directas con los generales que presentaron el memorial del 22; previó toda posibilidad de movimiento desestabilizador.
El 4 de marzo encomendó al coronel Orlando Peluffo enterar a los jefes y subalternos de la índole de la “delegación” del general Ramírez y comprometerlos a respaldar a Farrell como jefe de la revolución. El coronel Peluffo de filiación nacionalista, partió en la madrugada del 5 recorriendo unidades de ejército en Buenos Aires, Paraná, Concordia, Monte Caseros, Córdoba, Salta, Villa Mercedes, Mendoza, Neuquén, Bariloche, Esquel, Bahía Blanca y Comodoro Rivadavia.
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Discurso de Perón al entregar un cheque con la recaudación solidaria para los damnificados del terremoto de San Juan. |
En “Primera Plana” 21 años más tarde, Peluffo recordaría el hecho: “Entre el 5 y el 12 de marzo recorrí en avión unos 7 mil km. Perón me había solicitado que visitara todas las guarniciones del país para que los oficiales suscribieran un importante documento”.
El texto del compromiso que llevó Peluffo decía:
“Juro:
Si bien no era un compromiso de fidelidad al coronel Perón, sí era un compromiso en cuanto al acatamiento de las órdenes emanadas del Ministerio de Guerra. Por otra parte, la necesidad de conseguir este compromiso —como dice Fermín Chávez— surgía, además, de otro importante factor: hoy sabemos, por testimonios de protagonistas que la designación de un coronel como Ministro de Guerra disgustó a muchos jefes, a quienes su formación castrense tradicional les impedía entender la situación creada, habiendo, como decía, generales de prestigio en el ejército para ocupar las altas funciones en el área.
Ahora, podemos ver con mayor claridad, el valor efectivo que dieron Farrell y Perón al memorial de los generales presentado el 22 de marzo.
Si nos preguntamos con quien tuvo mayores discrepancias Perón en el gabinete, surge un nombre al unísono: Perlinger. Era evidente la falta de armonía entre ambos ministros. Hay quienes ven en la ambición de Perón la piedra de toque, sin embargo recuerda el General Martini que “en esos días sus camaradas trataron, en vano, de que Perón se hiciera cargo de la Vice-presidencia de la República: no solamente no aceptó tal designación, sino que se resistía a continuar como Ministro de Guerra. No quería que se lo acusara de ambicioso, de acaparador de cargos directivos: aducía que para él lo más importante era la Secretaría de Trabajo y Previsión, desde donde se podía obtener el más completo éxito de los objetivos de la revolución”.
Pero en última instancia quien está en política debe ambicionar y por otra parte ¿cuál es el motivo de la ambición política? ¿la egolatría es el único motor? Sería absurdo no considerar que la suma de muchas voluntades que se sienten interpretadas por un hombre no sea motivo más que suficiente para una sana ambición en pos de dar cumplimiento a lo requerido por el prójimo. La Justicia Social fue el primer motor de Perón.
Mientras Perlinger y los militares y civiles que lo acompañaban, entendían que el gobierno militar debería educar con principios éticos y religiosos a la Argentina, para lo cual era indispensable una perdurabilidad indefinida; Perón, que tomaba a los argentinos como eran, con sus propias modalidades y principios cristianos, quería elevar su nivel de vida material y espiritual, armónicamente, para lo cual era necesario organizar a la masa o como lo sintetiza Leopoldo Marechal, transformar una masa numeral en un pueblo esencial.
El día 2 de mayo de 1944 al gabinete se sumó Alberto Baldrich, en el Ministerio de Instrucción Pública; Orlando Peluffo, en Relaciones Exteriores; y dos días más tarde —el 4 de mayo— después de un interinato de 60 días, Perón fue designado Ministro de Guerra efectivo.
No sólo continúa la vinculación con los gremios, sino que es intensificada por Perón, quien el 3 de junio dice a los Ferroviarios: “Me encuentro feliz entre vosotros, que en Rosario me habéis proclamado el primer trabajador argentino. Ese título llena de honor a quienes, como yo, creen que el trabajo es la base fundamental de la grandeza del Estado y el más alto blasón de los pueblos industriosos, creadores”.