El 7 de julio es designado el coronel Perón, vicepresidente de la Nación, por decreto del general Farrell; reteniendo la cartera de guerra y las funciones de Secretaría de Trabajo y Previsión. Luego de prestar juramento dirige unas palabras ha quienes se han congregado frente a la casa de gobierno: “La presencia de los trabajadores del país en esta histórica plaza, en representación de cuarenta sindicatos argentinos que comprenden la hora y que viven las inquietudes del gobierno de la patria, constituyen para mí el más insigne honor y el estímulo más significativo que yo pudiera recibir”.
El 28 de julio, Perón, ante representantes de empleados, comerciantes y profesionales esboza nuevamente su doctrina, cuando entiende que “El individualismo favorece al hombre aislado, pero con ello no hace más feliz a la humanidad. Contra él, en forma de reacción, se desplaza rápidamente un movimiento hacia la total socialización; es decir, que el hombre desaparece como entidad, para aparecer la agrupación como ente.
Esos dos extremos han sido siempre, como todos los extremos, organizaciones que no han resistido al tiempo. Es solamente un término medio el que parece haber sido en la historia, lo más estable como organización humana.
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Manifestación de trabajadores frente a la Secretaría de trabajo y Previsión. |
Por eso yo pienso, que observando el movimiento del mundo, pasamos ahora en ese movimiento pendular, por el centro, por la vertical del péndulo que oscila entre el individualismo y la socialización (…) Pensando así, y sin que las ideologías puedan asustarnos con rótulos más o menos vituperables, debemos en mi concepto, buscar la solución de la felicidad argentina por el método argentino”.
No se exagera cuando se dice que Perón tenía un “algo más”; era un argentino por excelencia en quien se encarnaban todas las virtudes del ser nacional. Explica luego que la clase media se formó “con un complejo de inferioridad porque no tuvo nunca oportunidad de actuar. Así se formó, sin contenido social: Habrán observado ustedes —continúa Perón— que el obrero no va a pedir un aumento de salarios para él, sino para todos los de su gremio.
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Perón asume como Vicepresidente y habla a los trabajadores reunidos en la plaza de Mayo. |
El hombre de la clase media no va a pedir nunca para los de su gremio. Va a pedir solamente para él. Es lo que lo ha debilitado. Y eso no es obra de la clase media sino de nuestros sistemas políticos que han fincado la fuerza y el manejo de las agrupaciones humanas del país encaminándolas exclusivamente hacia un provecho para un círculo reducido de hombres; y no para todos los argentinos”.
Pero es más claro respecto de la oligarquía, que siempre “servida por hábiles políticos, no solamente cometió delitos contra el país sino algo más grave aún, tuvo sojuzgadas a numerosas generaciones de argentinos, a los que disoció en sus verdaderos valores”.
En cuanto a la política exterior, Argentina, como dijimos, estaba aislada. La guerra diplomática había sido declarada por el Departamento de Estado Norteamericano. En junio, el gobierno de los Estados Unidos había llamado a Norman Armour, embajador en Buenos Aires, dejando de representante al consejero Jack Cabot. En julio, por sugerencia de los EE.UU., W. Churchill, primer ministro inglés, instruyó a su embajador David Kelly para que dejase la Argentina. Paraguay, Bolivia y Chile, que habían reconocido el gobierno del general Farrell, tuvieron dificultades.
A fines de julio, la Secretaría de Estado borró política y económicamente a la Nación Argentina de América; en una declaración que llevaba el título de “No reconocimiento de Argentina”. Al enterarse el gobierno de Farrell, ordenó el retiro del embajador Escobar, que hasta la fecha permanecía en Washington.
Estados Unidos prohibió a los barcos norteamericanos arribar a puertos argentinos, como así también bloqueó el comercio; los depósitos argentinos en los bancos estadounidenses fueron congelados. Un mayor consenso hacia el gobierno corrió paralelo a un profundo sentimiento nacional en la mayoría de los argentinos.