( 4) Las contiendas electorales

En el año 1948, la nación debe ir a las urnas en dos oportunidades: El 7 de marzo para la renovación de 87 bancas en Diputados y el 5 de diciembre para la modificación de la Constitución. Eva interviene en los actos proselitistas. Intima con su pueblo. En ocasión de estar en Tucumán, se acerca una viejita con un pollo cocido, Eva agradece. Una de las secretarias comete una imprudencia: “Señora, por favor no irá a comer eso…” “¡Cómo! ¿No tenés vergüenza? Una abuela, una anciana mujer de pueblo me trae con todo amor y respeto este pollo que quien sabe lo que a ella le ha costado, ¿y vos me venís a decir que lo tire? ¡Esta noche comeremos este pollo y es la última vez que venís conmigo en un viaje!”

Figura 31:

Inauguración de la República de Los Niños en Gonnet, en las afueras de la ciudad de La Plata. La República de los niños en la actualidad.

Es Perón quien comenta una jugosa anécdota de Evita: “Yo recuerdo que mi señora con esa extraordinaria visión que tenía de las cosas hizo una vez una visita a Tucumán. La recibió el pueblo, como sabía recibirla a ella, con su entusiasmo extraordinario. Para uno de los actos de su recepción en la casa de gobierno se habían preparado grandes mesas cubiertas con todo lo que se puede imaginar.

Documentos:

Dar la vida por mis descamisados.
Escrito de Eva Perón


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Pero a ese salón no había entrado nadie más que las damas emperifolladas de los círculos del gobierno y funcionarios. Entonces cuando las señoras le ofrecieron todo eso les dijo muy simples palabras: “He visto en la plaza una multitud de chicos mal vestidos, posiblemente con hambre. Nosotros no tenemos necesidad de todo esto que hay sobre las mesas, ¿Por qué no abrimos las puertas para que entren esos chicos y se coman todo lo que está aquí? “Ella me lo contó a su regreso —continúa Perón—. Pero su satisfacción no fue solamente ver cómo esos chicos tomaban las masas, los pastelitos y los budines con sus manos y los deglutían con avidez, sino porque de cuando en cuando ponían sus manos sucias de dulces sobre las pieles de algunas señoras. Entonces Eva decía: “Con esto vemos que están tomando contacto con el pueblo, ojalá no lo olviden nunca”.

El confesionario

Los días lunes, miércoles y viernes, Evita recibe a todos los humildes que forman largas filas frente a la Secretaría de Trabajo y Previsión. Su tarea comienza a las 8 cuando se sienta frente a un escritorio estilo Luis XIV a escuchar, como en un confesionario, las penurias tratadas por hombres y mujeres de su pueblo.

Figura 32:

“Quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi patria. Quisiera que de ella se diga, aunque no fuese más que una pequeña nota, al pie del capítulo maravilloso que la historia ciertamente dedicará a Perón, algo que fuese más o menos esto: “Hubo, al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al Presidente las esperanzas del pueblo, que luego Perón convertía en realidades”. Y me sentiría debidamente, sobradamente compensada si la nota terminase de esta manera: “De aquella mujer sólo sabemos que el pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita”.

Eva Perón

Desde aquí, como dijo Leopoldo Marechal, pudo hacer obra “aplicada directamente a la materia vida de los humildes y en función “realista” de sus necesidades conocidas aquí y ahora”.
La labor social y humana desarrollada por Eva Duarte en ese despacho rebasa toda ponderación. Nunca gobernante alguno tuvo trato directo con el pueblo como Eva.

 

Comedor del Hogar Escuela Juan Domingo Perón en Santiago del Estero.

Un testigo de excepción, hombre de extraordinaria cultura y talento, entonces embajador de España en Buenos Aires, José María de Areilza, conde de Motrico, ha descrito estas audiencias multitudinarias con pluma maestra: “Quien no haya conocido esa época —dice el entonces embajador— difícilmente pueda imaginarse el tono y el clima del ambiente en que la mujer del presidente despachaba sus infinitos visitantes.

Duración: 40 segundos
 
 
La Fundación Eva Perón. Obras de la Fundación: barrios obreros, centros de turismo social, clínicas, hogares de tránsito y comedores estudiantiles.
 
 

Era un continuo clamor y barullo de cientos de personas abigarradas y heterogéneas que esperaban durante horas ser recibidas por ella. Había comisiones de obreros; mandos sindicales; mujeres del pueblo desgreñadas, con niños; periodistas extranjeros; una familia gaucha con sus ponchos pampeanos y el paisano con sus largos bigotes negros, sedosos y lacios; refugiados del telón del acero; fugitivos de Europa; intelectuales y universitarios bálticos; clérigos y monjas; señoras gordas, gritonas y sudorosas; estudiantes, empleados jóvenes, futbolistas; artistas de teatro y circo, como en un inmenso y cambiante valle de Josafat.

Figura 33:

Eva Perón junto a su esposo en la campaña electoral que le permitió el acceso a la primera presidencia.

Evita sentada tras una larga mesa que presidía el auditorium, tenía ante sí varios teléfonos, un montón de dossiers, tres ó cuatro edecanes, dos secretarios, uno ó dos ministros, un grupo de senadores y diputados, gobernadores de provincia, el presidente del Banco Central y una nube de fotógrafos y operadores cinematográficos.



Perón con su uniforme de gala saluda desde el auto que lo traslada junto a Eva Perón.

En medio de este aparente caos, especie de kermesse ruidosa y confusa hasta la locura, Evita escuchaba las peticiones más variadas que le eran confiadas: desde un aumento de salarios hasta un convenio colectivo, pasando por una vivienda familiar, un ajuar, ropa de niños, puestos en una escuela, alimentos, permisos para rodar un filme, subvenciones de toda índole, denuncias contra abusos de poder, interviús, homenajes, mitines, inauguraciones, asambleas femeninas o entregas de regalos y donativos.

Evita era incansable. Mantenía el agotador “show” durante horas y horas hasta bien entrada la noche”.


Mensaje de Eva Duarte de Perón sobre la protección de la infancia y la enseñanza religiosa en el Primer Plan Quinquenal. 15/11/1947.

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Duración: 9,57 minutos
 

 

“Es demasiado lo que duermo”

Amén de tratar temas sociales, Evita soluciona problemas políticos. Es un superministro. En oportunidad de un conflicto ferroviario, se escapa de su custodia y llega hasta la estación Constitución y a Retiro, núcleos conflictivos, para hablar con los obreros. El conflicto es solucionado.



La pareja presidencial en una fotografía coloreada de la época.

En otra ocasión, según testimonio de Mariano Tedesco, participa activamente en una asamblea decisiva, a los efectos de detener un avance comunista. Es en la Asociación Obrera Textil: “A pesar de estar fuertemente resfriada —recuerda Tedesco—, eludió a su médico personal y se vino conmigo al Club Sportsman de Barracas, donde se celebra la asamblea. Cuando llegamos, Eva dijo a los asistentes: “Hay quienes critican al general Perón y alaban a un mariscal ruso”. Ganamos la partida y volvimos a la residencia. Perón enojado le recriminó a Evita su escapada. “Mirá, Juan —le respondió—, es más importante defender a estos grasitas que cuidar mi salud”.

Figura 34:

Eva en el momento de entregar un subsidio a un antiguo colaborador del Estado. Detrás de ella: Héctor J. Cámpora y Ramón Cereijo.

Irma Cabrera de Ferrari, que fue mucama de Evita desde 1946 hasta su muerte, desde la intimidad hogareña exalta la grandeza e inmensidad de la abanderada de los humildes: “Yo vivía en Mercedes —rememora— y fui recomendada a un militar de la custodia presidencial. Al verme, Evita me aceptó inmediatamente. Recuerdo como en un sueño que ella y Perón me prepararon la habitación: un cuarto contiguo al dormitorio de ellos. —¿Está conforme?, me preguntó Perón. “Si necesita algo, no tiene más que pedirlo”, me rogó Eva. Ambos eran de una humildad increíble”.



Marcha Evita Capitana.


  Audio

 

Es Irma, también quien recibe las explosiones de tamaña mujer: “Recuerdo que un día, mientras besaba a una mujer con llagas le acerqué un frasco de alcohol para que se desinfectara. ¡Me quiso matar! Fue la única vez que se enojó conmigo. Tiró el frasco contra la pared. Creí que me iba a dejar en la calle… En muchas oportunidades yo le pedía a la señora que descansara más. Su ritmo de trabajo era terrible y a muchos nos costaba seguirlo. Ella invariablemente me respondía lo mismo: “Por todo lo que me hace falta hacer es demasiado lo que duermo”.

Documentos:

La Razón de mi vida.
Libro de Eva Perón.


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Incluso, en las contadas vacaciones que llegó a tomarse, Evita no dejó de trabajar: Comenta Perón que en ocasión de unas cortas vacaciones: “Escogimos el refugio de Puente del Inca, en la cordillera donde yo había estado muchas veces de joven siendo oficial, dirigiendo los cursos de esquí.



Trabajadores descargan ayuda internacional de la Fundación.

Después de unos pocos días allá, en que caminábamos por la montaña con los jefes y oficiales del refugio militar, seguimos viaje en automóvil a Las Cuevas, con intención de pasar una ó dos noches y regresar luego a Puente del Inca. Bueno. Pero ¿qué resultó? Apenas llegamos a Las Cuevas empezamos a recorrer la población. Era un poblacho verdaderamente miserable. Las gentes vivían ahí con ocho ó diez metros de nieve y las viviendas no tenían calefacción. Era algo espantoso. Casi todos trabajaban o bien en la estación de ferrocarril o en el correo o en la aduana.

Figura 35:

Eva Perón en una reunión del Movimiento Peronista Femenino. Junto a ella, Juan Domingo Perón.

Evita quedó tan impresionada de la espantosa miseria en que vivían que comenzó a hablar con los peones interesándose por sus cosas y por las enfermedades del corazón que padecían muchos por vivir a 3.500 metros de altura, y decidió ponerse a trabajar en la construcción de una ciudad nueva para ellos. Citó a dos ó tres miembros de la Fundación para que fueran a verla allá.

Figura 36:

“Dos veces a la semana, por lo menos, dedico la tarde a esta misión de intermediaria entre los humildes y Perón, porque aunque la Fundación soluciona en gran parte los problemas de esta gente, nada sería y nada haría sin Perón, la causa y el alma de mi Ayuda Social”.

Eva Perón

Con esto, aquellas únicas vacaciones que nos queríamos tomar las pasamos proyectando cómo iba a ser el pueblo que construiríamos allí. Y, en efecto, gracias a Evita, se construyó una ciudad de piedra, preciosa, con calefacción y agua caliente central para todo el pueblo”.

 

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