LA DEMOCRACIA: ¿COLONIAL O INTEGRADA?

Por Daniel Di Giacinti

Si bien la democracia es un bien ganado por la ciudadanía argentina que ha dejado atrás la dolorosa época de las dictaduras militares, las enormes crisis de 2001 y 2023 desnudaron las falencias de esas instituciones políticas dejando claro que no resolvían los problemas fundamentales de la Nación. La cruda realidad de la crisis demostró que, pese a las buenas intenciones, con la democracia liberal no se comía, ni se educaba, ni se curaba.

Nuestra democracia hoy está sustentada por una lucha electoralista que genera una puja para lograr el acceso al gobierno e imponer desde ahí una propuesta de acción política consensuada por el voto ciudadano. Sin embargo, estas formas de participación del sistema demoliberal, provocan un Gobierno y Estado con una relación unidireccional con la sociedad, donde se concibe al ciudadano como un elemento aislado donde solamente puede dar rienda suelta a sus apetencias materialistas sin posibilidad de crecer respecto a su cultura social.

La falta de compromiso genera una infantilización del sistema, provocando ausencia de cohesión social y desconfianza entre la Comunidad lanzada a una lucha de todos contra todos en una meritocracia individualista y un gobierno sin poder real, producto de una Nación que no posee un rumbo común donde proyectarse. La supuesta acción democrática de dejar en manos del votante la opción de elegir al gobierno oculta el mecanismo de un sistema que provoca un ciudadano “insectificado” sin posibilidad de maduración cultural posible, generando una comunidad insolidaria impulsada hacia el egoísmo social.

Genera además una sociedad debilitada, blanco fácil de las nuevas herramientas de colonización política como la manipulación informativa y la disociación política. La opción electoral entre ciudadanos meritocráticos se puede transformar en la elección de la cuerda de donde las fuerzas coloniales nos van a colgar.

Necesitamos por eso una nueva democracia donde la forma de representación permita la maduración colectiva del ciudadano, sus dirigencias e instituciones. Hoy la batalla cultural que definirá el destino de la Nación será entre estas dos formas de representación ciudadana irreconciliables. Una promueve el aumento de la cultura social de la comunidad y abre un camino de diálogo y consenso comunitario y que representa un camino de liberación, y la otra se basa en una participación que justamente lo impide y abre el camino al colonialismo.

El aislamiento individual promovido por la democracia liberal brinda a las dirigencias políticas la exclusividad de la creación de las normas y las grandes decisiones. Necesitamos un ciudadano que tenga la posibilidad de ser parte de esas responsabilidades y que pueda asumir un compromiso solidario con su comunidad. Para ello se debe romper con el verticalismo que desde el poder imponen las viejas democracias liberales donde desde un ideologismo racionalista ejercido por una vanguardia profesional nos imponen su interpretación de los problemas y las soluciones.

La democracia colonial es experta en “escuchar al ciudadano” realizando timbreos, o multiplicando las formas de recibir la consultas y reclamos. En adición el sistema demoliberal permite e incentiva la participación en problemáticas sociales y políticas secundarias, aleatorias o sectoriales.

La democracia Integrada sostiene que no basta con escuchar los reclamos, sino permitir a la Comunidad resolver los grandes problemas de la Nación y en ese sentido la conflictividad sectorial debe dilucidarse desde una perspectiva nacional. Todos saben que participar en conflictos secundarios dejando las grandes soluciones en manos del poder político no incentiva la participación popular. Un ejemplo claro es el agotamiento de los Presupuestos Participativos.

“…Crecieron también la sensibilidad y la capacidad política, al impulso de la mayor participación del ciudadano. Pero esta mayor capacidad de intervención política de la ciudadanía, más allá de su participación en las urnas, fue bastante mal usada. Se pusieron frente a ellas los árboles que no dejaron ver el bosque. Se saturó el panorama político nacional con cuestiones menores, y el ciudadano no llegó a formarse una concepción general de la problemática nacional que abarca suficientemente todos los campos de sus actividades. Así, el Pueblo fue comprendiendo que no debía permanecer indiferente ante los problemas políticos nacionales y adoptó la decisión de ser protagonista de su historia, rompiendo con los esquemas tradicionales que intentaron relegarlo a la simple condición de espectador. El “cambio” ya no consiste en una abstracción vacía. El Pueblo todo quiere conocer el signo, el sentido y el contenido preciso de esa expresión. Es que el Pueblo advierte con claridad que, si el cambio no es nacional, no responderá a sus reales necesidades.”

Juan Perón. Modelo Argentino para el Modelo Nacional

La Comunidad debe “sentirse partícipe” de las grandes decisiones nacionales. Eso puede lograrse abriendo la acción ejecutiva de gobierno a todas las representaciones sociales y políticas brindando un marco institucional adecuado como los Consejos socioeconómicos y la apertura de las acciones ejecutivas a los Partidos Políticos además de su tradicional función legislativa.

Pero lo fundamental es impregnar de un espíritu autodeterminante al conjunto de la Comunidad, transparentando la acción política de todas las dirigencias que deben previamente ponerse de acuerdo en un plan estratégico y ordenar los principios fundamentales que sostendrán el esfuerzo común para lograr el objetivo deseado. Esos principios doctrinarios que van a regir la acción política deben ser compartidos a toda la Comunidad y luego el Gobierno tiene que sistematizar el esfuerzo del conjunto planificando los compromisos tomados.

Comments are closed.